La extensa batalla de la Argentina con un pequeño grupo de acreedores, en la que estos últimos ganaron una importante decisión judicial esta semana, resalta una cuestión crucial en la gestión de las crisis financieras y económicas: qué hacer cuando un país no puede o no quiere pagar sus deudas.
El caso de la Argentina se remonta al año 2001, cuando una seria depresión económica no le permitió al gobierno hacer pagos por unos US$95.000 millones en bonos. Los tenedores de más del 90 por ciento de la deuda aceptaron nuevos bonos por un valor aproximado de 30 centavos de dólar, pero un grupo de acreedores terminó apostando a que podrían obligar al gobierno a pagar más por el resto. La semana pasada, la Corte Suprema de Estados Unidos en efecto respaldó a los bonistas: si el gobierno quiere seguir haciendo pagos de la deuda reestructurada, también les debe pagar a ellos.
La decisión puede complicar aún más lo que ya es un problema de coordinación muy difícil. Cuando un país soberano enfrenta serias dificultades de pago, la mejor opción para el bien común es encontrar una manera ordenada de reducir la deuda y colocar al país en el sendero de la recuperación económica. A las partes involucradas, sin embargo, normalmente les resulta difícil acordar sobre lo que constituye una distribución "justa" de la carga. Los acreedores privados prefieren ser rescatados por los gobiernos y organizaciones como el Fondo Monetario International que aceptar pérdidas sobre sus inversiones. Los grupos pequeños de acreedores privados aspiran a conseguir mejores acuerdos a expensas de la mayoría. Y los acreedores públicos odian ver cómo su respaldo excepcional es utilizado para pagarle a acreedores privados que subestimaron los riesgos.
La tarea de sellar acuerdos e implementarlos suele recaer en agentes externos como el FMI, que pueden ofrecer financiamiento de emergencia a los gobiernos. Como demostraron las intensas negociaciones en torno a la reestructuración de la deuda de Grecia en 2012, esto les exige lidiar con algunas cuestiones polémicas y tomar decisiones difíciles. ¿El gobierno es insolvente o simplemente atraviesa una escasez de efectivo temporaria? ¿Cuánto puede pagar realmente y cuándo? ¿Cómo navegar las complejidades de los acuerdos de reestructuración globales que involucran a varias jurisdicciones? ¿Cómo verificar e implementar el cumplimiento entre todas las partes involucradas, acreedores y deudores?
Según informes de prensa, el FMI está buscando una mejor manera de gestionar este tipo de crisis. En el pasado, muchas veces se encontró restringido a dos opciones: rescatar a los acreedores privados o exigirles que asuman pérdidas inmediatas. Las autoridades están considerando una tercera opción, en la cual se extiende el vencimiento de la deuda pendiente mientras el gobierno sortea sus dificultades financieras con la ayuda y el asesoramiento del FMI.
El término medio propuesto por el FMI se remonta a la exitosa reestructuración de la deuda uruguaya y, antes que eso, a los paquetes de "dinero fresco" que los bancos tuvieron que adoptar en las crisis de deuda latinoamericanas de los años 1980. La idea es simple y a la vez extremadamente poderosa: mantener a los acreedores existentes involucrados de manera que todas las partes puedan contribuir a una solución ordenada, bien coordinada y favorable al crecimiento. Si bien la implementación puede parecer difícil, también tiene la importante ventaja de otorgar tiempo para recoger información apropiada, evaluar la situación y alcanzar soluciones pertinentes -algo que muchas veces resultó deficiente, complicando así el proceso de gestión de la crisis.
El objetivo final es encontrar estrategias creativas y factibles para fomentar lo que los teóricos llaman un juego de cooperación, a diferencia de una situación en la que los intereses enfrentados buscan maximizar sus beneficios individuales sin preocuparse por el resultado colectivo.
Los rescates del sector privado son difíciles de implementar con fluidez. Los rescates del sector público son impopulares e injustos. No implementar ni uno ni otro deja a los países y sus ciudadanos en una situación más desfavorable. La prevención de la crisis es, por supuesto, la mejor manera de evitar estas disyuntivas. Donde falla la prevención, con suerte los esfuerzos del FMI ayudarán a obtener mejores resultados.
(Mohamed El-Erian es el principal asesor económico de Allianz SE y autor de "When Markets Collide", un éxito editorial que ganó el premio Mejor Libro de Negocios del Año Financial Times/Goldman Sachs en 2008)