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Lo que no se ve: las implicancias del Cambio Climático en la salud mental en Chile Opinión

Lo que no se ve: las implicancias del Cambio Climático en la salud mental en Chile

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Eduardo Sandoval Obando
Por : Eduardo Sandoval Obando Psicólogo. Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativa. Doctor en Ciencias Humanas. Co – Investigador asociado al Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible (IIDS) de la Universidad Autónoma de Chile
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Se estima que en los próximos años enfrentemos con mayor frecuencia diferentes tipos de desastres socionaturales (inundaciones, ciclones, sequías, tornados, incendios forestales, etc.), incidiendo en un aumento de los trastornos psiquiátricos –tales como estrés postraumático, reacciones a estrés agudas, depresión severa, aumento de las tasas de suicidio, trastornos de ansiedad, etc.–, que impactarán psicológicamente a las personas. Precisamente por ello, resulta imprescindible adoptar una perspectiva multidisciplinaria en torno al cambio climático que permita aportar nuevos saberes y estrategias de intervención frente a esta realidad, propiciando una mayor toma de conciencia que posibilite evitar las consecuencias psicológicas y sociales que acarrea una emergencia o desastre socionatural, que alteran notoriamente la vida de las personas y sus comunidades.


El cambio climático se ha acentuado en los últimos años por la acción del hombre (aumento de la población humana), el uso indiscriminado de los recursos naturales, las modificaciones en los ciclos biogeoquímicos del agua, así como las alteraciones en la biodiversidad del planeta, recrudeciendo los procesos de desertificación y sequía en el territorio (González, Fernández y Gutiérrez, 2013).

Esta serie de comportamientos explicaría, en parte, el aumento de la intensidad, frecuencia y complejidad que mostrarían los desastres socionaturales, como resultado de las transformaciones ambientales ocasionadas por el cambio climático en el mundo, reiterando la necesidad de avanzar en el estudio, comprensión y sistematización del impacto e implicaciones que generarían, al corto, mediano y largo plazo, dichos eventos sobre la salud mental de las personas y las comunidades que afrontan estos fenómenos. Es decir, la detección de síntomas y trastornos presentes en las personas (Cova y Rincón, 2010).

Desde esta perspectiva, se ha observado la presencia de sintomatología ansiosa y psicosomática inespecífica relacionada con el estrés como una de las consecuencias más consistentemente observadas (Kuwabara et al., 2008), la aparición de trastornos del estado de ánimo (Van Griensven et al., 2006) y la presencia del Trastorno por Estrés Postraumático, como una de las patologías más estudiadas tras estos eventos (Neria, Nandi y Galea, 2008). También se han monitoreado los procesos de reconstrucción y rehabilitación, en donde adquieren notoriedad otras problemáticas psicosociales, relacionadas con los procesos de duelo, las pérdidas económicas y laborales, la relocalización y la pérdida del hogar, entre otros.

Lo anterior, exhibiría las consecuencias psicológicas y sociales que acarrea una emergencia o desastre socionatural, alterando notoriamente la vida de las personas y sus comunidades (Pérez, 2012). Prueba de ello es que la literatura científica disponible mostraría que los cambios extremos en la temperatura ambiental y el aumento en la frecuencia de eventos climatológicos extremos, como precipitaciones, vientos, inundaciones y sequías, tienen efectos en la distribución y en la incidencia de enfermedades (Portal Instituto Nacional de Ecología, 2013).

Precisamente por ello, resulta imprescindible adoptar una perspectiva multidisciplinaria en torno al cambio climático que permita aportar nuevos saberes y estrategias de intervención frente a esta realidad, propiciando una mayor toma de conciencia y respeto de las personas, las comunidades y el Estado acerca del planeta en que vivimos.

Tal como plantea Sandoval (2019), el desafío apunta a la mejora de los protocolos y mecanismos de respuesta disponibles para afrontar eventos de alta magnitud y severidad que superan, muchas veces, los recursos disponibles en el territorio. Además, es necesario preguntarse acerca de la forma en que nuestro país está abordando esta realidad y el importante rol asumido como organizador de la COP25, principal órgano de decisión de la Convención Marco de Naciones Unidas (CMNUCC), cuyo propósito es abordar e implementar las acciones necesarias en el mundo para combatir el cambio climático.

Específicamente, ¿cuál es el sello que nuestro país quiere transmitir en materia de cambio climático? ¿Contamos con políticas ambientales pertinentes, actualizadas y coherentes con esta convención? ¿Cómo se manejan los recursos naturales en Chile y qué implicancias generaría el cambio climático sobre nuestra economía? ¿Hemos avanzando en la construcción de una sociedad respetuosa con el medio ambiente? ¿Existe una política integral de protección de la salud mental ante los múltiples desastres socionaturales que hemos experimentado como país?

Lamentablemente los indicadores de salud mental en Chile siguen siendo negativos, dado que la inversión pública sigue siendo baja (menos del 2,5 % del presupuesto). A este panorama se suma que Chile, junto con Corea del Sur, son las dos naciones en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir, y en donde existen altas tasas de automedicación y casi 1/3 de las licencias médicas emitidas en Chile se encuentran vinculadas a trastornos de salud mental.

Finalmente, conviene reflexionar críticamente sobre cómo cuidar el planeta, ya que se estima que en los próximos años enfrentemos con mayor frecuencia diferentes tipos de desastres socionaturales (inundaciones, ciclones, sequías, tornados, incendios forestales, etc.), incidiendo en un aumento de los trastornos psiquiátricos –tales como estrés postraumático, reacciones a estrés agudas, depresión severa, aumento de las tasas de suicidio, trastornos de ansiedad, etc.), que impactarán psicológicamente a las personas, instalando el desafío de que eventos como la COP25 nos permitan avanzar verdaderamente en la construcción de políticas de Estado coherentes, rigurosas y comprometidas con la protección y el cuidado del medio ambiente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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