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A cinco años del 18 de octubre: terapia para Chile Opinión

A cinco años del 18 de octubre: terapia para Chile

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Camilo Herrera
Por : Camilo Herrera Director Ejecutivo 3xi
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La confianza es el pilar de cualquier proceso de sanación, pero en Chile está profundamente dañada: entre los ciudadanos, hacia las instituciones y entre distintos sectores de la sociedad. Como en una terapia de pareja o familiar, reconstruir la confianza toma tiempo.


Desesperanza en la política, pesimismo económico, desencanto social, desconfianza en los demás, deplorables resultados de la selección de fútbol. Parecen claros síntomas de una depresión. Hace apenas cinco años vivimos un estallido social que, como en toda crisis personal o relación rota, dejó al país estancado en un ciclo de reproches, frustraciones y expectativas incumplidas.

Con él ha emergido una sensación colectiva de agotamiento emocional. Quizás, más que nuevas políticas o acuerdos formales, Chile necesita algo más íntimo y esencial: terapia. Un proceso de sanación que nos permita entendernos, reconciliarnos con el pasado y proyectar un futuro con mayor claridad emocional.

Como en toda terapia, lo primero es admitir que hay un problema. En Chile existen dolores profundos que hemos evitado enfrentar del todo: desigualdades históricas, clasismo, desconfianza en las instituciones y rupturas sociales que se han profundizado con el tiempo. Reconocer estas fracturas es el primer paso hacia su recuperación. La terapia colectiva comienza cuando aceptamos que, en mayor o menor medida, todos hemos contribuido a este conflicto.

Una de las lecciones más difíciles de la terapia es aprender a escuchar sin interrumpir, sin querer responder de inmediato, escuchar para comprender. En Chile necesitamos espacios donde las personas puedan expresar sus historias sin miedo al juicio y personas disponibles a poner el cuerpo y valientemente escuchar.

Poner en palabras lo que ha estado reprimido por tanto tiempo es un acto profundamente sanador. Escuchar de verdad es un acto de humildad que abre la puerta a la empatía y a la comprensión mutua. Practicar masivamente este ejercicio es esencial para reconstruir el tejido social.

Otra lección de la terapia es que todas las emociones son válidas. La rabia por las injusticias, el miedo al cambio y la tristeza por lo que hemos perdido son parte del proceso. Como sociedad, hemos atravesado un torbellino emocional que a menudo preferimos callar o reprimir. Sin embargo, sanar implica dar espacio a estas emociones, permitirnos sentirlas sin vergüenza y reconocerlas como parte del camino hacia una reconciliación genuina.

Parte de la sanación terapéutica implica dejar de luchar contra el pasado. No se trata de olvidarlo, justificarlo ni idealizarlo, sino de mirarlo con honestidad para extraer sus lecciones. Chile necesita reconciliarse con su historia. El verdadero progreso ocurrirá cuando podamos trascender la rabia de “lo que me hiciste” y conectar con la pena compartida por “lo que nos ocurrió”. Solo entonces podremos liberarnos del peso del malestar y el resentimiento que impiden nuestro avance hacia el futuro.

La confianza es el pilar de cualquier proceso de sanación, pero en Chile está profundamente dañada: entre los ciudadanos, hacia las instituciones y entre distintos sectores de la sociedad. Como en una terapia de pareja o familiar, reconstruir la confianza toma tiempo, requiere coherencia en las acciones y una disposición sincera para reparar errores. Sin confianza, cualquier acuerdo es frágil y cualquier promesa carece de valor.

La terapia no solo trata de resolver traumas y conflictos; también nos invita a imaginar nuevas rutas hacia adelante. Chile necesita reconectar con su capacidad creativa, con ese espíritu lúdico y aventurero, con su orgullo y autoestima, para que podamos ver más allá de la crisis.

Requerimos terapia porque los problemas que enfrentamos no son únicamente políticos o económicos; son también emocionales y relacionales. El futuro no tiene que ser una continuación de los problemas del presente; puede ser un territorio inexplorado que descubramos juntos, con esperanza y voluntad de cambio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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