En las ideas de esta escritora norteamericana, fallecida en 1982, encuentra una de sus canteras ideológicas y fuentes de inspiración el candidato presidencial libertario Javier Milei, favorito en las encuestas, protagonista de una nueva novela argentina que combina ficción y realidad, entre utopías y distopías.
Es un misterio la manera en la que viajan las ideas políticas a través del espacio y el tiempo, adquiriendo formas impensadas e inesperadas, así como el modo en que encuentran campo fértil en distintos países, para prender como relatos disruptivos o cosmovisiones alternativas que proponen cambios radicales. Algo de eso está sucediendo ahora con las ideas y narrativas libertarias en la Argentina, 80 años después de su difusión en los EE.UU.
Una de sus referencias es Ayn Rand, filósofa y escritora norteamericana de origen ruso, autora de voluminosas obras escritas en los años 40 y 50. El manantial, novela publicada en 1943, fue uno de sus mayores éxitos literarios, el que junto con La rebelión de Atlas (1957), ambas traducidas al español, le trajeron fama y tendrán influencia sobre quienes fundarán el Partido Libertario, años más tarde.
El manantial cuenta la historia de Howard Roark, un joven arquitecto que decide luchar contra los convencionalismos sociales, las ideas preconcebidas, los prejuicios, y las “mentes pusilánimes”.
El libro relata la batalla del personaje principal frente a un establishment centrado en la adoración de la tradición y la falta de originalidad. Los otros personajes de esta novela encarnan diversos arquetipos del carácter humano, todos los cuales son variaciones entre Roark, el hombre ideal, de espíritu único, independiente e íntegro, y lo que la autora describe como second-handers (subordinados); personas mediocres cuyo objetivo es lograr el éxito a toda costa.
Las complejas relaciones entre Roark y las diferentes personas que ayudan u obstaculizan su progreso personal hacen de esta novela algo así como una extensa fábula, a la vez que un drama romántico y una obra filosófica sobre el espíritu humano y una exaltación del individualismo egoísta. El título es una referencia a una cita de la autora: «El ego del hombre es el manantial del progreso humano».
El manantial generó una corriente de seguidores en el mundo intelectual neoyorquino de los años 40, congregados en torno a las ideas de Rand, activa siempre en los medios de comunicación con un estilo polémico, beligerante y crítico. Este grupo se autodenominó “Clase ’43”, en referencia al año de publicación del libro, antecedente de lo que luego se llamará “movimiento objetivista”, la creencia de que “el hombre vive para sí mismo, de que la búsqueda de su felicidad es el más alto de los objetivos morales y de que no debe ni sacrificarse por otros ni sacrificar a otros por él”. En otras palabras, el egoísmo racional como virtud moral, el individualismo ontológico y el capitalismo laissez faire. La novela fue llevada al cine en 1949. La propia Rand escribió el guión de la película y Gary Cooper interpretó el papel de Roark. Y ella misma será interpretada por Hellen Mirren en otra película, La pasión de Ayn Rand, de 1999.
Luego siguieron varias oleadas de libertarios en los EE.UU., los que se fueron radicalizando hacia la derecha o hacia los márgenes del sistema político tradicional. En los años 70, tributando a la llamada revolución conservadora de Ronald Reagan; en los 90, en reacción a las reformas liberales de la “era Clinton”, y en los 2000 contra Obama y sus políticas, consideradas “socialistas”.
“Ayn Rand, la virgen atea de la derecha, renace gracias a Trump y Silicon Valley” escribía el periodista Jonathan Freedland en The Guardian, en abril de 2017: “La ideología de Rand censura el altruismo, eleva el individualismo a la categoría de fe religiosa y concede licencia moral al egoísmo más crudo. Rand fue durante mucho tiempo la autora preferida de la derecha libertaria estadounidense y ahora varios de sus devotos seguidores están en el Gobierno de Trump”.
Allí se recordaba que el entonces director de la CIA, Mike Pompeo, era uno de los conservadores que decía que La rebelión de Atlas lo dejó “profundamente marcado” y que Trump, que no es un lector empedernido como es sabido, alguna vez dijo que le han gustado tres libros, e inevitablemente El manantial era uno ellos: “Habla de los negocios, de la belleza, de la vida y de las emociones. Habla… de todo”.
Respecto de la última ola de “randistas”, los “príncipes de Silicon Valley”, Freedland describe a esta generación de jóvenes que, al margen del mundo político y del conservadurismo convencional, se sienten como Howard Roark y John Galt (el protagonista de La rebelión de Atlas) decididos a cambiar el mundo con su talento, sin preocuparse por las consecuencias: cuando Travis Kalanick (consejero delegado de Uber) tuvo que elegir un avatar para su cuenta de Twitter, optó por la portada de El manantial. Peter Thiel, el primer gran inversor en Facebook y una de las pocas personas que vive entre Silicon Valley y el mundo de Trump, es randista. Y, según dice Steve Wozniak, cofundador de Apple, Steve Jobs comentó en cierta ocasión que La rebelión de Atlas era uno de sus “libros de cabecera”.
La influencia de Rand entre estos nuevos amos del universo no se referiría tanto al ultraliberalismo económico, como a la decisión obsesiva de atenerse a una visión personal e individualista de la vida, sin sopesar el impacto que pueda tener en el entorno social. O creyendo asertivamente que dicho impacto no puede sino ser benéfico para la sociedad humana.
En las ideas de esta escritora norteamericana, fallecida en 1982, encuentra una de sus canteras ideológicas y fuentes de inspiración el candidato presidencial libertario Javier Milei, favorito en las encuestas, protagonista de una nueva novela argentina que combina ficción y realidad, entre utopías y distopías.
*La versión original de este texto fue publicada en Clarín