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Yo no me lo trago

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Desde hace algún tiempo, varias frases cliché se han vuelto habituales en reuniones de amigos, foros televisivos y declaraciones de políticos. Estas frases son dichas como si fueran la clave para detener y volcar cualquier discusión a favor de quien las emite. Son frases que no resisten el menor análisis. Por eso, yo no me las trago. A continuación, van algunas de ellas:

1.- Los chilenos votaron por un programa de gobierno y, por lo tanto, hay que aprobar, sin transar, los proyectos de ley que presente el Ejecutivo.

Eso es mentira. Los chilenos votaron por la presidenta Michelle Bachelet y, escasamente, conocen más del 50 por ciento de su programa. Aún más, es probable que un candidato diferente a Bachelet, con el mismo programa, hubiese perdido frente a Matthei. En consecuencia, no se trague el argumento que señala que el gobierno debe realizar todo el programa, sin transar, porque el pueblo votó por el.

En esta línea, la Reforma Constitucional está agregando ruido al sistema. Algunos exaltados quieren modificarla, como sea, para hacer lo que se les venga en gana. Malo, puesto que las constituciones se han diseñado precisamente para defender a las minorías de los intentos totalitarios del gobierno, y también de las mayorías. Es mucho mejor para Chile que más gente inteligente discuta los proyectos de ley y que se investiguen sus fortalezas y debilidades. Dejemos que los políticos compitan en la búsqueda de las mejores ideas, como lo tiene que hacer cualquier mortal que debe ganarse el pan de cada día con su trabajo, y no pasemos ni la aplanadora ni la retroexcavadora.

2.- Chile debe pagarles la educación a todos los estudiantes universitarios.

Falso. Algunos dirigentes estudiantiles, pensando principalmente en su propio bienestar, convencieron a la Concertación de que es su derecho que se les pague la educación. La oposición ha señalando estar de acuerdo, pero excluyendo del pago a los más ricos.

No hay ningún argumento que nos señale que el Estado deba hacer este regalo a los universitarios, salvo la presión que ejerce en las calles el interés egoísta de unos pocos. Es claro que hay, a todo nivel, necesidades mucho más urgentes que resolver. Son las guaguas chilenas las que deberían estar en primer lugar para recibir este financiamiento. Las guaguas, sin embargo, no pesan en la decisión del gobierno. Ellas no salen a protestar a las calles y, por lo tanto, no consiguen interesar a los políticos.

No se debe pagar la educación universitaria a los más ricos y tampoco a los pobres. Hay muchos proyectos mejores para Chile y los chilenos que pagar la educación a los estudiantes universitarios. Pagarles su educación, de seguro, va a empeorar la distribución del ingreso. Además, es injusto, porque ellos no son ni por lejos los más pobres. Denles préstamos baratos y que los paguen una vez que estén trabajando. Y gasten esa plata en los más pequeños, en salas cunas y jardines infantiles, para emparejar la cancha de verdad.

3.- Los chilenos prefieren vivir en la igualdad de Cuba que en la desigualdad de Chile.

No lo creo. Pregúntenle de esto al senador Navarro, quien fue claramente desmentido por una estudiante venezolana cuando contaba maravillas de lo que es la vida en Venezuela.

Pobres y ricos han aumentado sus ingresos en Chile en las últimas décadas. Este hecho, evidente para cualquier observador, se tiende a negar señalando: "Sí, pero la desigualdad es muy grande". Nadie nos dice que esta comparación se hace con países Europeos y que si nos comparamos con países similares la relación es muy favorable. Se oculta que la desigualdad en Chile es mucho menor que en la mayoría de los países latinoamericanos.

No creo, como se argumenta, que la desigualdad haga que la gente sea menos feliz. Creo, por el contrario, que actúa como un motor que nos motiva a desplegar mayores esfuerzos para progresar en la escala de ingresos.

Lo importante, como sucede en Chile, es que los pobres sean cada vez menos pobres. Hay que motivar a las empresas para que sigan creando empleos. La verdadera injusticia, como dice el nuevo primer ministro francés (socialista), es la falta de empleo.

Aún estamos a tiempo de pensar correctamente. Los proyectos, que hasta ahora apenas son conocidos, deben discutirse en el Parlamento. El pueblo apenas los conoce. Ojalá sean modificados por el debate, porque sería una pena que se desperdiciara una cantidad tan grande de recursos en un objetivo tan poco “revolucionario”, de verdad, como el de pagarles la educación a los universitarios.

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