Se trata del primer emprendimiento del primogénito de Sebastián Piñera, su intento más concreto por iniciar un camino separado de las sociedades de su padre. A seis años de su creación, la administradora de fondos de inversión privados –cuya propiedad comparte con José Miguel Bulnes– se prepara para cerrar sus puertas, debido a la dificultad de contar en sus fondos con inversionistas institucionales como aportantes. Estos siempre manifestaron su aprensión por el riesgo reputacional que significa invertir en una empresa como esta y ser, en la práctica, socios del hijo del Presidente.
Ser hijo de Sebastián Piñera tiene sus beneficios, pero también trae aparejados ciertos «costos». Los descendientes del Mandatario estuvieron en el ojo del huracán hace dos semanas, cuando Sebastián y Cristóbal lo acompañaron en su gira por Asia –sin tener cargo en el Gobierno y participando de rondas de negocios–, siendo directores de una empresa vinculada a la robótica constituida un mes antes del viaje, Kauai Labs.
Desde temprana edad, ambos con un patrimonio relevante heredado por su padre, han intentando emprender varios negocios. Pero hacer un camino propio en Sanhattan no sería tan fácil como parece. Bien lo sabe el mayor de los hermanos, Sebastián Piñera Morel, quien por estos días prepara el cierre de su emprendimiento personal: la firma BP Capital.
Un claro contraste, aparentemente, con su hermano Cristóbal, quien por estos días ha hecho noticia por lo bien que le ha ido a una compañía fundada por él, Hopin Inc., la cual durante el segundo mandato de su padre se ha adjudicado contratos en torno a los $250 millones, cifra muy por encima de su performance antes de que Piñera Echenique se repitiera la Presidencia.
Sebastián ha seguido los pasos de su padre en la industria financiera y el mercado de capitales, aunque, hasta ahora, sin la misma notoriedad.
Partió su carrera en el banco de inversión Credicorp, ex IM Trust, y luego pasó a Bancard, una de las principales sociedades que administran la riqueza familiar de los Piñera Morel. A su regreso de un posgrado en EE.UU. –que le tomó dos años– quiso emprender un camino propio ya fuera de Apoquindo 3000, donde opera el histórico centro de inversiones de su progenitor.
Fue entonces cuando en el año 2013 fundó BP Capital, junto a José Miguel Bulnes. Ambos se conocieron en Bancard, donde este último operaba como portfolio manager.
La firma creció apostando principalmente por levantar capital de family offices, pequeñas sociedades comandadas por ejecutivos financieros que administran la fortuna de distintas familias de alto patrimonio, una industria que desde 2010 ha venido desarrollándose con fuerza en Chile.
En seis años colocaron ocho fondos y levantaron capitales por cerca de US$400 millones, pero hoy alistan su cierre definitivo. Solo les queda un fondo por liquidar, el cual es de unos US$10 millones, y que debería cerrarse en 2019.
¿Las razones del cierre? Ambos han venido tomando caminos separados, en particular Bulnes, que se zambulló de lleno en Volcom Capital, sociedad que nació como una filial de BP Capital para dedicarse a la distribución de fondos. Aunque el principal motivo es porque la compañía ya no puede seguir creciendo, precisamente por las consecuencias que tiene el ser un Piñera.
Para una firma del rubro de BP Capital hay una serie de clientes «clave» para su subsistencia. Un foco relevante es contar con los family offices como inversionistas. Pero no es suficiente. Si bien aportan capital y también «credibilidad» o reputación para aquellas compañías que buscan hacerse un nombre en Sanhattan, no son las grandes fuentes de capital.
¿De dónde viene la plata? De los inversionistas institucionales, como las AFP y las compañías de seguro, entre otras empresas financieras, la verdadera columna vertebral del sistema financiero en Chile.
Estas firmas, si bien son privadas, cumplen un servicio público, y es por esto que están sujetas a un estándar de inversión mayor. Las AFP, por ejemplo, que manejan plata de todos los chilenos, no pueden invertir en mercados que no tengan una regulación de estándar inferior a la chilena y su exposición, de alguna forma, se juega a diario con sus inversiones.
Varias veces les ha tocado desfilar por el patíbulo de los acusados, como ocurrió en los casos La Polar y Cascada, todos escándalos que las salpicaron al haber tenido inversiones en compañías en crisis y no haber tomado los resguardos necesarios a tiempo.
En ese contexto, desde el mercado explican que para BP Capital se hizo cuesta arriba contar con el apoyo de estos clientes institucionales. Supuso una verdadera utopía.
La aprensión del mercado financiero por invertir en una empresa de Piñera Morel y, de esta forma, ser socios del hijo Presidente, es un riesgo reputacional que no se puede tomar, pues no pueden delegar la administración de sus recursos a las manos del hijo del Mandatario. Salir salpicado por cualquier cuestionamiento a la gestión sería un traspié imperdonable.
Esta última razón también había implicado que Piñera Morel saliera de Volcom Capital. En un principio. Sebastián era socio de la empresa, pero como su negocio era la distribución de fondos para inversionistas institucionales, su propiedad fue vendida al otro dueño, José Miguel Bulnes. Tras esto, se sumó a la propiedad Felipe Larraín Aninat, quien, a la par, invitó a su tío José De Gregorio, conocido economista de la plaza.
Desde entonces –y sin Piñera desde 2015– Volcom Capital ha levantado más de US$2 mil millones y se ha expandido a otros mercados, buscando aportantes en institucionales que operan en Perú, Colombia y México. Todo esto después de que prácticamente las AFP en Chile condicionaran su inversión a que Piñera Jr. no estuviera en la propiedad de una compañía que se dedica a venderles productos.
Dicha situación dejaba al Presidente y a las administradoras expuestos a cualquier conflicto de interés frente a un eventual cambio que hubiera en materia de pensiones. Por estos días, de hecho, se discute la idea de legislar una reforma al sistema previsional.
BP Capital tuvo una buena performance dentro de la industria. Algunos de sus fondos rentaron UF+7%, otros UF+12%, promediando un general una rentabilidad que bordeó la UF+10%.
En todos los fondos que armó la empresa generó rentabilidad, cuestión que no es menor, considerando que su especialidad fue armar fondos de deuda. Es decir, su inversión consistía en dar créditos a empresas con necesidades de financiamiento, las que tampoco atravesaban por un buen momento, lo cual supone una inversión con riesgo.
La forma de operar era relativamente sencilla. Estos créditos se hacían contra terrenos, contra cuentas por cobrar, contra acciones, entre otros activos que daban la garantía. Por ejemplo, a La Polar le prestaron US$40 millones a través de un fondo que cerró en el año 2017, la colocación había sido dos años antes, período en que todavía esa empresa sufría los coletazos de sus repactaciones unilaterales y el respaldo lo constituían cuentas por cobrar.
También le prestaron unos US$30 millones a Enjoy en 2015 y otros US$100 millones a VivoCorp, el brazo inmobiliario de CorpGroup (ligado al empresario Álvaro Saieh) para el financiamiento de ocho centros comerciales a lo largo de Chile. En ambas operaciones, había un respaldo de propiedad en acciones en caso de que los deudores no pudieran pagar.
Pero los negocios de BP hoy están en su recta final. La firma, que actualmente es una entidad reportante a la Comisión para el Mercado Financiero, solicitará –en un tiempo– su voluntad por salir de la categoría y cerrar su giro como administradora de fondos.
Si bien José Miguel Bulnes seguirá en Volcom, el futuro de Sebastián Piñera Morel no parece claro. Por estos días ha vuelto a sus raíces, participando en los comités de inversión de Bancard y de la cuestionada gira a Asia junto a su hermano.