Revelaron que hay una agrupación de la actividad de las movilizaciones alrededor de las estaciones del Metro, un fenómeno distinto a lo observado en otras ciudades, además de mostrar un carácter transversal entre zonas de alto y bajo ingreso económico de la capital.
El físico chileno Carlos Cartes, investigador del Centro Basal Ciencia & Vida, de la Universidad San Sebastián (USS), analizó mediante modelos matemáticos las manifestaciones que tuvieron lugar en el mes de octubre de 2019 en Santiago de Chile.
Las simulaciones permitieron hacer un paralelo entre las características de los disturbios registrados en la capital de nuestro país con movilizaciones similares ocurridas en Francia y Reino Unido en el transcurso de este siglo.
Los resultados del estudio –que actualmente se encuentra ad portas de ser publicado en revistas científicas internacionales– revelaron que, a diferencia de lo que habitualmente se observa en el análisis de eventos de este tipo, las manifestaciones tuvieron una intensidad marcadamente alta tanto en zonas de altos como de bajos ingresos, además de mostrar una estrecha relación con la red de transporte público, siendo explicadas en buena parte por la movilidad dentro de la ciudad.
“No hay una teoría que nos explique cuándo se desestabiliza la sociedad, pero sí lo que tratamos de entender es que, si ocurre, dónde es probable que suceda y de qué manera se va a propagar dentro de una metrópoli. Esto podría ayudar, por ejemplo, a determinar cuáles son los lugares críticos a resguardar o en qué escalas de tiempo evolucionan los desórdenes. En síntesis, nuestro objetivo es encontrar el modelo más sencillo posible, con la menor cantidad de variables, que pueda explicar el fenómeno”.
El científico de la USS enfatiza que las simulaciones no intentan analizar desde una perspectiva social o política las causas de este fenómeno, sino cómo este se diseminó, con el propósito de entender mejor el fenómeno de las manifestaciones públicas y así anticipar sus efectos. La particularidad del fenómeno en nuestro país, que lo distinguen de manifestaciones en Europa, fue que el punto neurálgico de las aglomeraciones estuvo en una zona incluso considerada como gentrificada (como Plaza Baquedano y sus inmediaciones) y tradicionalmente no asociada a condiciones de vida vulnerables.
“Un hallazgo de interés que sugieren las simulaciones es el impacto del sistema de transporte público y la red de metro, como un buen predictor para entender dónde ocurren estas grandes aglomeraciones y en qué zonas se van a producir los desórdenes. Una cuestión bien particular del estallido social en comparación con otras protestas emblemáticas en el mundo es que los desórdenes sucedieron en zonas bien conectadas de la ciudad”, puntualizó el investigador del Centro Basal Ciencia & Vida de la USS.
El estudio tomó como referencia el modelo Bonasse-Gahot, utilizado para describir los disturbios franceses del año 2005 (tras la muerte de dos adolescentes musulmanes y origen africano a manos de la policía), incorporando el efecto de los patrones de desplazamiento diario y la influencia de la red del Metro en la movilidad.
En Latinoamérica no existen trabajos similares, y la evidencia científica en la materia se limita a Europa y Estados Unidos, mayoritariamente, según describe el físico chileno.
A fines de los años ’70, estudios sociológicos determinaron que los disturbios en todo el mundo se caracterizan por tener una actividad inicial explosiva, es decir, suben de manera muy repentina, para luego llegar a un máximo y finalmente caer rápidamente.
Esto es explicado por modelos de contagio de conducta, similares a los de la propagación de enfermedades infecciosas. En 2018, investigadores franceses analizaron las protestas en París que ocurrieron durante el 2005, con una extensión de este modelo, que permitía entender la propagación de los desórdenes.
“Ellos descubrieron que si dividían la ciudad en pequeñas celdas podías observar que los disturbios empezaron en un lugar determinado y se empezaban a contagiar al resto, igual que la expansión de una enfermedad, a medida que el tiempo transcurre. Nosotros utilizamos este modelo epidemiológico, pero nos dimos cuenta que la formulación explicaba mejor las protestas en Chile cuando se utilizaban variables de origen y destino de los traslados. Es un modelo matemático razonablemente sencillo y que requiere de pocos datos”, explica el Dr. Carlos Cartes.
Los datos utilizados reflejan la movilidad cotidiana de los habitantes de Santiago: es decir, los viajes diarios desde las 5:00 am hasta las 10:00 am, considerando los desplazamientos desde el lugar de residencia hasta las ubicaciones de su trabajo o colegio. Según el investigador de la USS, las simulaciones proponen que, por ejemplo, si se eliminara un punto neurálgico de las protestas, como Plaza Baquedano, no habría incidencia en la envergadura de las manifestaciones, porque esto no alteraría la estructura de los viajes dentro de la ciudad.
Aunque el modelo inicial –creado para observar típicamente el efecto de la dispersión replicando la diseminación de enfermedades infecciosas– no reprodujo la actividad de los disturbios registrados en la capital chilena cuando se tomaron como “inputs” únicamente los datos de población e ingresos económicos de los habitantes, sí se logró reproducir adecuadamente la geografía de las protestas al emplear los orígenes y destinos de los desplazamientos diarios, caracterizada por su acumulación en torno al transporte subterráneo.
De acuerdo al reporte, es la primera vez que se logra reproducir usando modelos computacionales la dispersión de las manifestaciones que se extendieron al menos hasta seis meses después del 18 de octubre de 2019 a partir de un modelo numérico alimentado con datos reales: densidad de la población, ingresos económicos y orígenes y desplazamientos de los usuarios de la red de Metro. Dichos datos fueron extraídos de los patrones de movilidad recopilados por la Autoridad de Planificación del Transporte del Área Metropolitana de Santiago (SECTRA).
El trabajo –que fue desarrollado en colaboración con el investigador de la Universidad Católica, Kenzo Asahi– describe que los disturbios se caracterizan por alteraciones significativas e intensas de la paz que involucran a un grupo de personas. En el caso chileno, el Dr. Cartes recuerda que las estimaciones de organismos oficiales cifraron el coste económico de los disturbios en alrededor de USD $4,6 mil millones (daños a locales comerciales y propiedad privada, y gastos en labores de respuesta y limpieza).
Por lo general, estos acontecimientos implican desórdenes públicos y destrucción de propiedad privada o pública. Los primeros enfoques sobre el tema encontraron que el desorden generalizado depende de varios factores, siendo la pobreza y la exclusión social los más influyentes, plantea la investigación.
Los estudios pioneros en el campo datan de los años ’60 del siglo XX, con el uso de modelos matemáticos para reproducir el impacto de las manifestaciones por conflictos raciales en Estados Unidos. Según estos primeros trabajos, los disturbios tienden a producirse en zonas pobres y excluidas. Sin embargo en el caso chileno, el reporte advierte que el conflicto se distinguió por el carácter transversal de los participantes y que los puntos neurálgicos fueron áreas bien conectadas.
Este parámetro en específico, el de accesibilidad, suele medirse de la siguiente forma: la distancia total que se puede alcanzar al combinar una caminata de 400 metros, tomar una sola micro y caminar otros 400 metros.
“En el caso de Plaza Baquedano o La Moneda, o los lugares donde los disturbios fueron más intensos, tomando esta referencia de accesibilidad vemos que desde allí se puede abarcar prácticamente la mitad de la ciudad. Es decir, a partir de las zonas de protesta, para cualquier persona era muy fácil movilizarse porque, además, eran sitios muy bien concentrados”, subraya el físico chileno.
Al igual que en un escenario de crisis sanitaria, la propagación no es infinita: si en el combate contra una enfermedad hay acciones que pueden establecer barreras (como intervenciones médicas, el uso de mascarillas o el confinamiento de la población), también hay limitantes en un conflicto social. Entre ellas, la acción de la policía o también el temor de los propios participantes de los disturbios al ver que la situación puede poner en riesgo su integridad. En resumen, la situación llega a un máximo y luego comienza a decaer.