Para América Latina, considerando la notable apertura de sus economías, el peso del comercio exterior en varias de ellas y la determinante externa en el comportamiento de sus mercados, los datos sobre el desempeño de las principales economías a nivel mundial no son una noticia positiva. Además, los resultados del año 2020 se suman a un nuevo ciclo de débil desempeño económico.
El año 2020 concluye con una notable contracción de la economía mundial, con cifras inéditas y para algunos países la mayor disminución del producto interno bruto (PIB) desde que se registran estas mediciones. La OCDE, en su estimación de diciembre de 2020, señala que la reducción del PIB mundial será de 4.2%. El G20 tiene una contracción de 3.8% y las economías de la eurozona de 7.5%. Globalmente es la mayor contracción del PIB desde el año 1946. En América Latina CEPAL, en su Balance preliminar sobre el año, considera que en 2020 se desarrolla la peor crisis económica, social y productiva que ha vivido la región desde el comienzo del siglo XX, con una contracción del PIB de 7.7%.
El escenario incluye incremento notable del desempleo, caída profunda de la participación laboral, aumento relevante de la pobreza y de la desigualdad. En el conjunto de la geografía mundial es excepción el comportamiento de China, con un aumento del PIB, según la OCDE, de 1.8%. En todas las regiones se registra una contracción importante del PIB, incluso en las economías emergentes y en desarrollo, excluyendo a China la reducción es del orden de 5.7%, cifra muy semejante a las economías desarrolladas, con 5.8%.
Para América Latina, considerando la notable apertura de sus economías, el peso del comercio exterior en varias de ellas y la determinante externa en el comportamiento de sus mercados, los datos sobre el desempeño de las principales economías a nivel mundial no son una noticia positiva. Las estimaciones de la OCDE sobre el comportamiento futuro del PIB mundial dejan claro que la tendencia prevista hasta finales de 2019 se abandonó. En el escenario más optimista, con altos niveles de confianza y una drástica reducción de la incertidumbre, para finales de 2022 no se recuperará la tendencia de incremento del PIB mundial estimada a finales de 2019.
También es posible que la recuperación de las actividades productivas se complique más, aún cuando se avance firmemente en el control de la pandemia. A la fecha, no es claro el nivel de afectación en muchas actividades económicas y menos aún las capacidades financieras y productivas de empresas y organizaciones de productores para enfrentar el futuro inmediato. En particular, considerando la notable distancia entre el comportamiento de los mercados financieros por un lado y el resto de las actividades económicas.
En América Latina los resultados del año 2020 se suman a un nuevo ciclo de débil desempeño económico. CEPAL señala que los años previos (2014-2019) son un periodo con bajo crecimiento económico, de 0.3%; y en 2019 hay un crecimiento de 0.1%, con un pobre incremento en la economía de Brasil (1.4%) y caídas en las economías de Argentina (-2.1%) y México (-0.1). Es en este escenario que en los primeros meses de 2020 se produjo una salida de capitales de la región, con variaciones notables en los tipos de cambio.
También hubo reducciones en los precios internacionales de los productos primarios, destacando las caídas en el mercado de energéticos, que no se modifican a partir del segundo cuatrimestre del año. Posteriormente se dieron incrementos de la deuda pública y de las corporaciones, destacando las contrataciones en moneda extranjera. Son hechos que se han estado reiterando en el curso de las décadas previas con resultados negativos medidos en términos del crecimiento de la economía y del bienestar social.
A nivel global, el punto de quiebre lo constituyó lo realizado por los bancos centrales en las economías avanzadas, acompañados por varios de economías emergentes. Con diversas modalidades, los bancos centrales han realizado programas de compras de activos que no se reducen a títulos de deuda pública. El incremento en la hoja de balance de la Reserva Federal (FED), del BCE, del Banco de Inglaterra o del Banco de Japón es notable. Como ejemplo, considérese los activos en poder de la FED que en marzo de 2020 suman 4.3 billones de dólares y se incrementan hasta más de 7 billones desde agosto del mismo año.
Estas acciones se acompañan de operaciones para mantener los mercados globales de títulos de deuda pública de Estados Unidos, con operaciones de canje de divisas entre la FED y los bancos centrales de 13 países y el BCE. Estos bancos centrales son tenedores de una parte importante de los bonos del tesoro estadounidense que circulan a nivel mundial y las acciones de la FED dan soporte a ese mercado. En América Latina estas operaciones de canje incluyen a los bancos centrales de Brasil y de México por montos hasta por 60 mil millones de dólares, que han sido parcialmente utilizados para actuar en los mercados cambiarios.
Lo realizado por los bancos centrales, que incluye operaciones semejantes por varios de los bancos centrales de economías emergentes, como la de México, influye en el comportamiento de los mercados financieros. El S&P 500, el índice más representativo del mercado estadounidense, tiene un crecimiento sostenido desde el 23 de marzo de 2020 hasta el final del año. Pero el incremento no va más allá de los mercados financieros no bancarios. Es un reducido espacio para las ganancias de unos cuantos.
Además, para América Latina implica un incremento de la vulnerabilidad financiera. La dinámica de los mercados de capital se encuentra más atada al curso de los mercados globales y parte de la deuda se está contratando en moneda extranjera, incrementando la restricción externa para financiar el crecimiento.
Para la región, contratar deuda en moneda extranjera es un problema por no contar con los medios para poder cubrir su servicio. Es una vieja historia, que como lo demuestra de nuevo el caso de Argentina limita las posibilidades para el crecimiento económico. Además, las acciones realizadas por los bancos centrales no han reducido la incertidumbre y con ello no abonan para una recuperación de las capacidades de producción.
* Gregorio Vidal es profesor e investigador titular del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UNAM), Unidad Iztapalapa. Jefe del área de Investigación de Economía Política. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.
* www.latinoamerica21.com, un medio plural comprometido con la divulgación de información crítica y veraz sobre América Latina.