Eugenio Rivera, Director Programa de Economía Fundación Chile 21
De forma que parece coordinada, los dos principales medios de prensa escritos del país anunciaron con grandes titulares los resultados de un estudio sobre la tasa se reemplazo que aseguraría el sistema de pensiones (esto es la relación entre los ingresos a lo largo de la vida activa y el monto de las pensiones).
El análisis está financiado por la Asociación de AFPs. Eso plantea inquietudes respecto de la imparcialidad del estudio. Este es el típico tema sobre el cual deberían existir fondos públicos para que fueran realizados por las universidades. Es probable que algunos señalen que el presente estudio forma parte de la gran inversión publicitaria que hacen las AFPs para defender el sistema actualmente bajo fuerte crítica por parte de la ciudadanía.
Desde el punto de vista metodológico, el estudio comete un grave error al hablar del “sistema chileno” de pensiones. No distingue las tasas de reemplazo que asegura el sistema público de las que asegura el sistema privado de pensiones.
En Chile un importante sector de la población recibe la pensión solidaria del sistema público solidario financiado con recursos públicos principalmente (con un aporte variable de las personas que tiende a ser menor) que asegura altas tasas de reemplazo, pues favorece a quienes no han cotizado a lo largo de su vida o lo han hecho durante un período muy corto. Del mismo modo, para personas que han cotizado pero que reciben pensiones base menores a 266 mil pesos existe el Aporte Previsional Solidario, entregado también por el sector público, que permite acceder a un aporte monetario mensual, financiado por el Estado, con lo cual se aumenta el monto de la pensión final. Estas personas, también presentan altas tasas de reemplazo. Pero estas altas tasas de reemplazo no tienen nada que ver con el sistema de AFPs.
El caso de las pensiones anticipadas no es relevante, pues el estudio no señala el Ahorro Previsional Voluntario con que estas personas contribuyeron por encima de la cotización obligatoria. Esto puede reflejar que no se accedió a la información, pero no aclararlo representa otro serio error metodológico.
No obstante, el principal error metodológico que comete el estudio es que compara la tasa de reemplazo de varios países como son los Estados Unidos y Nueva Zelandia y el promedio de los países de la OECD en que la tasa de reemplazo deriva de comparar el promedio de las pensiones con el ingreso de los últimos 10 años (independiente del número de años trabajados, más allá de un determinado límite) con la de Chile aplicando un método que representa un cálculo totalmente distinto, esto es las pensiones promedio con los ingresos recibidos en el período en que existen cotizaciones. Se están comparando peras con manzanas.
Es por eso que el estudio llega a conclusiones sorprendentes: mientras que la OECD tiene una tasa de reemplazo de 64,5 %, en Chile el sistema privado excluidos los que reciben pensiones solidarios o aportes solidarios en torno al 80 % en el caso de los hombres y en torno a 60% en el caso de las mujeres. Esto significa que según el autor del estudio Chile está mejor que el promedio de los países desarrollados que convergen en la organización internacional indicada.
Son sin duda necesarios estudios imparciales que analicen en profundidad el tema. No obstante, tomando los criterios de la OECD, la tasa de reemplazo en el sistema privado de pensiones (esto es excluido el sistema público) se ubica entre un 30 y un 50 % variando según el género de lo(a)s afiliada(o)s.
Entre las principales conclusiones que se pueden extraer del estudio es que el sistema privado de pensiones se encuentra en una grave crisis, pues está pensado para individuos que cotizan a lo largo de entre 35 y 40 años, mientras que el estudio deja en evidencia que los hombre cotizan un poco más de 19,8 años y las mujeres sólo 15,7 años a lo largo de su vida. Más aún, en el caso de las mujeres, si se toma en cuenta quienes han cotizado un año el promedio de años de cotización alcanza 6,2 años.
Más allá del estudio, en los últimos 8 años a julio de cada año, la rentabilidad de los distintos fondos ha alcanzado un promedio cercano al 3,9 %; se trata de una cifra muy por debajo del 5 % de rentabilidad promedio que se considera necesaria para lograr una tasa de reemplazo superior al 70%. Más aún, hoy las aseguradoras garantizan una utilidad de 2,9 % al contratarse una renta vitalicia. Son esos problemas de rentabilidad los que contribuyen a explicar las bajas pensiones que entrega el sistema. Lo que está en cuestión es en consecuencia las bajas rentabilidades que asegura el sistema de AFPs que era donde radicaba su gran ventaja comparado a las alternativas. El aumento de las regulaciones como efecto de la gran crisis financiera internacional hará que estas rentabilidades bajen aún más. Es esto lo que ha llevado a Robert Holzmann, otrora un gran admirador del sistema de AFPs y que ha trabajado en el BM y FMI, a señalar con gran agudeza:
“Las recientes y en marcha fuertes fluctuaciones de los precios de los activos, la posible inexistencia de un activo de riesgo cero (es decir, bonos del Estado), y la probable "nueva normalidad" futura de baja rentabilidad real de los activos durante un período de tiempo prolongado crea una inmensa incertidumbre para los individuos, los responsables políticos y los profesionales de fondos de pensiones; más críticamente formulado, todo esto plantea la cuestión de la magnitud futura del pilar financiado (en comparación con los pilares sin financiamiento) y, posiblemente, incluso su propia existencia … Hay una cierta evidencia reciente de que incluso en países como Chile, las tasas de rendimiento esperadas de los activos financieros no superarán, necesariamente, la tasa de crecimiento de los salarios, que los sistemas no financiados, son capaces de pagar”.