Luego del Golpe de Estado, la revancha fue monstruosa, a manos de civiles, carabineros y militares caen sobre las comunidades campesinas donde el registro dice hasta ahora que son 329 personas a las que se suman los funcionarios del Ministerio de Agricultura que pierde 20 trabajadores de CONAF, 5 del SAG, 13 en INDAP, 2 en INIA y 12 en la CORA, son 55 más y se llega a la triste suma de 384 personas ejecutadas o desaparecidas que dieron su vida solo por soñar con una vida más justa en el campo chileno.
La memoria como cualquier buen sentimiento está siempre atenta a las imágenes que nuestros sentidos cosechan, laboriosa como manos campesinas, trabaja de sol a sol para que el rastro de la vida brote. La memoria se plasma en cuanto elemento le dé cabida a su tintura, el ser humano lo sabe desde siempre, por eso los cementerios, los espacios rituales, las estatuas, las múltiples expresiones de arte que van dejando huella.
La memoria acepta las despedidas como parte de su ser, pero no gusta del olvido, es rebelde a la amnesia, simplemente porque no constituyen el gesto de respeto que sí lo es la despedida, por eso “Historias, memoria rural y futuro: A 50 años del Golpe de Estado”, publicación del ministerio de agricultura es un acto de memoria, no hay espacio a la despedida para las 384 personas que producto del golpe de estado dejaron de estar y formar parte del campo y de la vida rural, porque no hay manera de despedir a quienes desaparecen o son injustamente privados del derecho a la vida por pensar distinto al poder imperante a la fuerza.
Uno de los signos de la conmemoración de los 50 años del golpe de estado es la memoria desde sus múltiples posibilidades de expresión, es así como “Historias, memoria rural y futuro: A 50 años del Golpe de Estado”, publicación de carácter digital a la cual se puede acceder libremente desde cualquier buscador en internet con https://fucoa.cl/publicaciones/50golpe_estado/223/, es una expresión de conmemoración singular pues da cuenta de la huella del golpe de estado en el campo.
En esta publicación los investigadores enriquecen la memoria y la ponen visible, conjugando las fuentes oficiales tanto del Informe Rettig, la Vicaría de la Solidaridad, el trabajo de los memoriales, los grupos de derechos humanos, la labor de las familias, organizaciones campesinas, el aporte de numerosos historiadores regionales y mapuches, así como los testimonios de lugareños, familiares, dirigentes y amigos que añaden casos como en Atacama.
El campo y su gente, siempre invisible a la mirada citadina nacional aparece en esta publicación en que a los y las campesinas que un día soñaron con una vida digna trabajando la tierra fueron arrasados por la osadía de soñar. La mayoría de los países más equitativos del mundo hicieron reformas agrarias y distribución de la tierra en el siglo XIX, pero América Latina oligárquica y semifeudal se resistió a esta modernización, necesaria para dinamizar la producción y generar equidad.
En los días del golpe hubo revancha y grupos de civiles que instigaron la persecución con especial encono en Coquimbo, Aconcagua, la zona de Paine e Isla del Maipo en la Región Metropolitana, en Maule, Ñuble, Biobío, Cautín y Panguipulli. Cobardía y horror en arrojar cuerpos en quebradas, hornos de cal como en Lonquén, en los ríos y en el mar. Veinticinco grupos de parientes fueron asesinados entre Lampa, Isla de Maipo, Paine hasta Alto Palena en una secuencia de atrocidades injustificable. Hay deudas con la verdad, la memoria, la suerte de asentamientos y cooperativas que perdieron sus tierras. Este libro abierto y perfectible aporta a un surco de memoria y futuro.
El video que presenta la publicación nos dice “En muchos puntos del campo chileno durante los días posteriores al golpe de estado de 1973 hubo persecución, tortura, dolor y muerte. Patrullas de civiles y uniformados recorrieron asentamientos, organizaciones sindicales e instituciones del mismo ministerio de agricultura, apresando, asesinando y desapareciendo campesinos y técnicos del agro. 384 víctimas del mundo rural y de la mayor parte de ellas aún no se recuperan sus restos. 36 de esas víctimas eran menores de 20 años, cerca de 70 pertenecían a 30 grupos de parientes, padres e hijos, hermanos, cuñados, primos.”
Al año 1973 la reforma agraria recién contaba con seis años de leyes y sindicalización campesina, un proceso iniciado antes del gobierno del presidente Allende y continuado durante su mandato. La reforma agraria fue solo una promesa por décadas y su llegada trajo dignidad a quienes vivían en, para y por el campo, pero que sin embargo tenían trato de esclavitud en el latifundio en manos de los futres donde el sueldo era un espejismo y la tierra ajena. La reforma agraria generó desde sus inicios una violenta reacción de quienes detentaban la propiedad de las tierras y la marca queda en 1970 con el asesinato de un funcionario de la Cora durante una expropiación en Longaví, Hernán Mery quien fuera la primera víctima del ministerio de agricultura.
Luego del Golpe de Estado, la revancha fue monstruosa, a manos de civiles, carabineros y militares caen sobre las comunidades campesinas donde el registro dice hasta ahora que son 329 personas a las que se suman los funcionarios del Ministerio de Agricultura que pierde 20 trabajadores de CONAF, 5 del SAG, 13 en INDAP, 2 en INIA y 12 en la CORA, son 55 más y se llega a la triste suma de 384 personas ejecutadas o desaparecidas que dieron su vida solo por soñar con una vida más justa en el campo chileno.
Es por estas 384 personas que nace la publicación “Historias, memoria rural y futuro: A 50 años del Golpe de Estado”, es un tributo merecido, pequeño, necesario, es un acto de memoria que acompañará la búsqueda hasta encontrarlos a todos y todas.
El Reverdecer que comenzó con el regreso de la democracia, que ha tenido luces y sombras, pero que se renueva con el compromiso al leer la historia de los que no están, es un merecido homenaje en la tragedia del golpe de estado que hasta ahora es una herida abierta mientras no se les encuentre, es el mínimo de justicia para sus familias.