Desde el último trimestre del 2010, el déficit de cuenta corriente (DCC) acumulado en 12 meses móvil se ha deteriorado permanentemente, pasando desde un saldo positivo equivalente a 1,5% del PIB hasta un déficit de 3% en el tercer trimestre de 2012.
Este tema ha empezado a ser relevante y frecuentemente destacado como riesgo importante por autoridades del Banco Central. Esto producto del eventual impacto de un complejo escenario de Balanza de Pagos o por las medidas preventivas que debería eventualmente adoptar la autoridad monetaria.
En el primer caso, una disminución abrupta de los flujos de financiamiento del exterior puede generar un difícil escenario de fondeo al sistema financiero, afectando los flujos de crédito al sector real y menores recursos para el financiamiento de proyectos de inversión, con implicancias adicionales como una depreciación del tipo de cambio.
Por otra parte, se asume que la autoridad monetaria reaccionaría ante un déficit de cuenta corriente en torno o superior a 5% del PIB, con medidas tendientes a desacelerar el gasto interno aumentando por ejemplo la Tasa de Política Monetaria.
El DCC es la diferencia entre la inversión y el ahorro global de la economía. A fines de 2010 y principios de 2011, la economía exhibía un superávit de Cuenta Corriente cercano a 1% del PIB con un nivel del precio del cobre similar al de hoy. ¿Qué sucedió? Por el lado positivo, la tasa de inversión se ha incrementado sustantivamente desde un 23% a un 25% del PIB, enfocada principalmente en minería y energía.
Sin embargo, también se observa una fuerte caída del ahorro de la economía, explicada prácticamente en su totalidad a menor ahorro de las empresas. Los hogares se han mantenido con una tasa de ahorro cercana a 5% del PIB, en tanto que el ahorro del Gobierno se ha incrementado desde un 3% del PIB a un 5%.
Respecto a este último punto, cabe señalar que el ahorro de las empresas y de los hogares es similar o superior al promedio observado desde al año 2007. Sin embargo, en el caso del ahorro fiscal, se observa una caída del 12% del PIB a un 5% desde el período previo a la crisis financiera, en que incluso existía un precio promedio del cobre muy por debajo del actual.
Si bien el gasto del terremoto y una política contracíclica justifican el menor ahorro fiscal, a medida que esto se diluye resulta claramente necesario acelerar la convergencia hacia el balance estructural del presupuesto del gobierno y aumentar su nivel ahorro que perfectamente podría aliviar el estrecho escenario de balanza de pagos.