Miguel Márquez, Comando Presidencial Marco Enriquez-Ominami 2014
Pablo Longueira es el sexto ministro de Energía de facto en menos de 3 años. Siete en estricto rigor, si agregamos a Marcelo Tokman, miembro del CADE (Comisión Asesora para el Desarrollo Eléctrico) del gobierno actual. Todos comparten un modelo de desarrollo eléctrico que desde el punto de vista energético, de la competitividad, y ni qué decir de la sustentabilidad, clama por su cambio. El ministro Bunster podrá seguir ejerciendo, pero luego de sus errores, es Longueira quien se encargá de la pega relevante, pese a desmentidos.
Conocido su prontuario privatizador, el nombramiento de Longueira tiene tres propósitos inmediatos: imponer la “agenda eléctrica” de las grandes eléctricas, “reparar” errores técnicos de parte de los fugaces Ministros que se han sentado en el sillón ministerial y, finalmente, amarrar ciertos nichos estratégicos con medidas irreversibles a meses de una próxima elección presidencial.
Sólo cabe a ilusos afirmar en este contexto que Chile tiene política energética. O a los francamente comprometidos con el modelo. Con este modelo. El gobierno actual reprueba en energía: Chile es más vulnerable y dependiente, posee una energía cada vez más cara, el aumento de precios de la energía es sostenido y la carga de ésta en los presupuestos familiares y Pymes se acrecienta. Somos menos competitivos según empresarios mineros, los proyectos se judicializan, las cuencas y territorios comienzan a mostrar signos evidentes de agotamiento y el fomento de las opciones sustentables son meros saludos a la bandera.
También en ese contexto, la obscena colusión entre consorcios y cadenas de la prensa nacional (dos) y “expertos” -casi todos del CADE-, de eléctricas o energéticas, resulta grosera e impúdica. Titulares y editoriales de estas cadenas pregonan a ritmo de letanía: cortes de suministro a la vuelta de la esquina; sugerencias de todo tipo voceadas por responsables de megaproyectos; livianas entrevistas a ex Presidentes de países vecinos involucrados en juicios por corrupción; cuestionamiento a las causas e incluso el fenómeno mismo del cambio climático; lo caras que son las renovables; pomposos anuncios de medidas y eventos relacionados con el uso eficiente de la energía que ni siquiera rasguñan la matriz energética; insistentes prestaciones de técnicos y académicos nacionales a favor del lobby nuclear, y una larga lista de etcéteras, que resultan francamente irritantes, por lo falsas, orquestadas, erróneas y desinformadoras de la realidad energética nacional e internacional.
El nombramiento de Longueira como ministro de Energía de facto es acorde a las circunstancias: les queda poco y deben amarrar carreteras eléctricas, interconexiones y megaproyectos. Paradójicamente además, lejos de jugarse en el ámbito técnico como siempre han defendido los técnicos y expertos del CADE, de la Alianza y pías Universidades, se la jugarán en el ámbito político –léase Parlamento– relegando al consumidor y al ciudadano a la categoría de rehén al que nos han conferido las reglas del juego de un modelo de desarrollo energético implantado por más de cuatro décadas.
Mal, todo mal: la energía de última hora, es cara, impopular e ineficiente, Ministro Longueira. Eso si, la pagaremos todos los que estamos al frente. O sea la mayoría. Las reglas del juego de los mercados energéticos deben ser cambiadas. Y sus ministros de facto y defensores del modelo también, para beneficio del país, del medio ambiente, de los ciudadanos y, también, de las empresas eléctricas y la industria nacional, pero sobre bases más justas, equitativas y sustentables.
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