Soledad Recabarren, la abogada que enfrentó a Hacienda: «La reforma tributaria me dejó bien con los empresarios, pero me indispuso con el Gobierno»
Soledad Recabarren se va de la auditora EY después de 26 años de trabajar en la firma. Si bien ascendió a socia en 1997 y es muy conocida entre los abogados tributarios, su imagen se hizo familiar a raíz de la discusión de la Reforma Tributaria.
"Usted de nuevo, señora Soledad", le dijo el senador Ricardo Lagos cuando por tercera vez se presentó ante la comisión de Hacienda del Senado. En ese momento exponía en nombre de la CPC, pero también lo hizo por la Asociación de Bancos y por EY.
La misma firma que ahora deja para formar su propia oficina: Recabarren y Asociados, lo que causó sorpresa en el ambiente. Principalmente, porque tras la compra de la empresa de contabilidad y auditoría JMA, se suponía que EY había logrado retenerla. Pero no fue así. Al cabo de cuatro meses de anunciada la adquisición, ella decidió partir.
Recabarren es franca, se ríe con fuerza, pero es ruda cuando hay que serlo. Algo de eso hay en esta entrevista.
-Usted está en la firma desde 1990…
-Estoy desde diciembre de 1988, porque ese año entré a Langton Clarke.
-¿Entró en la época de Vivian Clarke? ¿Es de la vieja escuela?
-Soy absolutamente de la vieja escuela. Trabajé con Rodrigo Valenzuela, Juan Manuel Barahona y Francisco de la Barra (abogados tributaristas reconocidos como históricos en el ambiente). Trabajé con los tres y eran totalmente distintos.
-¿En qué se diferenciaban?
-Don Pancho era brillante, pensaba en negocios y era muy rápido. Pensaba más rápido de lo que hablaba y eso hacía que uno siempre se perdiera. Juan Manuel es un abogado estructurado y piensa en derecho. Rodrigo es ante todo un abogado matemático, es lógico, va de la A la Z en los análisis. Tuve tres maestros, no tres profesores.
-Dicen que es difícil ser socia en una auditora…
-Hoy no es difícil. Lo único que puede afectar la carrera de una mujer en una auditora es cuando debe estar fuera de la empresa por un año debido a los embarazos y sus pares hombres le ganan ese año en experiencia. En cambio, cuando yo ascendí a socia en 1997, fui la primera mujer y rompí el club de Toby.
-¿Qué fue lo más chocante?
-Lo más terrible era entrar al comedor de socios, que todos se dieran vuelta y se quedaran callasdos (ríe). En esos momentos, me preguntaba: ¿qué hago aquí? Pero tomé el toro por las astas y comencé a hablar mucho de fútbol, dije una que otra chu… como buena integrante de la barra brava y después de eso se relajó el ambiente y pasé a ser un "niñito". Ahora, en EY hay un tercio de socias mujeres y dos tercios hombres.
-¿Tiene hijos?
-No, no tengo.
-¿Es socia principal en EY?
-No, no lo soy.
"La reina del baile"
-¿Por qué crea ahora su propia oficina?
-Las auditoras son fantásticas, porque son un gran centro de aprendizaje, pero yo estoy a ocho años de jubilar y aquí la jubilación es obligatoria a los 60 años. Eso significa que a los 60 tengo que pensar qué proyecto quiero y el proyecto que quiero, ya lo tengo claro.
-¿Liderar su oficina?
-Lo que me atrae es trabajar con un grupo pequeño de profesionales, donde conozcas el nombre de cada uno de sus niños, del marido, de la señora… Ese tipo de relación me encanta. En una empresa como EY, donde sumamos entre auditores y abogados más de 300, es imposible tener ese contacto. Yo quiero formar profesionales como en la vieja escuela, donde un maestro le enseñaba a un aprendiz. Tomar a una o dos personas, formarlas, desarrollarlas… y que sean tus pequeños clones.
-Eso lo entiendo, pero no sé si es suficiente…
-Lo otro que busco es el contacto con los clientes. Soy de relaciones largas y profundas. Tengo clientes a los que atiendo hace más de 20 años y les conozco la historia. Esa relación no se da tanto cuando uno trabaja con sociedades abiertas o transnacionales, se produce con firmas familiares locales.
-Pero el ingreso de la firma JMA era justamente para darle ese nicho a EY.
-En parte se ha dado. Es un muy buen proyecto y hay que cuidarlo para que no se lo coma la máquina.
-La idea que tenían sus colegas era que EY compraba JMA como una forma de retenerla a usted, sobre todo después del posicionamiento que tuvo con la reforma tributaria…
-¡Qué pomposo!, se ríe. ¡No, nada que ver! En el pasado hubo varios pololeos entre ambas firmas, pero los astros no estaban alineados por distintos compromisos o problemas de asociaciones no concluidas. El año pasado se dieron las cosas… Pero no, no fue por mí.
-¿Qué está sucediendo en el mercado que han surgido entre 5 o 10 oficinas boutique ?
-Hay mucho trabajo.
-Eso se lo debe agradecer al ministro Arenas y a su equipo…
-Han sido mis mejores promotores -contesta con humor. Pero independientemente de que la reforma hizo que los temas tributarios bulleran de manera increíble, ya desde antes éstos estaban siendo muy complicados. El mercado requiere de mucho apoyo tributario porque los impuestos se volvieron para iniciados.
-¿Qué viene ahora?
-Entre 2015 y 2016 habrá una etapa de evaluación y ordenamiento. Los clientes definirán qué hacer y están pidiendo que se revise si la estructura que tienen es buena. En épocas de vacas flacas donde hay menos tiempo dedicado al desarrollo de nuevos negocios, los empresarios tienden a revisar si lo que tienen es lo que necesitan. La idea es que entren al 2017 en buenas condiciones para asimilar el nuevo sistema. A partir de esa fecha, habrá muchas normas de cumplimiento y a contar de 2018, la auditoría tributaria será la reina de este baile.
Sobre casos Johnson y Penta: "A veces política e impuestos se mezclan"
-Sorprendió que dijera que la reforma era un buen producto con un 80% de consistencia.
-¡La reforma tributaria sigue una sola línea! Es absolutamente pro-fisco, anti-empresaria y trata de imponer el sistema atribuido sobre el semi-integrado. No me gusta, no lo merece Chile, pero de que es consistente, es consistente.
-Da la sensación de que el SII publicita casos no cerrados, por ejemplo, Johnson y Penta.
-Abusadores y frescos hay en todas partes, pero creo que en los últimos casos las presentaciones han sido más para la prensa que de fondo. Decir esto es rudo y poco correcto. Desconozco si el SII tiene razón o no, pero los dio a conocer como ejemplos de que los empresarios no quieren pagar impuestos, y eso mejoró la prensa en torno a la reforma tributaria. En Argentina se usó mucho. Creo que hay momentos en que la política y los impuestos se mezclan.
-La exposición que tuvo por la reforma tributaria, ¿qué costos tuvo para usted?
-Nada es gratis en la vida, pero tampoco hay costos sin beneficios. Efectivamente me indispuso con la autoridad, pero a la vez me dejó en muy buena posición con los empresarios. Los clientes pedían que saliéramos a defenderlos. La definición de la firma fue que alguien tenía que salir y que otros guardaran silencio para que fuera solo uno el que se quemara.
-¿Una especie de Juana de Arco?
-¡No, si esto no tiene nada de estoico! (ríe). Es que como Ricardo Escobar me había pedido que lo ayudara con la CPC, yo ya estaba metida en ese baile.
-¿Por qué apareció usted asesorando a la CPC ante el Congreso y no Ricardo Escobar?
-(Silencio) No sé, algunos dijeron que por ser mujer no iba a ser tan apaleada por la autoridad.
-¿Y se dio esa tesis?
-No tanto, aunque las relaciones eran y siguen siendo buenas.