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Opinión: Los sueldos los pagamos usted y yo y merecemos algo mejor

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Iván Valdés, Economista 
Universidad Andrés Bello

Más allá de que al sol ya le cuesta salir en las mañanas en la zona central, definitivamente la oscuridad ya es total en la justicia chilena. No sólo la primera semana de marzo un tribunal de la V región sobreseyó un caso judicial altamente bullado de un personaje televisivo público, condimentado con duras críticas de uno de sus propios actores sobre los medios de prueba, las funciones realizadas por quienes cumplen labores auxiliares de investigación en el sistema (policías principalmente) y las sentencias diferenciadas (y al parecer abiertamente discriminatorias) si el sujeto de investigación es rico o pobre.

La semana también estuvo marcada por información de la evaluación —realizada por una consultora externa— de las metas de gestión de fiscales y funcionarios del Ministerio Público del país (que ojo, tienen incluso jornadas laborales bastante más cortas que el resto de los funcionarios públicos), cuyo resultado al parecer, no era el esperado para los evaluados. Se imagina usted diciendo que no puede ir a su lugar de trabajo sin justificación como al parecer sucedió en el caso del fiscal que debía presentarse aquella noche fatídica en la que “este señor miembro de las familias ricas de la farándula” (como lo llamó la juez encargada de sobreseerlo) fue acusado por actos delictuosos. Que pasaría si usted no está de acuerdo con la evaluación de su superior.

¿Podría llamar a presionar a las autoridades, a través de paros de sus labores, requiriendo conversaciones con el Ministro que regula su área o su homólogo en el sector privado y al final del día, amenazando que si no se anula la evaluación todo el país se irá a huelga? Realmente una locura lo que está pasando en ese nivel en Chile. Esto no sólo huele a podrido institucionalmente, sino y más importante aún, esto ha acarreado un problema mayor sobre la credibilidad de las instituciones.

Peor todavía, de la propia autoridad, quien aún con evaluación, termina haciendo vista gorda de ella y entregando el “premio gordo” (equivalente a un sueldo y medio más por año, según una radio de sintonía masiva) que tan connotados servidores públicos merecen. Por otro lado, el lector podrá decir qué hace un economista opinando de esto, que al parecer no es más que una anécdota que convoca a los miembros de la farándula (incluido los medios, principalmente televisión), “los gremios del sector y sus profesionales (PLOP)” y las autoridades gubernamentales. Bueno, si tiene mucho que ver y no sólo para mí, sino también para todos los “tax-payers” y para la gente común que debe someterse a esta ejemplar justicia y forma de admistrar el Estado.

Con este episodio la credibilidad (una vez más) de la gestión del sistema de evaluación de las instituciones públicas, ejecutivos y sus funcionarios está en el suelo, lo que se agrava con la rápida respuesta de las propias autoridades que actúan aceptando demandas de los grupos de poder particulares (de todos los niveles de esas agencias impartidoras de justicia) Además, los gastos del sector público —que son financiados con los pesos que usted y yo pagamos por concepto de impuestos al momento de comprar pan, leche y combustible— son precisamente los pesos que luego se desvían para pagarle a la consultora externa cuyo trabajo termina en el basurero, para premiar a estos abnegados y funcionarios estrellas y a las instituciones que según sus propios actores, están haciendo mal su trabajo.

Por cierto, una opinión aparte merecen los fiscales y sus bulladas investigaciones y sentencias (por ejemplo, el caso de rebajas de impuestos a Johnsons que todavía salpica a las autoridades de turno) y que para guinda de la torta, alimentan también la farándula con actos como aquel del fiscal regional de Valparaíso explicando a los medios que luego del fracaso de la investigación (financiada con fondos públicos) que llenó la televisión en febrero pasado, llevaría a los tribunales a la mujer que acusó a ese personaje televisivo. Bueno, el sueldo de estos fiscales pro-pantalla también los pagamos usted y yo.

¿Qué podemos hacer entonces “los tax-payers” para exigir que se haga bien el trabajo? Negarnos a pagar impuestos no se puede. Entonces, simplemente no sé, sólo se me ocurre….please, algo de dignidad y menos actos teatrales en TV. Y de justicia no hablo ya que soy un ignorante.

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