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Los desafíos de Chile y el Premio Nobel de Economía 2024 Opinión

Los desafíos de Chile y el Premio Nobel de Economía 2024

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Lucas Miranda
Por : Lucas Miranda Investigador Faro UDD
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Su teoría distingue entre instituciones inclusivas y extractivas. La diferencia entre ambas se puede ilustrar a través de un modelo de dos tipos de colonizadores de América.


La Real Academia Sueca de las Ciencias otorgó el Premio Nobel de Economía a Acemoglu, Johnson y Robinson por “sus estudios acerca de cómo las instituciones se forman y afectan la prosperidad”. Su principal tesis es que ni la geografía ni la cultura son lo fundamental para que se desarrolle un país, sino que sus instituciones. Uno de sus méritos es haber desarrollado un marco teórico que permite explicar la variedad de problemas que orbitan el misterio de la prosperidad nacional.

Su teoría distingue entre instituciones inclusivas y extractivas. La diferencia entre ambas se puede ilustrar a través de un modelo de dos tipos de colonizadores de América.

El primero llega a un lugar abundante en recursos naturales y mano de obra: el problema que enfrentan es cómo transferir esa riqueza y no cómo crearla. Las capacidades de los sometidos se orientarán a la supervivencia, y los talentos y esfuerzos de los colonizadores se especializarán en extraer coercitivamente lo existente. El pastel no crece demasiado, solo cambia de manos.

El otro grupo llega a un lugar lúgubre donde no existe ese pastel: se ven obligados a crearlo y para ello surgen instituciones que fomentan esa creatividad. Meter la mano en el bolsillo ajeno no es opción, porque no hay nada para sacar de él. Los intentos por concentrar el poder político fracasan. Mejor, cada cual le asegura al otro la conservación de lo que produce su esfuerzo e ingenio, de manera que se concentren en producir. Eventualmente, el pastel crecerá y la revolución industrial encontrará un terreno institucional fértil para  la explosión creativa.

Los economistas laureados han hallado en derechos de propiedad seguros, derechos políticos amplios y gobiernos limitados –pero donde impera la ley– las instituciones que producen prosperidad. Sin embargo, no son fórmulas mágicas ni meramente legales. El demonio está en los detalles y en la raigambre social de las instituciones. 

Esto puede explicar el truncado desarrollo de Chile desde la vuelta a la democracia. Nuestro país arrastra la herencia de las instituciones de la Colonia, en donde las élites extractivas se han ido reinventando. No obstante, casi 35 años de democracia ininterrumpida, alternancia en el poder, derechos de propiedad fuertes y modernización burocrática impulsaron la prosperidad.

Lamentablemente, ese despegue se ha truncado en la última década y parte de la explicación puede estar en que las instituciones inclusivas, introducidas de arriba hacia abajo, no permearon profundamente la sociedad. Las extractivas sobrevivieron y adquirieron nuevas expresiones: el crimen organizado, la corrupción, el foco en demandas redistributivas, la expropiación de patines ajenos, la erosión del Estado de derecho, etc., manifiestan su vitalidad. Gracias al trabajo de los que hoy son premiados en Estocolmo, Chile puede entender mejor la magnitud de sus desafíos. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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