Putin tendrá que hacer gestos manifiestos para demostrar que tiene el control de toda la estructura de poder, pero ya quedó instalada la imagen de que ese poder fue cuestionado, y que no hubo los castigos de siempre para, en este caso, los insurrectos que se alzaron contra el gobierno. Expertos en Rusia recuerdan otros casos en la historia en que acciones como estas, aunque fracasan en un primer momento, dejan las puertas abiertas para una acción mayor un tiempo después. Sucedió con un intento de golpe contra el zar en 1917 y, pasados unos meses, vino la revolución bolchevique, e igual cosa le sucedió a Gorbachov, siendo sustituido también pocos meses después.
Los sucesos de hace unas semanas en Rusia, en los que el grupo Wagner estuvo a 200 kilómetros de llegar a Moscú, hacen que muchos se pregunten si este es el comienzo del fin de la era de Vladimir Putin en Rusia. La verdad es que nadie imaginó que una milicia de estas características pudiese desafiar así a alguien como el actual líder ruso, que proyectaba una imagen de controlar absolutamente todo lo que pudiese pasar en ese vasto país. En 24 horas, el grupo Wagner se hizo del control, sin resistencia alguna, no solo de dos ciudades importantes al sur de Rusia, sino que continuó su marcha hasta estar a unas pocas horas de llegar a Moscú. En esas dos ciudades, las fuerzas militares del Estado ruso, si bien no se plegaron al motín, tampoco opusieron resistencia e, incluso, altos oficiales se reunieron en forma amistosa con el líder del grupo Wagner.
Al final, como sabemos, esto se estabilizó por ahora, cuando Prigozhin (líder de Wagner) acepta detener la marcha, y replegarse de regreso a una de las ciudades que había tomado. Después acepta la oferta del presidente de Bielorrusia y se refugia en ese vecino país. La decisión fue un cálculo de sobrevivencia: las fuerzas regulares del ejército, la guardia presidencial (tropas de élite) de Putin y las fuerzas chechenas a su servicio, eran un poder inmensamente superior, y habría sido una masacre de haberse producido un enfrentamiento directo, si las tropas de Wagner seguían su marcha. Para Putin también era conveniente el acuerdo: Prigozhin y el grupo Wagner tienen cierto respaldo popular en Rusia, y haberlos liquidado en un enfrentamiento habría tenido un costo que, en las actuales circunstancias, prefirió evitar.
No obstante ello, este ha constituido el mayor desafío al poder de Putin al interior de Rusia en todos los años que ha gobernado. Nunca se había visto algo así, de estas magnitudes, y que no pudo ser ocultado por los medios informativos, todos controlados por el Kremlin. De aquí que algunos sugieran ahora que el destino de Putin ya está decidido, y que será cosa de tiempo nada más para ver un cambio en la cabeza del gobierno ruso. Esta apreciación puede ser un poco apresurada. Me recuerda el título del libro escrito en 1990 por el periodista Andrés Oppenheimer, que tuvo gran repercusión en esa época, La hora final de Castro. Bueno, el líder cubano falleció en el poder y la gente que trabajó con él sigue dirigiendo los destinos de Cuba hoy.
La verdad es que muchos autócratas y líderes autoritarios del mundo han aprendido a sobrevivir circunstancias difíciles, sin entregar el poder. Lo vemos hoy en el Medio Oriente, Assad en Siria, Erdogan en Turquía, Lukashenko en Bielorrusia, u Ortega en Nicaragua y Maduro en Venezuela. Aunque cada caso es distinto, lo cierto es que hoy los liderazgos autoritarios alrededor del mundo cuentan con un arsenal de recursos que, muchas veces, les permiten sortear los desafíos que pueden venir de la oposición o de la sociedad civil. En el caso de Putin, lo sucedido lo deja claramente debilitado, pero todavía con un margen de acción para sobrevivir a ello.
Toda la nomenclatura de poder ahí es gente que él ha instalado, lo mismo con la plana mayor de las fuerzas armadas, y una guardia presidencial de 200 mil hombres a su disposición. Y controla toda la TV y medios masivos de comunicación. Lo que se dañó es su aura de control total sobre los destinos del país, y esto no es poco, y claramente el error estratégico de haber invadido Ucrania es algo que crecientemente le va a pesar más, porque ya no son solo voces del exterior las que dicen que esta guerra fue innecesaria, sino que fue el propio líder de Wagner el que lo dijo públicamente hace pocos días, además de criticar una muy mala conducción de las acciones militares rusas en territorio ucraniano.
Ahora Putin tendrá que hacer gestos manifiestos para demostrar que tiene el control de toda la estructura de poder, pero ya quedó instalada la imagen de que ese poder fue cuestionado, y que no hubo los castigos de siempre para, en este caso, los insurrectos que se alzaron contra el gobierno. Expertos en Rusia recuerdan otros casos en la historia en que acciones como estas, aunque fracasan en un primer momento, dejan las puertas abiertas para una acción mayor un tiempo después. Sucedió con un intento de golpe contra el zar en 1917 y, pasados unos meses, vino la revolución bolchevique, e igual cosa le sucedió a Gorbachov, siendo sustituido también pocos meses después. ¿Sucederá esta vez?
Muy difícil decir ahora, pues –como ya señalamos– estos autócratas han desarrollado recursos para sobrevivir en momentos difíciles, y la democracia no está en su mejor momento en el mundo, más bien está en un momento de retroceso a nivel global. Por otra parte, si bien el liderazgo chino tiene algunos reparos respecto a Putin, lo consideran un “compañero de ruta” en la confrontación con Occidente y no ven con entusiasmo cualquier cambio que pudiese implicar un fortalecimiento del poder norteamericano en el mundo. Habrá que estar atentos, entonces, a cómo se mueven los hilos del poder en Rusia en los próximos meses, si empieza a haber fracturas visibles al interior de los grupos que operan en el aparato estatal y, sobre todo, a una posible derrota en Ucrania , que sí podría ser el golpe de gracia para alguien que, hasta ahora, ha demostrado saber navegar en las difíciles aguas del poder en Rusia. Veremos.