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Karinna Soto: “Las personas no se pueden morir de frío en la calle. Eso es inaceptable” PAÍS

Karinna Soto: “Las personas no se pueden morir de frío en la calle. Eso es inaceptable”

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Esta ingeniero comercial fundó hace 25 años Juntos en la Calle y desde entonces se ha ido especializando más y más en la situación que afecta a 150 millones de personas en el mundo: la vida en situación de calle. En Chile no existen cifras certeras de cuántas son, pero se estima que son 40 mil.


“Nosotros creemos que este año hemos tenido una peor gestión que otros años en materia de dispositivos de emergencia para personas en situación de calle”, afirma Karinna Soto (47), ingeniera comercial, dos veces responsable nacional de las políticas para esta población en el Ministerio de Desarrollo Social.

No es una opinión antojadiza: este 2024 van 16 personas muertas por hipotermia en calle, 4 más que el total de los fallecidos en todo 2023 por esta causa. En Temuco, donde ha sido tema a nivel regional la tardanza de las autoridades en activar el Código Azul, tres hombres han perdido la vida a la intemperie a causa del frío.

“No conozco en detalle la realidad de lo sucedido en La Araucanía, pero sí creo que la gestión de este tema no puede seguir concentrada exclusivamente en el Ministerio de Desarrollo Social. Hay muchos otros organismos que deberían participar. Por ejemplo, los gobiernos regionales, las delegaciones presidenciales… Senapred, que trabaja con las emergencias, debería tener una parte dedicada a las personas de calle cuando se producen desastres meteorológicos. Tal como la tiene para apoyar a las personas de los campamentos, pero eso no se ha considerado. Tenemos un Estado frágil que ha atomizado el problema de las personas en situación de calle en un ministerio pequeño que cuenta con muy pocos recursos”.

Karinna sabe de lo que habla. Ella lideró junto a su equipo innovaciones como el Segundo Catastro Calle en 2011, la creación del Plan Invierno, el Programa Noche Digna, la Red Calle Niños y el Código Azul. Luego de estudiar en el Institute of Global Homelessness de Chicago, Estados Unidos, hoy forma parte de su consejo ampliado y desde allí ha impulsado en Chile y en otros países de la región la vivienda como primer paso para terminar con la situación de calle. La creación del programa Vivienda Primero la llevó a comprometerse con el déficit habitacional y trabajar junto al Ministerio de Vivienda esa revolucionaria iniciativa, nacida en el gobierno de Piñera y que la administración Boric ha mantenido. Hoy dirige el proyecto Juntos en la Calle desde la Corporación 3xi, en una iniciativa conjunta entre la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), la Comunidad de Organizaciones Solidarias y la Cámara Chilena de la Construcción.

Red Calle Niños

Lo que lamentablemente no se ha mantenido, pese a la crudeza del invierno y a las declaraciones oficiales sobre que los niños están primero, es la Red Calle Niños, que estaba presente en tres regiones. Ahora no está en ninguna.

–¿Por qué?
–Los datos más recientes indican que ha bajado mucho el número de niños y niñas que pernoctan en la calle, si bien se mantienen y hasta aumentan los que viven en la calle durante el día. Son los que por diversas razones están sin el cuidado de sus familias, que no asisten al colegio, que están desescolarizados y que se encuentran a merced del narco en las poblaciones tomadas por la delincuencia.

La última estadística de niños en calle es de 2018 y señala que habría 547 en esa situación. Una cifra antigua que, además de revelar la indolencia frente al tema, no tiene señales de ser actualizada, porque el Censo no incluyó a esta población. Karinna Soto hace notar: “Existen niños y niñas en situación de calle, sobre todo en aquellas regiones donde no hay suficiente alternativas de prevención y protección. Regiones ícono de esa realidad son Los Lagos y Valparaíso, donde se encuentran poderosas redes de explotación sexual comercial de niños y niñas relacionadas con el mundo narco y un sistema de protección residencial que no es capaz de atender y sostener la demanda. Sin lugares para al menos mitigar el problema, terminamos con los niños muy dañados. Muertos, incluso, como hemos visto en los últimos meses”.

–Mi impresión era que las grandes ciudades del norte era donde había más niños y niñas en calle como consecuencia de la migración irregular…
–Los niños migrantes son otra realidad. La mayoría está con sus familias. Chile en eso es muy duro. De hecho, si tú hablas con las familias migrantes, te van a decir que los chilenos somos muy muy exigentes en políticas de infancia. En temas de crianza, incluso.

–Volvamos a los tres programas sociales que había para niños en situación de calle y que fueron cerrados el último año, ¿por qué?
–A fines del año pasado se cerró el programa Red Calle Niños que pertenecía al Ministerio de Desarrollo Social. Era una asistencia ambulatoria que financiaba a grupos municipales o a organizaciones sociales para que acompañaran a un determinado grupo de niños. Eso se cerró por el afán ordenador que dio la Ley de Garantías de la Niñez, que hizo que todos esos apoyos se centraran en la Subsecretaría de la Niñez. Esa ley tiene una visión universalista que deja fuera algunas veces a grupos específicos, como son los niños y niñas situación de calle, quienes requieren un apoyo especial.

Para atenderlos, no aplica, por ejemplo, el horario de oficina. “Los niños en situación de calle no duermen en la noche. Deambulan por ciertos puntos de la ciudad. Saben que dormirse en medio de la oscuridad es muy riesgoso y, por eso, caminan y caminan. En el día, muchos se esconden para dormir y es difícil ubicarlos. Es por esto que hasta el Defensor de la Niñez hizo gestiones ante el Ejecutivo y el Legislativo para que el Programa Red Calle Niños no se cerrara, pero todavía no hay una respuesta formal sobre la continuidad de estos programas”.

Comprar colchones a tiempo

Los adultos en calle no están mejor que los niños. Dice la especialista de 3xi. “Si bien algo hemos avanzado como humanidad en este tema en el mundo, mi visión sobre Chile en estos meses que ha sido tan fríos, tan difíciles, es que tuvimos al menos un 30 por ciento menos de las camas a las que estábamos acostumbrados. Ha sido muy difícil gestionar los servicios, porque, aunque sabemos que la columna vertebral de la política social no puede ser la asistencia, ese es el piso mínimo y no lo estamos cumpliendo”.

–¿Inexperiencia, incompetencia, indolencia? ¿Cómo te lo explicas?
–Hay muchos problemas, no sólo de gestión, si no de humanidad. Las personas no se pueden morir de frío en la calle. Eso es inaceptable. Yo pienso que hay muchas fallas estructurales, donde el Estado, específicamente el Ministerio de Desarrollo Social, no puede gestionar con la premura que debería un plan de emergencia cuando se viene un invierno tan crudo como el actual. Además, ha habido una desatención frente a algo evidente: el crecimiento de las personas en situación de calle. Frente a una población que está en expansión, obviamente habría que disponer más servicios. Yo sé que la línea de programas que se dedica a atender a las personas en situación de calle interviene en la última milla. Cuando las personas ya están en la calle, lo que es una desgracia y lo que deben hacer es mitigar. No son soluciones integrales y definitivas, pero esas medidas de mitigación son las que hay que tomar para evitar muertes.

Las personas en situación de calle son un síntoma. Revelan problemas estructurales de empleo, de vivienda, de salud mental, sostiene la especialista y hace notar que es lo que está pasando en Chile. E insiste en que dejar el tema exclusivamente en manos del Ministerio de Desarrollo Social no contribuye a la prevención y menos a la solución. “Es pequeño, con pocas atribuciones, escasa voz y posibilidad de movimiento. Ese es un tema estructural que hay que resolver y donde los privados estamos dispuestos a colaborar”.

A la falta de espaldas del encargado oficial del tema, se agregan las dificultades que han aparecido a raíz del escándalo de los convenios. “En situaciones de emergencia, el Estado de tener relaciones de confianza con las organizaciones sociales para que le abran sus espacios de un día para otro, sin tanta conversación. Se debe firmar el cheque ya para comprar los colchones de un albergue o dar la garantía de que si la fundación se endeuda por los colchones, por ejemplo, después el Estado pagará con los debidos intereses. Esas confianzas se construyen con los años y quedaron muy dañadas por este escándalo”.

Vivienda primero

Una buena noticia en medio de tantas muertes por hipotermia y el evidente aumento de las personas que viven en situación de calle, es “que este gobierno ha seguido con el programa Vivienda Primero”. Karinna habla de una iniciativa que ella misma impulsó, cuando lideraba la oficina calle del Ministerio de Desarrollo Social.

Sin desconocer el valor de los programas paliativos, “como los albergues o las rutas calle”, que permiten establecer el vínculo con las personas, conocerlas por sus nombres, saber sus historias y elegir los próximos pasos para lograr su reinserción social, este es un dispositivo mucho más ambicioso e integral. Ella lo explica así: “La gran diferencia entre cualquiera de nosotros y una persona de calle es que uno en su cartera o en su bolsillo tiene una llave. Esa llave abre un lugar que es íntimo y que permite desarrollarse en todas las áreas de la vida y que te da libertad. Una persona en situación de calle no tiene esa llave y, al no tenerla, va perdiendo grados de libertad. Ni siquiera puede decidir qué va a comer ese día o qué ropa se pondrá. Una vivienda es el acceso a la autonomía”.

Eso lo descubrió un psicólogo griego-estadounidense -Sam Tsemberis- en los 90 y bautizó la iniciativa Housing First. En Chile, el modelo se inauguró en 2019, con la participación de fundaciones, donde el Hogar de Cristo fue y sigue siendo líder. “Es un programa de acompañamiento integral que además entrega un cupo en una vivienda compartida por dos o máximo tres personas. Son casas o departamentos en barrios consolidados, donde profesionales especializados acompañan a los beneficiados. Ellos son hombres y mujeres mayores de 50 años con al menos cinco años de vida en calle. Está todo basado en la autonomía y la confianza en las capacidades de las personas de calle”.

–¿Cuál es el balance?
–En 2018, nos atrevimos desde el Estado con las organizaciones sociales a probar el modelo. El Hogar de Cristo fue una de las primeras organizaciones que nos dijo sí. Hoy son 741 personas las que tienen cupos abiertos en Vivienda Primero. Incluyéndolas, en la actualidad van a ser cerca de un millar las que han dejado la calle a través de este programa. Algunas, claro, han fallecido y otras se han deteriorado y han perdido autonomía, lo que obliga a destinarlos a otros dispositivos. La calle quita décadas de salud y vitalidad, pero la mayoría ha recuperado su vida y su dignidad.

El país de las carpas

-¿Por qué se privilegia a los mayores y con larga experiencia de vida en calle?
-Porque esas son las personas que más requieren este apoyo. Es imposible pensar en una oferta que los pueda acoger a todos. Por otro lado, el costo para el país de mantener a ese tipo de población en la calle es muy alto. Un adulto mayor en calle se va a enfermar más, por lo tanto va a requerir más hospitalización, más atención. Tiene además mucho riesgo de cometer alguna actividad ilícita, lo que va a significar días de cárcel. Son muchos los argumentos. Antes de establecer este programa, medimos con el Ministerio de Economía el costo y la eficiencia de Vivienda Primero y resultó que costaba unos 22 mil pesos diarios. Ese es casi el mismo costo de un albergue, pero un resultado muchísimo más valioso en términos de inclusión, reparación de derechos y recuperación de la vida.

Karina Soto conoce la realidad de calle, no sólo en Chile. Por eso mismo, sabe establecer comparaciones. Comenta que una persona que llega a estar en situación de calle en Finlandia lo hace mucho más deteriorada que alguien en Chile.

“Nuestro promedio anda en los 43 años. Son personas mucho más jóvenes que en el hemisferio norte. Y eso es común a toda Latinoamérica. Tienen una alta empleabilidad. El 70 % trabaja. En empleos informales, pero trabaja. Existen menos mujeres en calle. Y se ve mucho menos consumo de droga dura, a diferencia de lo que pasa en las sociedades desarrolladas. Y menos problemas de salud mental. Cuentan con vínculos familiares activos. O sea, no pierden el contacto con hermanos, hijos, padres”.

Karinna destaca que en Estados Unidos la situación es distinta según el estado del que se trate. Pero hoy, por el influjo de Donald Trump, está en discusión una ley de criminalización de la vagancia en Estados Unidos. “Con la crisis que generó la pandemia, ciudades como Los Ángeles, San Francisco, Seattle, se han declarado en emergencia humanitaria a causa de la cantidad de carpas que hay en las calles, y las comunidades están reaccionando de distintas maneras”.

Que la especialista repare en las carpas no es raro. Y se entronca con el lanzamiento de su primer libro, que se llama justamente: “El país de las carpas”. En él recoge 16 testimonios de hombres y mujeres que viven en situación de calle en Chile.

Son 16 personas de un universo mundial que alcanza 150 millones de seres humanos. “Desde hace 25 años trabajo en este tema. Tengo un compromiso común con otros, una generación nacida en los años 80 que reparó en esta realidad y que desde entonces lucha por terminar con ella. Siempre pienso que nadie está libre de terminar viviendo en la calle. Muchos hemos tenido rupturas familiares, separaciones de pareja, enfermedades graves, accidentes, quiebres brutales, pero nos hemos vuelto a parar porque otros no han sostenido. Uno quisiera que dejáramos de mirar a las personas en calle desde el prejuicio, porque esa mirada persiste. No es tan fácil para Vivienda Primero que una comunidad acepte a quien ha vivido en la calle y conseguir casas y departamentos para este grupo poblacional. Por eso es tan importante visibilizarlos. Contar sus historias. Ponerles cara”.

De eso se trata “El país de las carpas”. Y los encuentros improbables que gestiona Karinna desde 3xi.

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