Una mirada en mayor profundidad muestra que nuestro comercio es muy vulnerable, y deja al descubierto algunos “flancos” de gran debilidad. Más abajo, intento mostrar el lado flaco del “jaguar” latinoamericano.
Una rápida mirada a las cifras de comercio exterior de Chile parece mostrar un sector dinámico y exitoso. Cierto, nuestras exportaciones crecen y crecen, y alcanzan un récord de casi 103.000 millones de dólares en 2022. Y, cierto también, hemos tenido un superávit comercial de manera casi permanente durante las últimas décadas que, durante el período 2021-2023 alcanzó –en promedio– a más de 3.625 millones de dólares, financiado –en parte– por las exportaciones de cobre, agrícolas y alimentarias. No está mal para un país pequeño, como es Chile. Sin embargo –como en el popular dicho–, “no todo lo que brilla es oro”. De hecho, una mirada en mayor profundidad muestra que nuestro comercio es muy vulnerable, y deja al descubierto algunos “flancos” de gran debilidad. Más abajo, intento mostrar el lado flaco del “jaguar” latinoamericano.
Si bien las exportaciones han venido creciendo de manera casi permanente, para alcanzar un promedio de poco más de 98.600 millones de dólares en los últimos tres años, estos envíos se han caracterizado por importantes fluctuaciones periódicas que son gatilladas –entre otros factores– por la inestabilidad de los mercados internacionales de los alimentos, recursos naturales y materias primas que exportamos. Pero este superávit no solo viene a la baja, sino que bien podría desaparecer.
De hecho, en tres de los últimos cinco años, acumulamos un déficit de casi 8.970 millones de dólares. Y los motivos –creo– son simples de entender, pues mientras importamos la gran mayoría de las manufacturas y bienes industrializados que creemos necesitar, exportamos –principalmente– un par de minerales y metales, y un puñado de alimentos y productos agrícolas, cuyos precios no controlamos.
Peor aún, pues nuestra dependencia de la venta de un número limitado de productos y pocos mercados ha venido en aumento. De hecho, según cifras de la ONU, la participación de estos pocos productos –cobre (HS74); minerales de cobre y hierro (HS26); litio (HS28); y maderas (HS44); así como algunos productos agrícolas y alimentos (HS01 a HS24)–, que ya era muy alta a comienzos del siglo XXI, en los últimos 20 años se incrementó de 81% a 84%. Es por cierto muy preocupante que la “buena salud” de nuestra balanza comercial dependa de solo unos pocos productos.
Y –como si eso no fuera suficiente– también aumentó significativamente la concentración de nuestras ventas internacionales en unos pocos mercados. Mientras que en el periodo de 2004-2006, los cinco principales importadores –Estados Unidos, Japón, China, los Países Bajos y Corea, en orden de importancia decreciente– participaban con el 49% del total y los tres primeros con el 37%, diez años más tarde se había incrementado al 58% y 47% , respectivamente y, hoy, cerca de tres cuartos de nuestras exportaciones están en manos de 5 países, y solo tres de ellos (China Japón y Corea) contribuyen con el 61%.
¿Alguien cree que este “inestable equilibrio” de nuestro comercio es sano y sostenible en el tiempo? No lo es, en particular, la creciente y sofocante relación comercial a la que nos hemos dejado arrastrar por China. Al parecer, no estamos haciendo un gran esfuerzo para enfrentar los desafíos que genera esta situación. ¿Me equivoco?
Nuestras exportaciones al “gigante asiático” –que dos décadas atrás contribuían con menos del 10% del total– hoy no solo representan el 38% de lo exportado al mundo, sino que, además, están concentradas literalmente en solo un puñado de productos. Hoy –de hecho– más del 84% de las exportaciones está constituido solo por las ventas de mineral de cobre y hierro, cobre y litio. Y si agregamos las ventas de frutas y pulpa de madera, la concentración se eleva a casi 95%. Una rápida mirada al “portafolio” de importaciones chinas, permite ver que este se completa con algunos alimentos (productos del mar y piscicultura, carnes y preparaciones de frutas y hortalizas, y alimento para consumo animal), productos agrícolas varios (por ejemplo, cueros, plantas, animales vivos, lana y semillas), y vinos (nuestro principal comprador).
Y la lista de importaciones prácticamente concluye con compras de productos químicos, algo de acero y artículos de goma. Lo más sofisticado en nuestras exportaciones a China es la venta de contenedores, así como de bombas y piezas para bombas de líquidos. Todo un récord.
Pero hay más. En las compras de minerales de cobre y hierro, litio y de cobre, China tiene una posición claramente dominante, y es por lejos el principal “cliente” de Chile, con participaciones que alcanzan –respectivamente– al 72%, 79% y 70%. En las frutas, es nuestro principal importador con una participación del 34%, habiendo desplazado de esa posición a los Estados Unidos. En este rubro, es el primer comprador de guindas, ciruelas, duraznos y frutas deshidratadas. Y en las guindas es –por lejos– el mayor comprador, con una participación de cerca del 90% del total exportado.
Con estas cifras, algunos analistas argumentan que “estamos conquistando” el mercado chino, pero no es así. En realidad, es lo contrario, pues es China la que ha estado tomando progresivamente el control de las principales exportaciones y nuestra economía se subordina a las necesidades del “gigante asiático”. Parece alarmista. No obstante, creo que debemos considerarlo. Pero China no se queda solo ahí. Hoy es, también, nuestro principal “proveedor externo” de productos del mar (38%, pescados); hortalizas y vegetales (20%, principalmente conservas de maíz); y conservas y preparaciones de productos del mar (21%).
Lamentablemente, China es un crudo reflejo de lo que ocurre con los otros socios comerciales en Asia, como, por ejemplo, Japón y Corea del Sur.
En el primero de ellos –Japón– los minerales de cobre y de hierro alcanzan al 65% del total. Si agregamos los alimentos del mar, esta cifra se eleva al 81% del total que compra Japón. Y sumando las relativamente menores exportaciones de litio, carnes y de maderas, el “subtotal” alcanza a casi 92%, muy cerca del “récord” de China. El resto de los envíos a Japón tiene un “desglose” semejante al de China, pero el listado de productos y sus montos declina rápidamente. No obstante, en este destacan las pequeñas exportaciones de polímeros y el Código HS85, correspondiente a “Equipos y partes de equipos electicos” –nuestro “aporte” a las exportaciones de manufacturas–, pero este no es otro que “desechos” de equipos eléctricos o electrónicos.
Con Corea hemos seguido el mismo camino y los envíos de cobre, de litio, y mineral de cobre y hierro, alcanzan al 86% del total exportado a ese país. Con las ventas de carnes y de frutas superamos la frontera del 90%, para así vender en Asia y competir con China. En esta ocasión, el aporte a la “industrialización” es la manufactura y exportación de contenedores.
Lamentablemente, como en el refrán, esta “vía” para insertarnos en la economía global es “pan para hoy, hambre para mañana”. Y, como si todo lo anterior no fuera suficiente, las exportaciones de nuestros recursos naturales más preciados están quedando en las manos de solo unos pocos países compradores: el 88%, 81% y 82% de las exportaciones de mineral de cobre y hierro, de cobre y de litio van a solo cinco mercados, dejándonos muy expuestos a presiones políticas y económicas de todo orden. ¡Notable, y parece que todo esto no nos importara!
Por el contrario, fuera de Asia, el perfil de las exportaciones cambia y, en varios casos considerablemente, incluyendo el intercambio comercial con otros socios comerciales principales, que –además de China, Japón y Corea– incluye a los Estados Unidos, los Países Bajos; España, y Canadá, además de Brasil, Perú y México, en Latinoamérica.
En el caso de los EE.UU., la “caída” en la participación de los cinco principales productos (cobre, alimentos del mar, frutas, maderas y litio) es importante y se reduce al 68%. Por su parte, en el caso de los Países Bajos, España y Canadá, esta “caída” es menor, pero, aun así, el porcentaje de concentración de nuestras exportaciones está por debajo de lo que ocurre con los socios de Asia, y alcanza –respectivamente– al 79%, 75% y 72%. En el caso de los Países Bajos, su participación está distorsionada por las altas cifras de importación de frutas, por ser Rotterdam uno de los principales puertos de ingreso de las frutas chilenas al mercado de la Unión Europea.
Donde se hace evidente la “caída” de la participación de las exportaciones de recursos naturales y de productos de bajo valor agregado, es en los envíos a países de América Latina, aun cuando ocurre en menor medida con Brasil. En cuanto a nuestros principales “socios comerciales” en América Latina, los porcentajes de participación de productos como minerales de cobre y hierro, litio, cobre, frutas, alimentos del mar, maderas y pulpa de madera –los productos “top” en el listado de exportaciones–, los porcentajes de participación de los cinco rubros más importantes alcanzan a 69% en Brasil; pero solo a 12% en Perú; 47% en México; 32% en Argentina y 31% en Colombia.
Ello deja ver, por una parte, la menor “voracidad” por esos productos en la región y, por la otra, la mayor posibilidad de diversificar nuestro portafolio exportador y competir en los países de la región (como ya ocurre), entre otros, con productos de la industria metalmecánica, partes para equipos electrónicos, motores, papel y celulosa, fertilizantes, artículos de plástico, productos químicos, así como diversos productos de la agroindustria, lácteos, semillas y plantas.
En una próxima columna espero mostrar en detalle que no estamos “sacándoles el jugo” a las grandes oportunidades que existen en los mercados de la región. Por ahora, vuelvo a reiterar una pregunta que he venido haciendo por largo tiempo: ¿por qué seguimos insistiendo y gastando recursos en Asia? Nuestra región nos ofrece mejores oportunidades, pero debemos cambiar de dirección. Por ahora, la política y gestión del comercio internacional es “pan para hoy, hambre para mañana”. Se lo hemos dejado todo al “mercado” y nuestra vulnerabilidad y exposición a presiones externas aumenta día a día.