Alicia Gariazzo, Socia de CONADECUS
El verano chileno fue un desborde de alegría. Los festivales se multiplicaron, los bares, playas y discoteques se colmaron. Viña del Mar, que se ha convertido en un balneario popular, repletaba sus calles con familias enteras que venían de todo el país a disfrutar del “carrete” viñamarino donde la noche era día y el gasto incalculable. Los chilenos que viajaron dentro del país llegaron a la cifra récord de 8,5 millones. Tres millones más que en 2010. Hubo un aumento de 6 % en los flujos internos entre diciembre y febrero comparado con el mismo período en 2012. “Los turistas nacionales hacen visitas cortas en los fines de semana y gastan más que si viajaran quince días”, comentaba el director del Sernatur, refiriéndose a Viña del Mar, Valparaíso y Petorca.
El viceresidente de la Cámara de Comercio de La Serena agregaba que en este verano en su región, las ventas aumentaron en un 30% en relación a 2012, con “un gasto promedio diario de alrededor de $40.000 por persona”. Para imaginar lo que se gastó, sólo basta multiplicar el precio de una cerveza por la cantidad que los jóvenes toman entre jueves y domingo el resto del año.
El mensaje es que, este gasto inédito, es posible debido al buen manejo de la economía lo que la ha hecho crecer y generar empleo. Un 5,96 % de desocupados se considera prácticamente pleno empleo.
Los ingresos de la mayor parte de las familias chilenas no han aumentado en la proporción necesaria para justificar este gasto desenfrenado. Gasto, que tiene una importancia mínima dentro de la enorme carga de los gastos en educación, salud, transporte, protección y apoyo a los adultos mayores que tienen pensiones miserables y sobre todo a los discapacitados y enfermos terminales que están a cargo de sus familias. En promedio, el INE informa que las remuneraciones promedio crecieron en 2012 en un 6,3 %.
Según la Casen 2011, aún había ese año, un 2.8 % de chilenos en extrema pobreza, un 14,4 % en pobreza y el ingreso familiar promedio era de $ 800.274. Ocho deciles, es decir un 80 % de la población chilena, recibía entre 0 y $ 886.986 mensuales. Si durante 2012 los ingresos familiares hubiesen subido un 10 %, el ingreso familiar promedio actual sería de alrededor de $ 880.000 y los ocho deciles más pobres recibirían entre 0 y $ 975.684.
Es esta población la que se ha incorporado al veraneo en las playas del Centro de Chile, que es fan del Festival, de los espectáculos donde viene Madonna, Lady Gaga, Justin Bieber y otros similares. Viajan días para verlos, pagando entradas de alto costo, gastando en traslados, alojamientos y sobre todo bebidas. Satisfacer este gasto con sus ingresos declarados es imposible.
Una forma de solventar este mayor gasto es el crédito no bancario, disponible para todos y no regulado.
Según la SBIF, hay 15 millones de tarjetas del retail en el mercado cuyo no pago se castiga sólo con Dicom. Los acreedores no pierden, porque como nos enseñó La Polar, a los deudores morosos se les aumentan los intereses con lo que sube el valor de las acciones. Lo que pierden por no pago, lo ganan por la vía bursátil o lo cobran a las aseguradoras. Por algo Horst Paulmann, el rey de las tarjetas, en marzo 2013, llegó al lugar 114 de los hombres más ricos del mundo, según el ranking de Forbes, sobrepasando al tradicional Grupo Matte y también a los Solari, otros expertos en tarjetas, recién ingresados al ranking.
No cabe duda que el negocio es bueno, porque cada día aparece una nueva tarjeta con una agresiva propaganda. El que rechaza endeudarse es mirado con desprecio por la dependiente que recibe comisión por el número de tarjetas que embute a los incautos. Y los incautos son los grupos más vulnerables, los C2 y C3, ya que no hay nada más atractivo que no resistirse a la publicidad agobiadora y comprar sin pagar.
Pero ¿a cuánto pueden llegar estos créditos? Un estudio de la consultora Creditaria en 2011 concluyó que los hombres que tenían rentas de $ 542.863 tenían créditos por 8,7 veces su renta y las mujeres que ganaban $ 331.594 los tenían por un monto equivalente a 6,7 veces la suya. Es decir el poder adquisitivo mensual de los hombres era de $ 4.722.908 y el de las mujeres $ 2.221.680, pero hay que considerar que en dichos montos no sólo está considerado el crédito de consumo, sino también el hipotecario y el automotriz.
Con buena voluntad, se podría llegar a aceptar que el mencionado gasto desproporcionado en diversión, se financia con las tarjetas no bancarias en los sectores que ganan entre 500 y 900 mil pesos, pero en los sectores con empleo precario, en los subempleados, en los que ganan el salario mínimo, en los cinco deciles más pobres, este crédito no logra explicarlo.
El éxito del modelo neoliberal