El martes pasado conocimos las cifras de crecimiento del tercer trimestre, y como está comenzando a ser la tónica, nuevamente todos han quedado impresionados. El dinamismo de la económica chilena muestra un impulso del que hace mucho tiempo no estábamos acostumbrados.
En una primera mirada, esto suena fantástico. Volvimos a subirnos al carro del crecimiento y nuevamente el desarrollo está al “alcance” de la mano. Cada día tenemos más acceso a bienes y servicios, disfrutamos más de nuestro tiempo libre, salimos, viajamos, gozamos. En definitiva, estamos a pensar que estamos en otra liga.
Pero cuidado, a mi parecer esto todavía no se ha consolidado. Todavía nuestra económica es pequeña y pese al merito de estas cifras, en especial frente a la realidad de la actualidad, el análisis detallado de estos mismos números nos demuestran que tenemos muchos puntos débiles, que de no corregir en el corto plazo pueden desembocar en graves problemas para nuestro país.
Vamos por parte. Lo primero, y a mi parecer uno de los temas más relevantes, es que este fuerte crecimiento se sustenta en su gran mayoría sobre la demanda interna del país. En palabras simples, en el consumo (dato: las exportaciones reales muestran una contracción de 3,4% año a año, mientras que las importaciones crecieron 2,5%) y desgraciadamente este mayor gasto tiene ciertos límites y peligros.
Lo segundo es la falta de productividad, la cual ya comienza a ser más que preocupante. En los últimos años hemos tenido tasas negativas y solo este año se ha comenzado a ver un muy incipiente crecimiento, pero aun tenemos cifras mediocres en este ámbito si nos comparamos con otros países en vías de desarrollo.
Sobre este mismo punto se genera el tercer elemento, la escasez de mano de obra. Si bien en círculos virtuosos de la economía, el pleno empleo tiende a ser buscado con ansias, para una economía en desarrollo como la nuestra, la falta de trabajadores (calificados o no) es un hecho a tener en cuenta y mirar con cuidado. No existe país en el mundo que logre soportar un alto crecimiento sin gente que reme en ella.
El hecho de que hoy contratar a alguien es difícil, caro y ciertamente incierto (la volatilidad de los empleados es altísima en ciertos sectores) no le permite a las empresas ser competitivas en el mundo. Esto le está sucediendo a todos, incluso al gran motor de Chile, la minería. Ya hace pocos días tuvimos acceso a estudios que muestran que los costos (en especial los de mano de obra) de la minería en Chile han sido los que más han aumentado en los últimos 10 años.
En definitiva, son excelentes noticias las que tuvimos el martes pasado, pero con un análisis en detalle de la realidad país nos damos cuenta que hoy debemos tener cuidado en confiarnos. No debemos dormirnos en los laureles como nos sucedió ya el ’97. Debemos comenzar a trabajar en mejorar la productividad de nuestros trabajadores, controlar el consumo y enfocarnos en seguir manteniendo a raya la inflación.
De no ser así, podemos ver rápidamente un sobrecalentamiento de la economía, el cual sumado al déficit en cuenta corriente (que ya se encuentra del orden de 3%) y al bajo dinamismo de EEUU y Europa, puede derivar en un acelerado deterioro del crecimiento nacional y en la desaparición inmediata (nuevamente) del sueño de ser desarrollados.