Una economía moderna no puede existir sin el capital, su lógica de expansión y concentración, y tampoco sin la iniciativa privada. Sin embargo, la socialdemocracia busca establecer los límites de dicha expansión y concentración bajo el amparo de la ley
En las últimas semanas hemos recibido los resultados de diversos estudios que confirman lo que muchos venimos intuyendo desde hace algún tiempo: el creciente pesimismo de la ciudadanía chilena ante la situación de estancamiento, y a ratos de retroceso, que vive nuestro país.
El último informe del PNUD “¿Por qué nos cuesta cambiar?” da cuenta de que un preocupante 59% considera que la situación en nuestro país ha empeorado, en contraste con el mismo indicador del 2013, en el cual solo un 21% expresaba lo mismo.
Según la última encuesta UDP, en tanto, hay un claro empeoramiento de la percepción sobre la democracia, con un 68,4% de la gente declarando que está insatisfecha o muy insatisfecha con su funcionamiento. También señala que, para lidiar con la delincuencia, un 52,8% cree que lo haría mejor un régimen autoritario, mientras quienes creen que lo haría mejor un régimen democrático con el 34,7%. Un 12,2%, dijo que “ninguno de los dos”.
Por su parte, en su último informe de política monetaria (IpoM) de septiembre, el Banco Central recortó en una décima la proyección de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB Tendencial), a un 1,8% para el periodo 2025-2034.
El pesimismo que estos datos confirman solo puede ser revertido si asumimos la necesidad imperiosa de repensarnos como país, redefiniendo nuestra agenda de desarrollo de cara al siglo XXI.
El país debe entender que es imposible avanzar hacia un régimen que promueva la igualdad, la redistribución y un estado de bienestar si no se generan las condiciones de crecimiento económico que lo sustenten.
Los socialdemócratas asumimos que la articulación del bienestar social y el crecimiento económico es el problema vital que debemos resolver como nación. Para esto, debemos dar una batalla en el campo de las ideas y la práctica política que nos permita pasar de la idealización extrema, la frase grandilocuente y el Tik-Tok bonito pero sin fondo, a un pragmatismo que establezca las bases para la construcción de un desarrollo sostenible que otorgue el tan anhelado bienestar social.
La arremetida de la extrema derecha en Chile debe llevarnos a una autocrítica de fondo, a asumir lo que se ha hecho mal y corregir. Para la centroizquierda, esto parte principalmente por acelerar las conversaciones y el debate sobre la sociedad chilena cambiante. Debemos hacerlo sin tapujos, sin complejos, entendiendo que atomizarse en el 20% del electorado es un profundo error y que nuestras ideas solo serán un saludo a la bandera si no construimos mayorías y propiciamos la gestación de cambios estructurales.
En el pasado, la construcción de grandes mayorías apelaba a la unidad de las izquierdas en torno a la derrota de la dictadura y el ejercicio de construir y valorar la democracia. Hoy, en cambio, creemos que el desafío mayor en esta apuesta por la renovación es instalar un modelo socialdemócrata que haga convivir al desarrollo del capitalismo con el poder articulador y movilizador de un Estado moderno, que sea mitigador de las desigualdades, regulador de procesos y optimizador de la innovación.
En su vocación de poder y pragmatismo, la socialdemocracia no busca exterminar a la economía de mercado ni al capitalismo, tampoco a los capitalistas. La socialdemocracia, ni ninguna otra fuerza política tiene la capacidad para eliminar del terreno social las condiciones materiales descritas por Marx sobre las cuales se funda la economía capitalista.
Visto de esta forma, el capitalista, así como el emprendedor e innovador, son cruciales para la socialdemocracia. Una economía moderna no puede existir sin el capital, su lógica de expansión y concentración, y tampoco sin la iniciativa privada. Sin embargo, la socialdemocracia busca establecer los límites de dicha expansión y concentración bajo el amparo de la ley, así como el de los organismos reguladores y fiscalizadores del Estado.
La socialdemocracia busca que la economía de mercado no solo beneficie al capitalista, sino que contribuya al bienestar general de la sociedad. Esta es la base inicial para el desarrollo económico y social.
Si en el pasado abrazamos la libertad política y la igualdad ante la ley como el centro de nuestra causa, hoy, los socialdemócratas creemos que la renovación de la centroizquierda debe abocarse a instaurar como pilar central de su proyecto a la fraternidad.
Esta debe constituirse en un principio ordenador de la institucionalidad económica y social a través de la solidaridad. Es decir, solidaridad en el aporte fiscal, en la administración del territorio nacional y en los regímenes de salud, de seguridad social y de educación.
Creemos que el país puede apostar por una socialdemocracia chilena. Tomando en cuenta nuestras diferencias y vicisitudes políticas, debemos reencauzar a la centroizquierda en torno a un objetivo común: devolver a los chilenos la capacidad de soñar y vivir mejor. Este objetivo requiere hablar de desarrollo social, crecimiento económico y humanidad.
En este momento aciago, podemos germinar la esperanza ofreciendo una alternativa viable que sea constructora de mayorías.