La joven de 20 años acaba de publicar su primera novela, apta para niños y niñas desde los 7 años, y que abarca la brecha de género en las ciencias y tecnologías. “Tenemos que atacar estas problemáticas desde la base, que es con nosotros en nuestro día a día; la educación sigue siendo un factor súper sistémico en el problema de género, y yo creo que también es importante que nos involucremos en las políticas públicas, pienso que no es necesario ser programadora para involucrarte en las políticas de ciencia y tecnología, porque con la tecnología todas somos usuarias, y ya desde nuestra postura como usuaria de la tecnología tenemos derecho a opinar, y es nuestra responsabilidad también involucrarnos para que las políticas públicas se generen con una perspectiva de género”, comentó en conversación con El Mostrador Braga.
“Rosita sueña con ser programadora y está muy entusiasmada por poner todos sus conocimientos a prueba en el nuevo taller del colegio y competir en la gran hackatón, pero el profesor a cargo no piensa lo mismo: dice que la programación ‘no es cosa de niñas’”, reza la contraportada de Chica Rosadita y la gran hackatón, el primer libro de la joven activista publicado de la mano de Penguin Random House.
Valentina, más conocida como “Chica Rosadita” en redes sociales, es estudiante de Ingeniería Civil en Informática en la UTFSM. Actualmente, es reconocida por su activismo como joven feminista precursora de la rama STEMinista, la cual busca incorporar y visibilizar a más jóvenes niñas y mujeres en las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). En 2021 fue nombrada Defensora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para las Naciones Unidas, siendo la primera mujer latina en el cargo.
“Cuando yo tenía 12 años aprendí a programar. Primero en bloque, gracias a un taller de robótica que había en mi colegio, el Liceo Carmela Carvajal, un colegio público que tenía ese taller maravilloso y que me abrió un mundo de posibilidades. Luego de eso descubrí que quería dedicarme a esto y fue súper complicado, porque entre los 12 y los 15 años estuve en ese taller, y el profesor era como el profesor Carlos del libro, quien tenía esta idea de que los adultos saben cómo funcionan las cosas, y nosotras éramos chicas, por lo que en lugar de motivarnos, nos desmotivaba. Desde ahí inicié mi activismo y comencé a hacer este tipo de trabajos, y claramente la historia de Rosita se inspira en mi propia historia y la de mis amigas, porque obviamente me relaciono con gente de un círculo muy específico. Muchas de mis amigas tienen intereses similares, más allá de si es programación, a varias les interesa la astronomía, la física, etc., y tenemos una historia que yo reconozco como compartida, y quise plasmar eso, que Rosita no necesariamente soy yo, sino que soy yo, pero también es Millaray, Sofía, y muchas chicas más. Rosita puede ser cualquiera de nosotras, porque es una historia que va más allá de lo que yo soy, si no de aquello que nos conecta”, comentó Valentina.
-Como estudiante de Ingeniería Civil en Informática, ¿qué tan palpable es la brecha de género en tu área? ¿Existen programas de inclusión de género en estos espacios?
–Al principio no lo noté, porque el primer año lo hice online, pero cuando ingresé a presencial en el segundo semestre de primer año, y también con ramos de segundo año que son meramente informática, a veces somos dos o tres niñas, e incluso soy la única mujer en algunos ramos, y recién ahí empecé a pensar nuevamente en la brecha de género, y me di cuenta que es una deuda pendiente. De hecho, yo postulé al ingreso especial de mujeres líderes de la universidad, pero no quedé y entré por conducto regular a través del puntaje de la PTU, pero ahora me escriben desde admisión especial, sobre todo para que les haga promoción, y yo feliz de hacerlo, porque creo que es importante que existan esas vías, pero también me gusta contar que yo no quedé, porque muchas veces se idealiza a ciertas personas.
-Háblame un poco de tu área de activismo, el STEMinismo, ¿de dónde nace el concepto, cuáles son las principales demandas?
-El STEMinismo nace como la interseccionalidad entre la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Y el feminismo habla principalmente de cómo podemos utilizar nuestro talento STEM para lograr la equidad de género en el mundo. Hay muchas corrientes, yo me atrevo a decir que la corriente latinoamericana es la que está liderando el movimiento en este momento, porque la pandemia nos abrió una perspectiva que en su momento no se tenía tan clara, que es la brecha digital de género, porque tenemos brecha digital todo el mundo, y en ciertos lugares claramente es mucho mayor; no es lo mismo hablar de brecha digital en Europa o en Asia, que en África y en Latinoamérica. El punto es que la pandemia nos dio a entender que esto también tiene un eje de género, y, de hecho, el grupo menos alfabetizado digitalmente en el mundo somos las mujeres, y desde ahí también nace una politización en torno a los derechos digitales, que se levanta desde el STEMinismo latinoamericano. Evidentemente, las banderas de lucha son distintas en todos los países y en todos los grupos etarios, pero creo que a grandes rasgos el STEMinismo en Latinoamérica se está enfocando mucho en las niñas y en las juventudes, es cosa de ver la Asociación de Mujeres Jóvenes por las Ideas (Amuji), y otras asociaciones que tienen iniciativas al respecto. Hoy en día se está articulando esta interseccionalidad en contra del adultocentrismo, para llegar antes y no tarde. Lo otro son los derechos digitales, es decir, es difícil pedirle a las niñas que sueñen con algo que no conocen, así que tenemos que hacer que el ingreso al ciberespacio y a las tecnologías sea universal, que considere también la alfabetización, porque no solamente se trata de la herramienta, sino de las habilidades y de cómo utilizar estas herramientas. Esta es una lucha que se está dando a lo largo de todo el mundo, y de hecho el próximo año se realizará la Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas y se espera llevar a esta cumbre un montón de grandes acuerdos en torno a los derechos digitales, que podrían ser los primeros de este tipo en la historia.
-Como mujeres, las tecnologías también suelen ser espacios de violencia de género cibernética muy fuerte, ¿cómo aportar desde esta área a erradicar estas actitudes?
–Desde mi punto de vista siempre digo que las problemáticas de género se crean en nosotros, en las personas, en los seres humanos, en la sociedad del día a día, no en la tecnología. Lo que pasa es que cuando uno hace esta transición tecnológica, desde lo que somos al ciberespacio, nos llevamos todo lo que somos, y nosotros somos machistas, somos adultocéntricos, es una característica nuestra sociedad, y lo importante es que nuestras luchas también transiten, porque también somos feministas, tenemos ese tipo de luchas en la sociedad y tenemos que hacerlas transitar hacia el ciberespacio. Tenemos que atacar estas problemáticas desde la base, que es con nosotros en nuestro día a día; la educación sigue siendo un factor súper sistémico en el problema de género, y yo creo que también es importante que nos involucremos en las políticas públicas, pienso que no es necesario ser programadora para involucrarte en las políticas de ciencia y tecnología, porque con la tecnología todas somos usuarias, y ya desde nuestra postura como usuaria de la tecnología tenemos derecho a opinar, y es nuestra responsabilidad también involucrarnos para que las políticas públicas se generen con una perspectiva de género.
-Apropósito de violencia de género cibernética, tú tampoco has estado exenta de esta realidad, me gustaría que me hablaras sobre la polémica que se generó tras tu postulación al billete conmemorativo de Casa de Moneda hace unos meses, ¿qué sentiste en ese momento?, ¿cómo te enfrentaste a las críticas?
–Lamentablemente, ya tengo experiencia en eso. La primera vez que viví una ola de odio cibernético fue cuando expuse en la Asamblea General de Naciones Unidas, pero no fue tan terrible, había mucha gente orgullosa de mi participación en el espacio, pero de todas formas creo que me preparó un poco para el nivel de odio y de comentarios terribles que se dieron en esta segunda oportunidad que comentas tú. Yo ya lo he dicho, yo no me postulé, y probablemente si hubiese sido postulaciones abiertas, tampoco me hubiese postulado, porque no me gustaría ver mi cara en un billete (ríe) y además considero que hay muchos reconocimientos que son importantes para la trayectoria, sobre todo como un empuje a las activistas que estamos vivas y que seguimos trabajando en el día a día, pero siempre he sentido que yo no soy una persona que trabaje sola, soy de hacer equipos, de buscar redes, siempre trato de recordar que el tema de la política de Inteligencia Artificial es una iniciativa que levantamos como Amuji y con colaboración, no es algo que hice yo sola, entonces, me gusta que ese tipo de reconocimientos más grandes que son a nivel nacional o nivel internacional sean por el trabajo que se hacen en comunidad. Si bien fue un lindo gesto el hecho de que me consideren lo suficientemente notoria, me sentí incómoda, porque yo veo los reconocimientos como algo mucho más colectivo. Y con respecto al odio fue realmente impresionante, pero tristemente no me sorprendió, y la verdad lo que más me entristeció fue tener que explicarle a mi familia la situación, porque yo entiendo el trabajo que hago, sobre todo ahora que es un puesto internacional, donde me llegan hasta comentarios de odio en árabe, por lo que ya sé cómo lidiar con ello; pero mis abuelos, mis primos chicos, mi familia, no saben todavía el odio que hay en el ciberespacio, y obviamente cuando te tocan a alguien que tú amas, reaccionas. Siempre he dicho que la violencia digital es violencia real.
-Como defensora de las ODS y activista, ¿cuáles crees que son los desafíos más urgentes a resolver hoy en cuanto a la brecha de género en carreras STEM?
–Creo que la gracia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es que funcionan de manera interconectada como lo decíamos hace un rato, no es que uno pueda hablar de tecnologías sin hablar de género, sin hablar de pobreza o de educación, entonces cuando hablamos del ODS 5, por ejemplo, sobre equidad de género, siempre van a salir temas relacionados con otros ODS, y esa es la gracia de esta agenda. Los principales desafíos de género para mí en cuanto a derechos digitales son el acceso a la educación y erradicar el trabajo infantil, sobre todo el trabajo doméstico infantil, porque durante la pandemia la mayoría de las niñas que dejaron de estudiar fue porque tenían que hacerse cargo de las labores domésticas.