El 20 de abril se cumple un mes desde que se presentara el proyecto de reforma tributaria para financiar una futura reforma en educación que ha tenido movilizados a los estudiantes.
Hasta hace unos años, la política económica en Chile se centró en crecer y alcanzar el desarrollo económico sólo medido por el nivel del PIB per cápita. La idea implícita, en realidad, no era solamente crecer per se, sino buscar un mayor crecimiento como instrumento para lograr una disminución de la pobreza. Los hechos han demostrado que sin bien décadas de crecimiento económico han permitido una reducción de la pobreza, no han sido eficientes en conducir al país hacia una buena distribución del ingreso. Dado esto, como era lógico suponer o esperar, el eje de la discusión ha cambiado. El centro del debate, ahora, yo no es la salida de una situación de pobreza, sino la disminución de las brechas que existen en materia de desigualdad o el logro de una mayor equidad.
Para la reducción de la brecha existente en materia de desigualdad/mejorar la distribución del ingreso, el nuevo gobierno ha diseñado y propuesto una reforma tributaria. La reforma se planteó como una herramienta para financiar un mayor gasto permanente en materia de educación y no como una herramienta para lograr una mejor distribución del ingreso. Sin embargo, sí la educación universitaria pasará a ser un bien público y el suministro de este bien público permitirá una mejor distribución del ingreso en generaciones futuras. Estas simples oraciones implican varios supuestos: en primer lugar, un mayor nivel permanente de gasto público implica un mayor nivel de recaudación permanente, lo que sin dudas está en la senda correcta, pero si consideramos sólo este concepto la reforma tributaria no es más que un alza de impuestos (si no prestamos atención al detalle de la misma). El segundo supuesto es que un alza de la carga tributaria que entra en vigencia en muy corto plazo se realiza para financiar un gasto que tendrá un efecto en el bienestar de la población en varios años más y, desde ese punto de vista, parece complicado igualar los impactos. El tercer punto es que el delta o la mayor recaudación grave más a quienes perciban más ingresos, lo cual parece ser la clave para hablar de una mejor distribución del ingreso.
Así como ha sido planteada la reforma tributaria que busca recaudar algo más de US$8.000 millones, el porcentaje de la recaudación por IVA y del impuesto a la renta pasarán de representar el 8,1% y 7,6% en el 2013 a representar 8,5% y 9% después de la reforma. El aumento en el peso del IVA sería una consecuencia del término de las exenciones en el sector construcción y por las estimaciones realizadas de la disminución de la elusión de acuerdo a las respuestas que brindaron las autoridades a las preguntas planteadas por la Comisión de Hacienda. El decil más rico de la población, que hasta antes de la reforma aportaba el 10,2% de la recaudación, pasará a aportar el 23,8% luego de aprobada la reforma, mientras que en todos los demás deciles la carga tributaria medida como porcentaje de la distribución es exactamente la misma desde el decil 1 al 7 y apenas mayor en los deciles 8 y 9. Pareciera entonces que la reforma tributaria implica que un mayor porcentaje de la recaudación provendrá del decil más rico, mientras que los demás deciles financiarán el mismo porcentaje que actualmente, pero se beneficiarán con la provisión de un bien público, aunque no se menciona la calidad del bien público que se va a otorgar.
Queda claro que la gratuidad no implica que un bien deje de pagarse, sino que se trata de quién va a pagar la cuenta ahora que se ha decidido que este bien es un bien público. Tampoco hay dudas de que la inversión en capital humano beneficia a toda la sociedad ni de que ad portas de lograr la categoría de economía desarrollada, Chile tiene que proponerse como una de sus prioridades el logro de una mejora en la distribución del ingreso. Ahora, ad portas de lograr el “desarrollo”, la prioridad no debe ser solamente crecer, sino crecer con una mejor igualdad en la distribución del ingreso. Sin duda, los impuestos son uno de los instrumentos con los cuales la política puede afectar y mejorar la distribución del ingreso. La duda que se plantea es si un IVA de 19% no es lo primero que se debiera revisar si el objetivo no es solamente recaudar más recursos para financiar la reforma en educación, sino además lograr una mejor distribución del ingreso.
Gabriela Clivio,
economista y CFA.