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Medio Oriente: cuando ganar puede ser perder Opinión

Medio Oriente: cuando ganar puede ser perder

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Juan Pablo Glasinovic Vernon
Por : Juan Pablo Glasinovic Vernon Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), magíster en Ciencia Política mención Relaciones Internacionales, PUC; Master of Arts in Area Studies (South East Asia), University of London.
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Las victorias militares solo están comprando una ilusión, elevando el precio de mantener la seguridad, pero sin paz. Esta solo será posible si existe un acuerdo entre israelíes y palestinos y solo con esa paz vendrá de la mano la verdadera seguridad.


Lamentablemente, es imposible abstraerse de lo que está aconteciendo en el Medio Oriente en estas semanas. Los medios lo cubren diariamente y además los acontecimientos han ido escalando hacia un conflicto pleno regional. Ya están involucrados en términos bélicos Israel, Palestina, el Líbano, Irán, Yemen, Irak y Siria. Además, siguen adelante las operaciones militares y van miles de muertos y heridos, una gran destrucción, millones de desplazados y un futuro inmediato que puede ser mucho peor.

Israel ha lanzado operaciones terrestres en el Líbano, manteniendo su incesante oleada de bombardeos aéreos en diversos puntos del país. Por su parte, Irán disparó más de cien misiles contra todo el territorio israelí logrando alcanzar blancos militares además de zonas pobladas.

Israel también ha atacado objetivos en Siria, haciendo explotar un depósito de armas presuntamente iraníes en la cercanía de una base rusa. Esta habría sido usada por el avión iraní que trajo las armas. Como en esto las casualidades no existen y habiendo un pacto de no agresión entre rusos e israelíes en territorio sirio, la voladura de la bodega cercana a la base puede ser una advertencia de que en caso necesario ese acuerdo se romperá.

Aunque actores secundarios, los hutíes de Yemen y diversas milicias de Irak también han despachado misiles y drones hacia Israel y este país ha atacado por segunda vez al puerto de Hodeida en Yemen, bastión principal de los hutíes.

A la fecha pareciera que Israel está triunfando, o al menos ha golpeado contundentemente a sus enemigos. Hezbolá fue descabezado con el asesinato de sus principales líderes, incluyendo a su máximo dirigente Nasralá, a lo que se suma el episodio de los beepers y walkie talkies, que dejó a numerosos combatientes heridos (con lesiones en manos y ojos especialmente).

En pocas semanas, una organización altamente entrenada y disciplinada se vio privada de su alto mando y sin un sistema centralizado de comunicaciones para coordinar sus acciones, experimentando además numerosas bajas sin poder responder. Esto sin duda que ha golpeado la moral y capacidad de lucha del grupo.

En Gaza sigue la dinámica del gato y del ratón, buscando las tropas hebreas desalojar y matar a los combatientes de Hamas, en lo que parece ser un proceso sin fin y que en realidad es una carnicería de civiles en un territorio en ruinas donde campean el hambre y la angustia permanente de morir por algún bombardeo israelí o en un fuego cruzado.

El ataque con misiles iraní a Israel es una respuesta anunciada a los asesinatos de los líderes de Hamás y Hezbolá. Eso sí y a diferencia del anterior ataque desde Irán, no hubo aviso previo. Aunque la mayoría de los proyectiles fueron interceptados, algunos alcanzaron sus objetivos y estuvieron a punto de saturar el escudo balístico israelí.

La intención de no saturar el sistema defensivo podría ser deliberada, en la lógica de cierta contención dentro del escalamiento porque, de haber ocurrido, probablemente abría de par en par la puerta a la guerra total e Israel en esa eventualidad habría atacado la capacidad nuclear iraní, entre otros objetivos. En la dinámica en curso, Irán quiso dejar en claro que podría generar gran destrucción en todo el territorio israelí y que, si esto sigue escalando, lo hará.

Llama la atención que a ese ataque no se hayan sumado Hezbolá ni los hutíes. La pregunta es si eso fue deliberado, ya sea para engañar a Israel e inducirle a creer que sus enemigos están muy debilitados o para reservarse para otro escalón. También está la posibilidad de que efectivamente ambos grupos combatientes hayan perdido buena parte de sus capacidades operativas.

Como era de esperar en la lógica de la Ley de Talión, lsrael anunció que devolverá el golpe, reservándose la oportunidad.

Como decía previamente, en el plano militar hasta ahora Israel ha dado todos los golpes y ha sido exitoso, pero eso no asegura que continúe así. Una cosa son las operaciones encubiertas y los bombardeos aéreos y otra es una campaña terrestre.

En las primeras incursiones en el Líbano las tropas hebreas se han encontrado con una fiera resistencia que se está haciendo sentir en el número de muertos y heridos entre sus filas. Si se quiere tomar posesión del territorio, entonces eso necesariamente deberá ir acompañado de más contingentes y además implicará una campaña más larga y, de ser esta exitosa, una ocupación sin fecha predecible de término.

El objetivo declarado del gobierno de Netanyahu es permitir a los habitantes del norte del país volver a sus casas, lo que aspira a lograr destruyendo a Hezbolá y su capacidad de bombardear a Israel. Pero hasta ahora no ha sido posible. Hezbolá sigue disparando lo suficiente para disuadir el regreso de los habitantes del norte israelí.

Si miramos lo que ha ocurrido en un año en Gaza, a pesar de ser un territorio prácticamente sellado del contacto exterior, el ejército israelí no ha logrado el dominio total. Tan pronto toma el control de una zona y la deja, vuelven a emerger en ella los combatientes de Hamás, que además siguen disparando hacia Israel. Si eso ocurre en Gaza, entonces uno podría pensar que es muy probable que en el Líbano sea aún más duro y complejo.

Como lo señalé en una anterior columna, lo más dramático en todo esto es que los gobiernos de Irán e Israel tienen interés en mantener un estado de guerra, aunque sea controlada. En el caso de Irán, este país quiere al menos desgastar a Israel con sus organizaciones aliadas, de manera de evitar que todo el poder del Estado hebreo se dirija en su contra y, eventualmente, buscar su destrucción. En el caso israelí, el gobierno quiere prolongarse montado en los objetivos que ofrece, esto es, traer seguridad a su población. Y eso, en estos momentos, pasa exclusivamente por el uso de la fuerza y la prolongación del conflicto.

En función de sus exitosos resultados, el gobierno de Netanyahu cree que es el momento para asestar los golpes definitivos, tras lo cual podría conseguir liberar a su país de la amenaza de sus peligrosos enemigos Hamás y Hezbolá. Pero, siempre en las victorias se incuba la posibilidad de una derrota futura y esta puede asumir diversas formas.

Una posibilidad es abrir una larga guerra de atrición en el frente norte, con efectos desestabilizadores en los otros vecinos, como ocurrió en su momento con los palestinos desplazados. Junto con el costo humano que implicaría ese escenario, Israel quedaría como un país ocupante, lo que erosionará aún más su ya vapuleada imagen internacional. Otra alternativa es que finalmente se derive en una guerra regional, que necesariamente involucrará a terceros y de la cual nadie puede pretender salir indemne.

En mi opinión, estamos en la paradoja de que los éxitos militares borren la posibilidad de la paz y también de la seguridad, a menos que vengan de la mano con una negociación real que busque paz y genere seguridad. Es evidente que buena parte de lo que está pasando tiene que ver o se funda en la situación palestina. Este pueblo no va a dejar de luchar por su identidad e independencia, amparada además por el Derecho Internacional al igual que Israel. Generar una regresión a los acuerdos de Oslo solo ha desatado episodios regulares de violencia y, además, ha incubado más odio. Ese odio impulsará otros grupos como Hamás.

Las victorias militares solo están comprando una ilusión, elevando el precio de mantener la seguridad, pero sin paz. Esta solo será posible si existe un acuerdo entre israelíes y palestinos y solo con esa paz vendrá de la mano la verdadera seguridad.

En esto la acción de la comunidad internacional es esencial, como lo fue para el nacimiento del Estado de Israel. En ese entonces hubo acuerdo en la existencia de dos Estados soberanos. Falta el cumplimiento completo de la resolución de Naciones Unidas. Sucesivas guerras e innumerables víctimas dan cuenta de la imperiosa necesidad de su cumplimiento.

Por ahora, se están sembrando las semillas de más inseguridad, aunque parezca lo contrario, al fragor de las explosiones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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