Rodrigo Valdés, exministro de Hacienda y funcionario del FMI, afirmó que una de las formas de fomentar el crecimiento es aprovechar el comercio exterior. En este sentido, lamentó que este sea “particularmente bajo” en la propia región. Esto se debe a “cuellos de botella” como las deficiencias en las infraestructuras de transporte o a obstáculos en los permisos y aduanas, entre otros.
El Fondo Monetario Internacional considera que Latinoamérica tiene importantes oportunidades para crecer más, sobre todo por la vía del comercio exterior y entre los países de la región, pero para lograrlo tiene que acabar con los “cuellos de botella” que se lo impiden.
Así lo apuntó en una entrevista con EFE el responsable del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, el exministro de Hacienda del gobierno de Bachelet Rodrigo Valdés, con motivo de la publicación este viernes del informe de perspectivas económicas de la región.
Un informe que confirma la desaceleración del crecimiento en la región por los efectos de las políticas monetarias más restrictivas o de un debilitamiento del entorno exterior.
Latinoamérica crecerá este año y el que viene el 2,3 %, según el FMI, que ha mejorado estas previsiones sobre todo por el empuje de las dos grandes economías de la región, México y Brasil, que crecen más de lo previsto.
El informe recalca que “tras una recuperación más fuerte de lo esperado tras la pandemia y la resiliencia” mostrada en la primera parte de este año, el crecimiento latinoamericano se está ya ralentizando por los efectos de las políticas monetarias más restrictivas para combatir la inflación y ante el “debilitamiento” el entorno exterior.
Apunta varios riesgos a la baja para la región, como la desaceleración de China, la volatilidad de los precios de las materias primas o las tensiones geopolíticas globales, y también indica riesgos al alza, como la oportunidad que la región tiene en materias como las energías verdes y la explotación de minerales.
“Toda la región está en un proceso de desaceleración tras haber crecido mucho postpandemia”, dijo Valdés, para quien a excepción de países con problemas como Argentina o Ecuador, la “mayoría” de los países tienen “sus macroeconomías más ordenadas” y el desafío que afrontan ahora es el de mejorar su capacidad para crecer más y más rápido.
Una de las formas de lograrlo es aprovechando mucho más el potencial del comercio exterior. “Hay una gran oportunidad de tener más comercio”, dijo Valdés, a la vez que lamentó que otras regiones comercien más o que el comercio dentro de la propia región sea “particularmente bajo”.
Eso se debe a “cuellos de botella” como las carencias en las infraestructuras de transporte o por la “ineficiencia y lentitud” en el comercio entre países, con trabas en los permisos o las aduanas, entre otros.
“Si nosotros pudiésemos achicar la mitad de las diferencias que tenemos con países desarrollados podríamos tener siete puntos más del PIB y por tanto una fuente de crecimiento relevante”, aseguró.
Aludió a las “oportunidades” de la transición energética, que hace que se necesiten minerales que no están en todas partes pero sí en esta región, como el cobre, el litio o el cobalto. Países como Bolivia, Perú, Chile, Brasil y Argentina cuentan con minerales.
“Se necesitan marcos” que hagan atractivas las inversiones, marcos tributarios justos. No se trata de regalar estas cosas, hay una parte que tiene que quedar internamente”, a la vez que haya “predictibilidad” para invertir, recalcó Valdés, para quien lo peor es que los inversionistas crean que dichos marcos no van a ser sostenibles en el tiempo.
Uno de los problemas que persiste en la región es la deuda pública que acumulan muchos de sus países, ya antes de la pandemia, y que aumentó con la política fiscal desplegada para superar esta crisis.
Aunque Latinoamérica retiró antes que otras regiones esas ayudas, su nivel de deuda es aún “relativamente alto” y el mayor desafío es ahora reducirla.
“Vemos planes en distintos países bastante adecuados, con una trayectoria de política fiscal que permite bajar la deuda, pero hay que llevarlos a la práctica. Por ahora son solo deseos, tenemos que ver año a año que se apliquen”, dijo.
En este sentido consideró que algunos países están “avanzando más rápido” y en concreto habló de Brasil, que ha simplificado su impuesto sobre el valor agregado y ha hecho un presupuesto “coherente hacia cierta consolidación” fiscal.
Por contra, otros países, entre los que citó México, van “más atrasados” y apuestan en sus presupuestos por una “expansión fiscal que hace más difícil la tarea (de reducir deuda) a posteriori”.
Lo que defiende el FMI es que los países de la región tengan una política fiscal que les permita gastar en caso necesario en el futuro y al mismo tiempo estén preparados para un ambiente internacional “menos amigable” como el actual con tasas de interés más altas.
“No hay que pensar que (los tipos de interés) van a volver a donde estaban tres o cuatro años atrás”, en sus mínimos históricos, “sino a lo que eran hace diez o quince años”, algo más elevados, advirtió Valdés, que recalcó que para ello es necesario un “esfuerzo fiscal” de la región para enfrentar los “riesgos”.
De nuevo, el FMI recalca en su informe la necesidad de dar pasos para reducir la informalidad, y sobre este punto hay que tener “una zanahoria y un garrote al mismo tiempo”, señaló.
Es decir, hay que incentivar el cambio a la economía formal, haciendo que no sea “muy cara” y desincentivar la economía informal para que sea “más costosa”, y al mismo tiempo mejorar los marcos legales e impositivos para hacer atractiva la regularización de los negocios.