Una de las cosas que marcarán el fin de semana tanto en Chile como en Londres será la apatía. Es curioso: en ambos casos se realizarán actos que han sido muy esperados, que no ocurren todos los días, pero también, en los dos casos, la población ha ido perdiendo el interés.
Este fin de semana dos países vivirán momentos históricos, pero ambos con profundas implicancias para su orden constitucional. Chile elegirá el grupo de personas que compondrán el Consejo Constitucional, y el Reino Unido coronará un nuevo rey. A primera vista ambos hitos son bastante distintos, pero comparten una dimensión relevante: tanto para Chile como para el Reino Unido, este fin de semana representa la búsqueda de un nuevo trato entre la población e instituciones cuestionadas. Ambos países buscan una manera de enfrentar el futuro.
Una de las cosas que marcarán el fin de semana tanto en Chile como en Londres será la apatía. Es curioso: en ambos casos se realizarán actos que han sido muy esperados, que no ocurren todos los días, pero también, en los dos casos, la población ha ido perdiendo el interés. En Chile, por lo menos hasta antes de la franja, un 90% no conocía los candidatos y un 70% decía no estar interesado en el proceso. En el Reino Unido, un 70% de los jóvenes y un 42% de los mayores de 65 años no están interesados en la realeza. En otra encuesta, un 45% de los británicos opinaban que la monarquía no era muy importante, o que se debería abolir. Existe, como en tantos lugares del mundo, una combinación entre apatía y deseo de cambio.
La respuesta, irónicamente, se podría encontrar en la propia historia de la monarquía. Porque si bien una de sus supuestas ventajas es que representa solidez y continuidad institucional, la verdad es que la institución ha cambiado mucho y muchas veces a lo largo de la su milenaria historia. La monarquía constitucional actual data de 1215, cuando la Carta Magna definió la relación entre el monarca y los nobles, estableciendo, así, las limitaciones del poder real, y, poco después, el concepto de que el monarca era sujeto a la ley. En el Siglo 17, después de guerras civiles y derrocamientos, la Revolución Gloriosa estableció la supremacía del parlamento. La Ley de Reforma de 1832 empezó el proceso de ampliación de sufragio, democratizando el parlamento y debilitando el rol político del monarca (que, gracias a la larga enfermedad de Jorge III, ya se había disminuido bastante).
Cuando Isabel II llegó al trono en 1952, Gran Bretaña había ganado dos guerras mundiales, pero estaba en bancarrota y perdiendo su imperio. Una vez más, la monarquía tuvo que reinventarse, esta vez como una especie de familia nacional, simbolizando los valores de una creciente clase media. Cuando, en los 90, se hizo evidente que la familia nacional tenía los mismos problemas que todas las otras familias, comenzó un largo proceso de declive, culminando en la muerte de Diana. Solo la avanzada edad de Isabel logró revertir, por un tiempo, el cuestionamiento de si realmente valía la pena gastar uno 100 millones de libras todos los años para mantener a la familia real.
Carlos III estará consciente de que sus tocayos sufrieron una decapitación, en caso del primero, y una guerra civil y exilio en el caso del segundo. Sabe que el en Siglo XXI el proceso de cambio debe continuar. Ya ha dado señales de que disminuirá el tamaño y rol de la familia inmediata, dejando de lado su cuestionado hermano Andrew. Le incomoda el título de Defensor de la Fe, que se le concederá durante la ceremonia de coronación. Prefiere el concepto de defensor de fe, o las fes, reflejando así el carácter multicultural de su país. Ha dejado de lado el estilo sombrío de su madre, optando por una forma menos formal y más alegre. Carlos en público se parece mucho más a un político moderno, sonriente, cercano, consciente que cada apretada de manos es un voto necesario. Habrá terminado casándose con Camila, pero Carlos aprendió valiosas lecciones de Diana.
El articulo más antiguo que se usará en la coronación no es una corona, sino que la Cuchara de Coronación, que data del Siglo 12. Es la herramienta que se usará para aplicar el aceite para ungir al nuevo rey. Las instituciones – monarquías, constituciones – solamente sobreviven con el beneplácito de la ciudadanía, pero no hay recetas fáciles para mantener ese apoyo. Lo que enseña la historia aún no terminada de la monarquía británica es que un ingrediente no es solamente el cambio, sino el cambio reflexivo, desde adentro. Los cambios forzados suelen ser más dolorosos, con más de alguien perdiendo la cabeza. El cambio consciente, y consensuado, permite que las instituciones – como la cuchara de la coronación – perduren en el tiempo.