Publicidad

Mantener bancos a salvo para evitar el dolor a corto plazo nunca funciona

Publicidad


La Cumbre de la UE del pasado mes de junio fue calificada como “cambio en las reglas del juego” y el gran triunfador fue el presidente español, Mariano Rajoy. La Cumbre de la UE de la semana pasada ha sido bien distinta, ya que la unión bancaria que tanto se ha anunciado sigue siendo solo un plan para tener un plan, ya que Alemania y el Club del Norte decidieron que la “condicionalidad” sea parte integrante del compromiso futuro.

Por su parte, la canciller alemana Angela Merkel por fin se decidió enviar un mensaje claro sobre la cuestión clave del legado de deuda: no habrá una inyección directa de los fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a los bancos españoles e irlandeses, lo que significa que Rajoy ha dicho adiós a su vía de escape y la situación ahora se reduce al “dilema del prisionero”; Alemania y la UE se sitúan en un punto en el que Rajoy tiene más que ganar si no hace nada, básicamente la misma posición que mantiene Grecia desde hace años tras la implementación de su primer plan de rescate.

España se encuentra ahora donde Grecia estaba hace tres años: se enfrenta a multiplicadores fiscales negativos ya que cualquier movimiento hacia la austeridad agravará la espiral económica desfavorable. Incluso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que los multiplicadores fiscales son muy superiores de los que había estimado (de 0,9 a 1,7 frente al dato previo de 0,5), lo que significa que el final de la crisis no está cerca. Rajoy lo ha intentado, pero el problema de España es el mismo que el de Grecia y el mismo que en breve tendrá también Italia: un mandato por el cambio impuesto desde las oficinas de Bruselas o Frankfurt por parte de autoridades no electas y a las que no se pueden pedir cuentas no puede durar mucho tiempo. (Además, esto último también es de aplicación a los EE.UU., donde la política no nace en el Capitolio o en la Casa Blanca sino en el edificio Eccles de la Reserva Federal.)

La diferencia entre las cumbres de junio y de octubre de la UE: la campaña de reelección de la señora Merkel

¿Cuál es la principal diferencia entre las cumbres de la UE de junio y de octubre? En junio, la señora Merkel todavía no había iniciado su campaña de reelección. Ahora, ya está en marcha. En octubre de 2012, no solo las elecciones de septiembre de 2013 parecen aproximarse rápidamente sino que además, la oposición socialdemócrata (SPD) ha lanzado a la lucha por la cancillería a quien fuera ministro de economía, Peer Steinbrueck, que ha sido más favorable a la UE que la señora Merkel.

Por lo tanto, la canciller Merkel va a tener que mostrarse más escéptica en torno a la UE en contraposición a la postura del SPD, que apoya el pacto fiscal de la Unión Europea.

En segundo lugar, no puede seguir haciendo caso omiso de sus acérrimos votantes, que siempre fueron escépticos de la UE. Todo ello llevaría un cambio, junto con las consecuencias macroeconómicas previstas.

De aquí a septiembre de 2013, el único objetivo de Merkel va a ser ganar votos, mientras que en junio su meta era mantener el euro con vida a cualquier precio. Cabe esperar por parte de Merkel menos de la UE, y nada de grandes compromisos. Ingresamos a la fase del Nein más que en la etapa de las no-soluciones interminables o del “quizá, pero diseñemos un plan”.

La ventana del Club Med se está cerrando, sin duda la muestra más visible del enorme vacío que separa al presidente Hollande y a la señora Merkel. Hollande culpabiliza públicamente a Merkel de los males que aquejan a la UE, a pesar de que se ha negado a adoptar el pacto fiscal en la constitución francesa, lo que manifiesta una cierta hipocresía.

La señora Merkel tiene por lo menos alguna que otra razón práctica para oponerse a una solución rápida y deshonesta en relación con la unión bancaria, que se supone arrancará en enero de 2013.

Cuestiones más destacadas de la unión bancaria de la UE

La unión bancaria de la UE no puede constituirse en virtud de una decisión pro-forma: también requiere un marco jurídico y práctico. De las implicaciones de una nueva unión bancaria emana una caja de pandora repleta de cuestiones jurídicas.

Por ejemplo: ¿A qué tribunales acudirán los bancos cuando no están de acuerdo con los reguladores paneuropeos y su “policía bancaria”? ¿Al Tribunal de Justicia de la UE? ¿O al tribunal local en el que consten sus accionistas y su personalidad jurídica? Respecto de los accionistas, ¿dónde van a poder elevar sus pretensiones jurídicas frente a los “bancos locales”? Y en última instancia, ¿a quién tendrá que rendir cuentas la unión bancaria de la UE? ¿Al cuerpo de supervisión del BCE o al Consejo de Ministros de la UE? ¿Dónde va a encontrar la UE funcionarios suficientes para elaborar los documentos de estrategia, liderar la implementación y dirigir el modus operandi en aras de garantizar el cumplimiento de la legislación en un contexto transfronterizo y de respetar los plazos en las comunicaciones?

Podría seguir y seguir, pero creo que estaremos de acuerdo en que todo esto no se va a conseguir ni en una semana, ni en un mes ni siquiera en un año a menos que se convierta en una nueva tarea deshilachada de la UE. La idea que subyace a la actuación desesperada de crear una unión bancaria es que mediante la desconexión de estados descapitalizados de bancos descapitalizados, podremos dar un paso adelante. Sin embargo, la única razón real para una unión bancaria es que sea precursora de una unión fiscal plena.

Existen enormes riesgos que será mejor esquivarlos en adelante. Si la UE mina la integridad de la unión bancaria desde el primer día lanzándose con prisa a legislar, corre el riesgo de repetir los errores que los políticos cometieron al crear el euro/la UME en primer lugar: la construcción de una casa sin cimientos y el pensar que más adelante se podrá siempre aplicar un Pacto de Crecimiento y de Estabilidad, para que finalmente nos demos cuenta de que no hay voluntad de ejecución.

En el momento actual, la generación siguiente de políticos europeos corre el riesgo de repetir esos mismos errores, al dar por buena una idea que parece funcionar en teoría pero que debido a problemas en el marco jurídico y de rendición de cuentas está condenada a fracasar incluso antes de implantarse.

La cumbre de la UE como tal materializa mi premisa inicial sobre la crisis: se puede alargar y disimular durante mucho, mucho tiempo pero finalmente todas las situaciones alcanzan su punto de saturación.

Fase final de la gran ilusión

Cada vez tengo más clara la idea de que hemos llegado a la fase final de todo este gran espejismo y de que la próxima etapa se va a caracterizar por la incapacidad de las autoridades de los bancos centrales a la hora de dirigir otros “experimentos” posteriores. Cuando iba al colegio, ¡no había nada más allá del infinito! ¿Cómo logrará la Reserva Federal subir la apuesta sobre ese infinito al que ya se ha comprometido?

Esto mismo es de aplicación para Draghi y su proceso de transmisión monetaria. Además de la debacle completa de deuda soberana y de las barreras en los balances respecto del “legado de deuda” por doquier, las garantías de las políticas de relajación no importan cuando, por ejemplo, los bancos holandeses y españoles se ven abocados a sumar al menos 300 puntos básicos en las tasas de interés hipotecarias solo para mantenerse a flote.

Mantener los bancos con vida solo para evitar el dolor a corto plazo que supone reconocer pérdidas nunca funciona. La creación de una unión bancaria no hará que cada uno de los bancos sea más solvente. Al igual que todas las medidas y planes de esta crisis, lo único que se ha logrado a través de la política macroeconómica es falsear los precios relativos mediante la emisión de dinero y mantener una base de poder formada por un lobby financiero que es demasiado potente para alcanzar el bien común y así acercarnos cada vez más al punto en que la utilidad mínima se desploma.

La Cumbre de la UE de la semana pasada es una clara muestra de que la escasa utilidad de la política de alargar y disimular se ha agotado. Cuando los políticos sepan que deberán rendir cuentas de sus actos, darán su verdadera cara. Esto es lo que la señora Merkel hizo la pasada semana y según marcha Alemania, marcha Europa. Y ahora, ya saben que este veranito europeo de 2012 va a ceder el paso a un duro invierno caracterizado por la volatilidad, en el que el conocimiento de la historia y del contexto se hace clave. Ha llegado la hora.

Publicidad

Tendencias