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Análisis: Conflicto Bolivia y la opción de retirarnos del Pacto de Bogotá

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Si queremos eliminar toda posibilidad de judicializar el tema con Bolivia, la movida es simple y de bajo riesgo para Chile. Basta con seguir los pasos de Colombia y retirarse del Pacto de Bogotá.

La argumentación sería la simple: Debido al retiro de un país gravitante en la zona sudamericana y debido a la no observancia, por parte de Bolivia, de un artículo importante para la relevancia del Pacto, no tiene sentido seguir subscribiendo un pacto inmaterial cuya aceptación es arbitraria por parte de los Estados firmantes.

Con esta movida, gana Piñera (a la gente le va a gustar esa acción contundente) y Chile (como país) no pierde nada.

No se pierde nada, porque a lo único que nos obliga el Pacto de Bogotá es a la competencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) “por defecto”. Sin subscribir el pacto, y en caso de conflicto con otro estado, siempre podríamos recurrir a la CIJ de
acuerdo con la otra parte. Al retirarnos del Pacto, la competencia de La Haya queda determinada en base al acuerdo de las partes, no estando obligados a aceptarla, dado que tenemos un tratado vigente con Bolivia hace unos 120 años.

Sin embargo, desde el punto de vista de la negociación y asumiendo que nuestro caso judicial (en lo referente a soberanía) está sólido, lo más conveniente es ir a la CIJ. Si vamos a la Corte y esta falla a nuestro favor, es el cierre definitivo a los intereses de Bolivia en cuanto al acceso al mar con Soberanía. En ese caso, nuestra posición negociadora futura se vería tremendamente fortalecida.

Por lo tanto, para Bolivia, ir a la CIJ es una jugada de alto riesgo. Por esta razón es altamente probable que nunca vayan efectivamente a la Corte o que vayan con un caso menor (incumplimiento de Tratado) que no tenga que ver con el fondo (Soberanía). Eso, con el objeto de mantener a la masa electoral permanentemente activada. Si demandan por un tema menor, para el pueblo Boliviano se trata de una demanda contra Chile, suficientemente bueno para Evo Morales. Nadie en Bolivia entenderá que se trata de un tema menor.

Una acción de Bolivia que sustenta la hipótesis de que efectivamente están sólo “señalizando” pero que no hay intención real de ir a la CIJ para invalidar el tratado, es su reciente “retiro de la reserva” del artículo VI del Pacto de Bogotá. Si de verdad
Bolivia estimara que el tratado no es válido y que, por lo tanto, se trata de un tema no resuelto con Chile, no era necesario hacer este “retiro” para llevar el caso a La Haya. Al hacerlo sin embargo, confirman que existe un tratado vigente y que se trata de una cosa resuelta entre ambos estados. Con esta movida, cualquier asunto judicial respecto del tratado sería enmarcada en un arbitraje en cuanto al cumplimiento de las partes (derechos comerciales, construcción y mantenimiento del tren Arica-La Paz,
tránsito de cargas, etc) pero no en cuanto al fondo del mismo (límites, soberanía).

El único riesgo para Chile de ir a la CIJ es que exista jurisprudencia en cuanto a redefinición de tratados limítrofes por cuestiones de incumplimiento comerciales de tratados (asumiendo que hemos incumplido el tratado) y que además la CIJ hubiera
fallado en esos casos en contra de la continuidad geográfica de las naciones. Ambas cosas muy poco probables, pero no necesariamente imposibles.

De cualquier manera, la jugada de menor riesgo para Chile (y de mayor beneficio para su presidente en ejercicio) es la de retirarse del Pacto de Bogotá. Coincidentemente, es la movida de mayor beneficio para Bolivia también, porque de esta manera se asegura de que el conflicto (que ha sido electoralmente rentable para todas las autoridades de turno) se extiende casi indefinidamente.

El problema de retirarnos del Pacto, es que extendemos el conflicto de manera indefinida con Bolivia. Es una buena solución de corto plazo, pero no tan buena en el largo plazo. En este caso, la estrategia dominante en el futuro es 1.-) Respetar el tratado hasta la última letra y 2.-) Tener un ejército sólido y potente para defender la soberanía.

Por Daniel Contreras. Gerente General de Falcon.

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