Las que suponíamos serían las mejores defensas de inmunidad moral siguen cayendo como moscas, infectadas por el virus. Líderes de las Iglesias, Altos Magistrados, Fiscales, jueces, Ministros de Estado, miembros del Congreso Nacional, etc.
Sin un buen diagnóstico, no podemos dar el remedio apropiado para sanar una enfermedad. Si ésta se hace compleja y se extiende, encontrar la madre del cordero y dar en el clavo para medicar es un arte de adivinación y magia. A veces el chamán y el paciente optan por mitigar el dolor y los síntomas, como si éstos fueran la causa de la enfermedad.
¿Habrá una causa de todos los males? Si existiera podríamos disparar allí nuestra bala de plata del puro bien y ¡pum!, todo mal acabaría. Timoteo, el compañero de San Pablo, decía que lo había: “…los que quieren enriquecerse caen en tentación … y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturan con muchos dolores”
¡Ayayay Timoteo!… ¡Por Dios! …¡el amor al dinero, como la causa de todos los males!…¿Cómo se te ocurre decir esas cosas? … ¡Es como si estuvieras diciéndolo hoy, aquí mismo, entre nosotros!
La codicia y la avaricia deben reconocer su paternidad de muchos males. Si hiciéramos un test de ADN para descubrir los genes de muchos problemas éticos y escándalos del Chile actual, probablemente los cromosomas principales serían el afán de lucro, la utilidad desmedida, el individualismo y la competencia sin cuartel. A veces la filosofía libertaria transforma esos cromosomas en fines por si mismos, en “principios” sin contrapeso, prudencia ni equilibrio.
Pero yo difiero de Timoteo. No hay una sola causa de todos los males. ¿Qué piensas tú? Yo creo que hay muchas otras, como el afán de poder, la mala fe, la imprudencia, la injusticia, el odio, la intolerancia, el cinismo, la cobardía, la mentira, la soberbia, la deslealtad, etc. Si no hay una sola causa del mal, entonces tampoco hay una sola medicina para sanar. Nos enfrentamos al dilema de elegir cuál causa atacar y qué medicina dar.
No podemos luchar contra todos los males al mismo tiempo, hay que concentrar la batalla contra los principales. Si logramos herir gravemente al mal principal, todos los demás se asustan, se desorganizan y huyen.
¿En Chile actual, cuál es mal principal contra el que debemos luchar? Es el problema de la degradación ética o moral. Muchos creen que es un dragón inabarcable, etéreo, de contornos imprecisos, que es imposible atacar. Entonces insisten en que es apenas una crisis del sistema político, o una institucional, o de la economía, una falla estructural del modelo de desarrollo, o una crisis del sistema educacional, etc. Sí, todo eso es cierto. Es necesario enfrentarlos. Pero están subordinados a otro mal mayor que los lidera hoy. Aquellos sistemas, aunque cambien, sin buenas personas fallarán. Somos tú, yo, nosotros, las personas humanas de carne y hueso las que integramos esas instituciones, y las que tenemos consciencia moral, libertad, discernimiento, y una apreciación de las circunstancias para actuar bien o mal.
Si un mal síntoma que se repite y repite, crece y crece, alojado como un parásito en los órganos principales, ese síntoma refleja la enfermedad basal o principal. Hacia fines de los 90, la moral de las elites chilenas empezó a declinar en los negocios, la política, la economía, la religión, los tribunales de justicia, los medios de comunicación (en especial la TV), etc. hasta convertirse en un virus de crisis ética que nos tiene atrapados hoy.
Las que suponíamos serían las mejores defensas de inmunidad moral siguen cayendo como moscas, infectadas por el virus. Líderes de las Iglesias, Altos Magistrados, Fiscales, jueces, Ministros de Estado, miembros del Congreso Nacional, etc.
Para ser propositivo, he sugerido dos acciones concretas: 1.- Si nos encontramos en este momento en una crisis ética totalmente transversal que se manifiesta en todas las élites (políticas, judicial, social, económica y empresariales, simbólicas, etc.), de distintas tendencias políticas, es el momento preciso para aplicar a todos los que están siendo procesados procedimientos de investigación rápidos y sanciones justas pero muy severas. El impacto del mal ejemplo y su sanción rigurosa tienen un efecto muy importante en nuestros hábitos éticos. Pero llevamos 25 años jugando al ¡caiga quien caiga!, sin que nadie caiga. 2.- Vota en todas las elecciones de este año y el próximo de manera bien informada y responsable. Pero vota inclinado hacia la ética de los candidatos más que a tu tendencia política. Elije a los que sean más eticos, tolerantes, prudentes, honrados, o que hacen bien la pega. Si el ético, el de buena voluntad, calza con los de tu bando, perfecto, pero si no calza políticamente, vota por el correcto. Lo vimos en la elección de los alcaldes de Maipú, Renca y Vitacura con más de un 70 % de votación, mucho más que lo que representa su sector político. En las Condes también se premió a la candidata correcta y se castigó a la incorrecta.
En mis próximas columnas continuaré mi pretencioso intento de hacer proposiciones concretas para mejorar nuestra ética como país.