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Tenso primer «round» entre Bachelet y la CPC: la candidata dejó en claro que se acaba el FUT como parte de una reforma tributaria

Tenso primer «round» entre Bachelet y la CPC: la candidata dejó en claro que se acaba el FUT como parte de una reforma tributaria

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Héctor Cárcamo
Por : Héctor Cárcamo Periodista El Mostrador Mercados
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Escoltada como si ya fuera Presidenta de Chile nuevamente, Michelle Bachelet llegó ayer 25 minutos antes de las 10 de la mañana a la casona de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), en Sótero Sanz en la comuna de Providencia.

Una comitiva de media docena de personas —la mitad de ellos con audífonos interconectados— y carabineros en la calle cuidando su integridad, más medio centenar de profesionales de los medios de comunicación siguiéndola.

La expectación era alta. Primera vez que visitaba la CPC como candidata y en esta ocasión lo hacía en condiciones distintas a la relación que tuvieron entre 2006 y marzo de 2010. En esta oportunidad, Bachelet es respaldada por el PC, su triunfo parece cosa de tiempo y, lo principal, su programa deja atrás la agenda conservadora de hace ochos años, al menos en el plano económico.

EL ROL DE ARENAS

Junto a ella Alberto Arenas, “El Negro”, economista que manejó la Dirección de Presupuestos (Dipres) en su gobierno y fue subalterno de Andrés Velasco. Arenas es cuestionado entre algunos economistas y por el mercado, que prefiere a José De Gregorio o René Cortázar, por ser más cercanos, más confiables, más del mundo empresarial, más moderados.

También es cuestionado por ser el responsable de la propuesta de reforma tributaria que tiene inquieto al empresariado, pues elimina el FUT y eleva de 20 % a 25 % el impuesto a la renta que pagan las compañías (aunque baje a 35 % el tope del global complementario que pagan como personas, dueñas de esas empresas).

Lo más controversial es la propuesta de eliminar en cuatro años del FUT —el registro de platas (utilidades) no retiradas de las empresas y que por ende, nunca pagó impuestos— que acumula casi US$ 250 millones (un PIB completo) y en teoría adeuda US$ 50 millones en impuestos al Estado.

Arenas ya había sido testeado por el empresariado cuando asistió al Centro de Estudios Públicos (CEP) hace tres meses para hablar del programa de Bachelet. Aún no se desarrollaban las primarias y Arenas, dicen los que asistieron, dejó muchas preguntas pendientes.

A Bachelet y su asesor los recibieron los representantes de los gremios más poderosos del país: la banca, la agricultura, la industria, la construcción, el comercio y la minería. Al frente de ellos, Andrés Santa Cruz, antiguo presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA).

Bachelet llegó de rojo, pequeña, sonriente, formal. Andrés Santa Cruz, caballero, sobrio, serio pero cordial. Le sostiene el abrigo cuando lo requiere.

La formalidad estuvo presente más que nunca. Con Velasco al lado, sin quinceañeros en las calles, Bachelet daba confianza. Con Arenas y el ruido de la asamblea, hay dudas.

Algunos segundos para imágenes y luego la conversación a puertas cerradas. Lo central, a todas luces, es la reforma tributaria que pretende recaudar US$ 8.200 millones, destinados a financiar, principalmente, la educación gratuita universal y el déficit fiscal que dejará el gobierno actual.

EL FUT SE ACABA

El fin del FUT es como jugar futbol sin pelota para los empresarios. Es lo que el modelo neoliberal enarbola como causa madre para la inversión que se ha generado desde los ‘80.

Casi dos horas adentro y sus escoltas caminan rápido. Practican varias veces la apertura de la puerta para cuando ella salga. Bachelet aparece con Santa Cruz a un lado. Ambos sonríen, con respeto, pero es como un matrimonio por conveniencia. No hay amor. Arenas, junto a Fernando Alvear, el gerente general de la CPC, miran desde un costado. Todos serios.

“Hemos concordado que nuestra mirada tiene que ser la mirada de un Chile mejor, donde el progreso y el crecimiento sean factor fundamental, pero que este sea que todos los chilenos perciban y esté a su alcance. Yo creo que eso en general ha sido la reunión, y por lo tanto ella dará su versión al respecto”, dice escuetamente Santa Cruz.

El mismo que tres meses atrás vociferaba con dureza que la reforma tributaria propuesta por Bachelet-Arenas generaba incertidumbre para la inversión.

Bachelet toma la palabra con calma y explica la reunión como si no fuera la CPC el lugar de donde acaba de salir. Todo bien, muchos acuerdos, pocas diferencias. Cada uno dijo lo que pensó.

Pero deja claro que hay diferencias, y serias, esta vez. Asegura que fue una reunión “franca” y “clara”, lo que en chileno implica “una reunión tensa”, sin consensos. Luego adelanta que les hizo ver a los dirigentes gremiales que su gobierno será responsable, mantendrá las cuentas fiscales ordenadas, no como el actual, según se encarga de decir, con otras palabras, al menos dos veces en su alocución.

Les da en el gusto diciendo que solucionará la problemática energética, tema que quedó en el limbo con Piñera, y que Bachelet se encarga de recordar cuando afirma que la institucionalidad ambiental en materia de aprobación de proyectos energéticos “se ha lesionado en los años recientes”, clara alusión a la central Barrancones, que Piñera echó abajo llamando al máximo ejecutivo de la empresa en Chile, tras un llamado público del ahora fallecido Felipe Camiroaga.

También confirma que cree en el crecimiento como elemento clave para el desarrollo de país.

EDUCACIÓN GRATIS EN 6 AÑOS

Pero también está el garrote. Al parecer, no ha retrocedido mucho en su propuesta tributaria. Y se encarga de poner los motivos de su imperiosidad, arriba de la mesa, en particular la necesidad de implementar en seis años la educación gratuita universal y la solución al déficit fiscal.

“…Evidente, así lo hemos planteado también, es que para muchas de estas cosas necesitamos una reforma tributaria, para aumentar los ingresos permanentes del Estado y así financiar en forma fiscalmente responsable la reforma educacional, otras prioridades de la protección social y el déficit estructural que va a heredar la futura administración. Y creemos, y así lo hemos señalado también, que una reforma tributaria bien estructurada, con los incentivos bien puestos y diseñados, con una aplicación paulatina, no es antagónica con mantener el objetivo que compartimos, que es el crecimiento económico”, declara, respondiendo a la crítica pasada de Santa Cruz sobre el efecto de estas medidas en la economía.

De paso, Bachelet ataca el corazón de los problemas del sistema de impuestos. “Hemos manifestado que la reforma tributaria busca que después de aplicar impuesto la distribución de ingreso efectivamente mejore y no como ocurre hoy”.

Su punto más político lo hace al cierre, recordando a los empresarios que la gestión desde La Moneda no es sólo que el país crezca y que haya aplausos desde afuera. También requiere la paz social, lo que implica cambios urgentes.

 “Yo estoy segura, y así lo he sentido después de la reunión, que compartimos con este grupo de empresarios la urgencia y la voluntad de aportar a la construcción de un país con menos desigualdad, que nos parece que no es sólo, como decía al comienzo, lo justo, lo necesario, sino que más indispensable si realmente queremos avanzar a ser un país desarrollado e inclusivo. Y nuestro compromiso es trabajar para mantener el crecimiento, con reglas claras, con responsabilidad fiscal, pero también con gobernabilidad, porque creo que es lo que los chilenos y chilenas y todos los que vivimos en esta patria queremos y esperan de nosotros”, indicó.

Y si no es suficiente, termina de justificar la reforma tributaria, recordando que de ese tipo de cambios, ella está impoluta, por lo que ahora le toca. “Yo creo que en mi gobierno fue el único en que no hice reforma tributaria, todos los otros hicieron y yo creo que, tal como aquí se ha dicho, lo que importa siempre son las reglas claras… y obviamente las decisiones responsables, las iniciativas que incorporan la mirada de cómo las empresas se pueden ajustar a los cambios necesarios para que  cualquier tipo de medidas signifiquen medidas que hay que tomar, pero que a la vez signifiquen que podamos seguir creciendo en la economía, generando empleos mejores y a la vez hacernos cargo de una tarea central que también tiene un factor económico principal, que es derrotar la desigualdad”, enfatizó.

Santa Cruz la escucha y responde incómodo a los periodistas que le insisten para que repita las críticas de antaño. Sin embargo, el nuevo líder de la CPC, sabe que está frente a la próxima mandataria y que tiene popularidad incombustible.

“Lo que nosotros hemos manifestado es que las reglas claras y estables en el tiempo es lo que nos preocupa, y en la medida que tengamos reglas claras y estables, el empresariado siempre ha sabido y va a saber trabajar con ellas”, indicó.

Antes, para salvar la posición, ratifica que no quieren que se les mueva el FUT. “Nosotros lo que le hemos manifestado es lo que siempre hemos dicho: a nosotros nos preocupa sin ninguna duda de evaluar cuáles son las necesidades, cuantificarlas, preocuparnos de la eficiencia en el gasto y que los aumentos, si llega a determinarse que haya aumentos de impuestos, estos aumentos de impuestos tengan ojalá el menor impacto en el crecimiento, que es de lo que hay que preocuparse, y le he manifestado que en el tema relacionado con el FUT, nosotros vemos que ha sido un buen instrumento que ha permitido el ahorro de las empresas, y por lo tanto nuestra opinión al respecto es que es una alternativa que hay que evaluar”, dijo.

Aunque sí destaca como un logro el que llegaran al acuerdo con Arenas y Bachelet de que “lo que debe predominar son las decisiones técnicas, y por lo tanto hay que intentar congeniar los mayores recursos que eventualmente se determinen que hay que ocupar, con medidas que no traigan aparejados problemas con el crecimiento, y por ende todo lo que significa tener un país que crece y que es el círculo virtuoso para que todos vayan teniendo mejores condiciones de vida”.

Luego de la miniconferencia de 5 minutos, Bachelet parte rauda, sube a la camioneta con Arenas, el más probable nuevo ministro de Hacienda, que esta vez no hablará, como todos los periodistas —que esperaron dos horas sin café— creían.

Se queda en su casa Santa Cruz, y le da cinco minutos más a los periodistas. Allí, más en confianza, con más sangre, agrega que con Bachelet cada uno hizo ver sus posiciones. Que lo que había dicho es que la falta de claridad sobre las medidas que se pretenden implementar es lo que causa incertidumbre, y que en la reunión hicieron ver que lo que les preocupa es que un alza de impuestos no afecte la inversión y que en el caso del FUT eso puede tener efectos importantes a las pequeñas y medianas empresas.

Y reconoció que en la reunión no reiteró sus dichos sobre el salto al vacío que implicaría hacer una asamblea constituyente.

También reveló parte de la conversación con Bachelet: que la candidata ratificó que con la reforma tributaria pretende recaudar “cerca de un 3 % del PIB” y que ellos le hicieron preguntas al respecto para aclarar dudas.

Y deja echada la sensación ambiente: la distancia entre los planteamientos de uno y otro. “No era una conversación donde teníamos que llegar a acuerdos”.

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