Cabe aclarar que Vietnam es un importante “mercado” agrícola – alimentario y, en el período de 2020 – 2022, sus importaciones promediaron más de 30.021 millones de dólares.
Siempre me he preguntado cuál fue el propósito de negociar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Vietnam. Seguramente, algo tuvo que ver con nuestra obsesión de “ingresar con todo” a Asia. Equivocadamente creo, pero lo “dejé pasar”. Vietnam no es nuestro “desafío” principal en ese continente, aunque en el momento la negociación fue una distracción enorme de recursos, como sigue siendo su actual gestión. Y debo asumir que hay alguien en la Cancillería que se preocupa de “gerenciar” el TLC y hacerle seguimiento a nuestra relación comercial con Vietnam. No obstante, dado lo que hemos logrado, lo dudo.
En síntesis, creo que hemos logrado muy poco o nada en Vietnam. De hecho, nada. Y, aun así, seguimos insistiendo y “metiéndole” nuevos recursos que pagamos todos los chilenos.
Muy brevemente, el TLC con Vietnam entró en vigor en enero de 2014 y, de acuerdo con las cifras de importación informadas por Vietnam a la ONU – ITC, en sus 10 años de existencia, las compras que ha realizado desde Chile son muy pobres y están prácticamente estancadas.
De hecho, al comienzo de la implementación del Tratado, en promedio, llegaban a 324 millones de dólares (período 2013 – 2015) y, una década más tarde, a alrededor de sólo 339 millones (2020 – 2022). Si consideramos las cifras de exportaciones informadas por Chile –que, supongo, reflejan de mejor manera la realidad del comercio– los envíos caen de 319 millones de dólares a un promedio de sólo 310 millones, durante el mismo período. Estas no parecen ser las cifras de exportación para un “gran” socio comercial.
Ah, y no olvidemos que tenemos una Oficina Comercial, a cargo de un funcionario de ProChile, y que, en marzo de este año, Minagri y Odepa anunciaron la apertura de una Agregaduría Agrícola en el país. En esa ocasión, desde el ministerio se destacó que “como Gobierno” se está mostrando “… un compromiso concreto con el fortalecimiento del comercio y el aprovechamiento de los acuerdos comerciales como el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP)” (Prensa Odepa, 26 de marzo. Mi énfasis).
¿Acaso esta administración no intentaba “tomar distancia” del CPTPP? ¿A quién queremos mostrarle “nuestro” compromiso con Vietnam? ¿Debemos pensar que el TLC con Vietnam es prioritario? Sugiero que no deberíamos seguir invirtiendo recursos en un mercado que no “da frutos” y que –creo– no está entre nuestras prioridades.
¿Quién adoptó la decisión de seguir “apuntalando” a este mercado? ¿No tenemos nada mejor que hacer? Aclaro, desde ya, que mi “postura crítica” a la relación comercial con Vietnam e institucionalidad que la acompaña se genera ante las indefiniciones y falta de prioridades claras en nuestra política comercial. No es Vietnam el problema, somos nosotros los que estamos equivocados al priorizar ese mercado. ¿Hay algo que desconocemos o no entendemos?
Cabe aclarar que Vietnam es un importante “mercado” agrícola – alimentario y, en el período de 2020 – 2022, sus importaciones promediaron más de 30.021 millones de dólares. Estas cifras y sus casi 99 millones de habitantes, lo hacen –a primera vista– un mercado atractivo, excepto que su mayor demanda –y por tanto, sus principales importaciones– no corresponden a los productos que normalmente estamos en condiciones de exportar.
Más importante, aun cuando estemos en condiciones de hacerlo, el mercado de Vietnam ya ha sido “capturado” por un puñado de países (Argentina, EE.UU., China, Brasil y Camboya, en ese orden de importancia) que participan con más del 45% del mercado vietnamita, exportando principalmente, cereales, oleaginosas y alimentos para animales. Los cinco países que siguen elevan dicha cifra al 70% (Australia, Indonesia, India, Tailandia y Malasia).
A su vez, Chile tiene exportaciones agrícolas y de alimentos que solo llegan a cerca de 227 millones de dólares en 2020 – 2022, y juega en “tercera o cuarta división”. Estas exportaciones representan dos tercios del total de nuestros envíos a Vietnam y menos del 1% de sus importaciones.
Con estos antecedentes, ¿es posible pensar que se justifica seguir poniendo nuestras “fichas” en el mercado de Vietnam? Insisto, creo que no, aunque sé que la respuesta será que necesitamos la Agregaduría Agrícola –como se dijo al anunciar la nueva oficina– para fortalecer el comercio y el aprovechamiento de acuerdos como el CPTPP.
No obstante, ¿por qué insistimos en un mercado que –hasta ahora– en lugar de crecer reduce sus compras? Es cierto, las exportaciones agrícolas y alimentarias casi se duplican, pero al mismo tiempo, están concentradas en solo un puñado de productos exportados por grandes empresas (maderas y subproductos y alimentos del mar, 67% del total) y que, aun así, solo somos meros acompañantes de los países “líderes” en ese mercado.
Si agregamos las frutas, así como celulosa de madera, alcanzamos a alrededor del 80%. Aun así, seguimos estando entre “tercera” y “cuarta división”, incluso en nuestros productos “estrella”, con los que tanto nos gusta “pavonearnos”. De hecho, en los productos y alimentos del mar –pescado congelado (principalmente, y excluyendo filetes)–, llegamos al décimo lugar. En las frutas (¡Chile Potencia Alimentaria!) apenas nos da para el lugar número 19, incluyendo uvas de mesa, que están mejor “posicionadas” (lugar 7) pero con ventas de solo 7 millones de dólares, luego de Australia, los EE.UU., China, Sudáfrica, Corea y Perú.
Y, finalmente, madera y sus productos, en que aparecemos en el lugar 9, por debajo de China, los EE.UU., Camerún, Laos, Tailandia, Brasil, Francia y el Congo.
No lo entiendo, ¿qué haremos? ¿Qué mercados “dejaremos caer”? Ya nos dieron un “zamarrón de aquellos” en EE. UU. y, por cierto, en otros sitios también (“Frutas chilenas en los EE.UU.: ¿Nos están ganando la pulseada?”, El Mostrador, 4 de agosto, 2024; y “¿Estamos abandonando Europa también?”, El Mostrador, 18 de agosto, 2024).
Disculpas anticipadas al Minagri, pero no puedo evitarlo: “perdimos el rumbo” con Vietnam. No podemos exportar lo que no producimos y Vietnam casi no importa vino. Mirando la web oficial de Odepa, podemos observar que aún estamos sin Agregada(o) Agrícola en México, Rusia, India y Corea, algunas de estas sedes aún vacantes, por bastante más de un año. No logro explicarme cómo se autorizó abrir una nueva Agregaduría en Vietnam, y esas sedes siguen vacantes. ¿Estamos abandonándolas? Algunas(os) podrán objetar la sede en Rusia, debido a cuestionamientos por abusos a los derechos humanos. OK, y ¿qué ocurre con los otros países que seguimos “privilegiando”, a pesar de esos mismos abusos? ¿No es así?
Sugiero considerar que miremos más cerca, en nuestro propio barrio, si queremos o necesitamos abrir nuevas Oficinas Agrícolas, en lugar de insistir en Asia y quedar atrapados en sus “pegajosos” mercados.
Ciertamente, podemos partir reinstalando la Agregaduría en México, que puede jugar un importante papel estratégico en el mercado norteamericano. Y ¿por qué no en el resto de Latinoamérica? Hay mucha “pega” pendiente en nuestro propio hemisferio. En el pasado tuvimos Oficinas Agrícolas en Argentina y en Centroamérica, que creo abandonamos prematuramente. En mi opinión, deberíamos recuperar Centroamérica y así también los países del Caribe. Todos estos son un importante mercado agroalimentario, como lo es el de Colombia.
Pero ¿por qué se prioriza el mercado vietnamita? Ya mostramos que no nos ofrece muchas oportunidades. Por el contrario, hoy, Latinoamérica opera como un mercado agroalimentario altamente integrado, con la mayoría de sus países (excepto, Colombia) importando el grueso de sus alimentos desde otros países del continente. Es el momento de ampliar y consolidar el mercado regional, continuar avanzando en la facilitación del comercio, en la eliminación de barreras, así como en la armonización de las normas y regulaciones que permitirían el acceso de nuevos productos.
¿O por qué no una segunda Agregaduría en la Unión Europea? Sus 450 millones de habitantes y el inminente ingreso de Ucrania, así como la complejidad de su normativa agrícola, justificarían la segunda oficina.
¿Necesitan sugerencias a ese respecto? Bien. Originalmente, la Agregaduría en Europa fue pensada así, con énfasis comercial por un lado (con base en los puertos del Mar del Norte) y, por el otro, con un énfasis regulatorio – normativo, y en apertura de mercados, con base en Bruselas. Hoy tenemos además los nuevos miembros de Europa del Este, que aún no logramos integrar plenamente al ámbito de nuestras exportaciones alimentarias. Mucha “pega” y “mejores mercados” para exportaciones con mayor valor agregado en el Viejo Continente, que en Vietnam y que las cifras de las importaciones que este último muestra. Tampoco debemos olvidar que luego de “abrirnos paso” y ser los “primeros” en el gran mercado estadounidense, lo dejamos caer. Y, aún tenemos pendiente llegar al “corazón” de ese mercado.
Lo ocurrido con Vietnam muestra con total claridad que aún no tenemos una política comercial agroalimentaria y que la decisión de “instalar” esa Agregaduría es –simplemente– el resultado de decisiones poco elaboradas y de presiones puntuales. ¿Cuáles son? No lo sabemos. Pero sí sabemos que los recursos podrían estar siendo mejor utilizados en Latinoamérica, ampliando y consolidando un gran mercado agroalimentario regional y, así, mejorando la seguridad alimentaria.