En la proyección del comportamiento de la economía chilena para el año 2015 cobra especial relevancia la evaluación del momento cíclico en que se encuentra nuestro país. En este sentido, ha sido dominante la opinión de que la brecha entre el PIB potencial y el efectivo se ha ampliado producto de la desaceleración de los últimos trimestres.
Una implicación de lo anterior es que bastaría con una recuperación de la demanda agregada –por políticas de estímulo o recuperación de la confianza– para volver a crecer sobre el 4%. Otra implicación es que la inflación debería converger rápidamente a la meta, e incluso caer por debajo de esta, al absorberse el shock transitorio producto de la depreciación del peso. Finalmente, de no aplicarse políticas de estímulo o mantenerse bajas las expectativas, en el corto plazo debiéramos observar un importante aumento en la tasa de desempleo.
Mi estimación del crecimiento de largo plazo de la economía chilena es 3,8%, aproximadamente medio punto porcentual inferior a la del consenso actual. Pero como no es poco usual que los economistas nos equivoquemos en nuestras estimaciones, parece más relevante evaluar hasta qué punto la dinámica que ha tenido la economía chilena en los últimos trimestres respalda la existencia de una brecha más cerrada de lo que se piensa. En este sentido, se debería observar una profunda desaceleración, baja tasa de desempleo y elevada inflación, que es lo que ha estado ocurriendo y sorprendiendo a los analistas.
Con base en lo anterior, junto con un escenario internacional con importantes incertidumbres para los países emergentes y productores de materias primas, estimo un crecimiento de 3% en 2015. Con este crecimiento se debería anticipar un moderado aumento en la tasa de desempleo, que promediaría 7% el próximo año.
En cuanto a la inflación, la baja del precio del petróleo ayudará a una convergencia más rápida hacia la meta. Sin embargo, la estrechez de las holguras de capacidad, en especial en el mercado de trabajo, determina proyectar que la inflación se ubicaría en 2,8%, levemente por debajo de la meta. Tampoco habría mucho espacio para una política monetaria más expansiva, particularmente si, como se espera, la Fed comienza a aumentar su tasa de referencia a mediados del próximo año. Finalmente, se ha enfatizado mucho acerca de la depreciación del peso producto de bajas en la tasa de política y en el precio del cobre. Sin embargo, considero que estos efectos serían compensados, al menos parcialmente, por la baja en los precios del petróleo y el mayor gasto fiscal, con lo que el tipo de cambio cerraría en 2015 en torno a $620 por dólar.
Alejandro Puente
Docente Facultad de Economía y Negocios Universidad Santo Tomás