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Las bandas criminales de 3ª generación: un peligro para Chile Opinión

Las bandas criminales de 3ª generación: un peligro para Chile

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Diego Ramírez Sánchez
Por : Diego Ramírez Sánchez Licenciado en Historia, estudiante ANEPE en Licenciatura en Seguridad y Defensa, Diplomado en Estudios Estratégicos y Métodos y Técnicas de Análisis en Seguridad y miembro GESDRI.
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Una rápida mirada a la actualidad nacional nos permite sospechar que las bandas de 3ª generación ya han llegado a nuestro país. No existen bandas de este nivel de origen autóctono, aunque sí existen de 2ª generación. El tren de Aragua pareciera ser la punta de lanza de la inserción criminal internacional y hay noticias de algunos carteles internacionales haciendo negocios. Pero es probable que, más temprano que tarde, otras bandas de 3ª generación lleguen a nuestras tierras, el PCC y el Comando Rojo brasileños están al acecho. La pregunta es si estamos preparados, analítica e institucionalmente, para responder a la amenaza. 


Mucho se ha hablado el último tiempo en torno al peligro que el crimen organizado, y su evolución, representan para el país. Pero poco se ha hablado sobre las diferentes formas que este adopta en concreto, ya que no todo el crimen organizado es lo mismo. De hecho, existen muchas definiciones sobre qué es el crimen organizado, y en general la definición utilizada es bastante genérica y responde a aquella surgida de la Convención de Palermo del año 2000. En la misma línea, es importante entender que los carteles son una expresión criminal diferente a las pandillas y bandas criminales. Surgen, funcionan y evolucionan de manera distintas, aunque en su accionar criminal muchas veces se encuentren. 

En general, la discusión pública en nuestro país no hace diferenciaciones. Abundan las generalizaciones, los diagnósticos livianos y con poca profundidad. Falta un marco analítico y teórico que permita aterrizar las lecturas y que dote de una base más sólida a las políticas y estrategias diseñadas para combatirlo. 

Existen distintas propuestas analíticas que pueden ser utilizadas. Al menos desde fines de los años 90, surgió el modelo de las pandillas/bandas criminales de 3ª generación. Este fue fruto de las reflexiones de un grupo de estudiosos estadounidenses ligados a la seguridad pública, la inteligencia y la seguridad nacional. Los profesionales de la seguridad John P. Sullivan y Robert Bunker fueron desarrollando un modelo que reconoce tres generaciones de bandas criminales y tres fases de evolución en el desarrollo de los carteles. 

En el caso de las pandillas, la evolución se inicia con las clásicas pandillas juveniles de barrio: una organización laxa, ligazón territorial específica, crimen esporádico y a nivel individual. Las bandas de 2ª generación ya se dedican a una actividad criminal específica, en general al microtráfico. Tienen una capacidad de ejercer poder en un territorio determinado, así como buscan expandir su negocio utilizando la violencia cuando sea necesario, son más complejas y jerárquicas. Las bandas de 3ª generación ya tienen una proyección internacional, son sumamente complejas, tienen un perfil mercenario y han desarrollado una conciencia con intereses políticos (y de poder territorial). El Tren de Aragua se considera una banda criminal de 3ª generación nacida en el sistema carcelario. 

Por su parte, los carteles de drogas también evolucionan. En un comienzo buscaron el enfrentamiento directo contra el Estado, pero en su segunda fase comenzaron a enfocarse en la infiltración sutil hacia el Estado en sus distintos niveles. La corrupción es su arma preferida: les permite blindar su negocio, pero también proyectar poder local. Corrompen, amenazan, asesinan, extorsionan a funcionarios de todo nivel. En su tercera fase los carteles podrán competirle al Estado por el control de la sociedad. Afortunadamente no estamos en esa situación en Chile, pero es discutible si en algunos lugares de Latinoamérica ya se llegó a esa situación. 

En una columna anterior comenté sobre el modelo de las “ciudades asilvestradas”. Este modelo permite medir el “estado de salud” de un territorio determinado: sea una comuna, una ciudad o una región. Su uso permitiría un análisis sólido desde el cual proyectar políticas multidimensionales a nivel territorial. 

Una rápida mirada a la actualidad nacional nos permite sospechar que las bandas de 3ª generación ya han llegado a nuestro país. No existen bandas de este nivel de origen autóctono, aunque sí existen de 2ª generación. El Tren de Aragua pareciera ser la punta de lanza de la inserción criminal internacional y hay noticias de algunos carteles internacionales haciendo negocios. Pero es probable que, más temprano que tarde, otras bandas de 3ª generación lleguen a nuestras tierras, el PCC y el Comando Rojo brasileños están al acecho. La pregunta es si estamos preparados, analítica e institucionalmente, para responder a la amenaza. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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