Publicidad
El wishful thinking del Gobierno Opinión

El wishful thinking del Gobierno

Publicidad
Bastián Romero
Por : Bastián Romero Economista e investigador de Fundación para el Progreso.
Ver Más

Si la recaudación es menor a la esperada y el gasto se mantiene constante, aumenta la deuda pública, que por 17 años viene creciendo más rápido que la economía. Ese desbalance entre la economía y la deuda castiga nuestro rating crediticio a nivel internacional.


En su discurso de aceptación del Nobel de Economía en 1974, F. A. Hayek advertía que hay quienes “piensan que nuestro creciente poder de predicción y de control, aceptado generalmente como característica del avance científico, puede permitirnos, si lo aplicamos a los procesos sociales, modelarlos enteramente a nuestro placer”. Sus palabras caen redondas a los técnicos del Gobierno, quienes, sobreestimando su capacidad, han hecho proyecciones erróneas sobre el futuro de los recursos públicos, perjudicándonos a los chilenos.

No es que las proyecciones macroeconómicas debiesen dejar de existir, ya que son necesarias para la planificación fiscal. Tampoco es que debamos exigir a las proyecciones completa exactitud, ya que la economía es volátil y es normal que los escenarios proyectados se actualicen periódicamente. El problema de las proyecciones nace cuando quienes las realizan sobreestiman su capacidad para leer la bola de cristal, saliéndose del margen de error razonable.

Eso pasó a fines de 2023, cuando el Gobierno proyectaba que en 2024 la recaudación fiscal real crecería 8%. Pero la realidad es que la recaudación real acumulada durante este año cayó 4,4%. Esto último, sucedió a pesar de que en 2024 el Gobierno contará con alrededor de 551 mil millones de pesos adicionales que no tenía previstos a fines de 2023, debido a un precio del cobre 9% más alto de lo que se proyectaba el año pasado.

Algo similar podría suceder este año con la ley para fortalecer la función fiscalizadora del Estado, donde el Gobierno proyecta un aumento de la recaudación fiscal de 1,5% del PIB, contrastando un informe del FMI al respecto, que encuentra raro que esas mejoras administrativas recauden más del 0,5%.

El resultado es simple: si la recaudación es menor a la esperada y el gasto se mantiene constante, aumenta la deuda pública, que por 17 años viene creciendo más rápido que la economía. Ese desbalance entre la economía y la deuda castiga nuestro rating crediticio a nivel internacional, encareciendo cualquier endeudamiento futuro y, probablemente, requerirá de aumentos de impuestos para financiarse.

Esta no es la primera vez que un Gobierno chileno comete errores garrafales en materia fiscal.

Un ejemplo de ello es la reforma tributaria de Bachelet II, que terminó recaudando menos de la mitad de lo proyectado, además de contribuir en gran medida a nuestro estancamiento económico actual. Sin embargo, los errores de proyección no siempre fueron algo cotidiano.

En 2016, los economistas Frankel y Schreger elogiaban la capacidad del Estado de Chile para minimizar los errores en las proyecciones de balance del presupuesto entre 2000-2008, incluso comparándonos con países desarrollados.

Hoy, los tiempos de buenas proyecciones del Gobierno parecen haber quedado atrás. La misma soberbia intelectual que Hayek advertía hace 50 años sigue más viva que nunca en quienes nos gobiernan. Nos venden la esperanza de que tienen todo bajo control, pero, al parecer, no es más que un wishful thinking que terminamos pagando todos los chilenos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias