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La violencia contra las mujeres persiste, fractura el tejido social y fragiliza la democracia Yo opino

La violencia contra las mujeres persiste, fractura el tejido social y fragiliza la democracia

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María Teresa Rojas, Ximena Díaz y Tania Libertad
Por : María Teresa Rojas, Ximena Díaz y Tania Libertad Dirección de Género, Diversidad y Equidad, Universidad Alberto Hurtado.
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Esta persistencia de la violencia necesita que el 25N se transforme en un día en el que todas las personas nos sintamos convocadas a reflexionar sobre el tema y a comprometernos con su erradicación.


En Chile llevamos 39 femicidios consumados y 255 frustrados en lo que va de 2024. La cuarta encuesta de violencia contra la mujer da cuenta de un aumento de denuncias entre 2017 y 2020 de 38,2% a 41,4% (Ministerio del Interior, 2020). Otros estudios informan que, en las universidades, al menos un 25% de las estudiantes universitarias ha vivido hostigamiento de carácter sexual y un 35% reporta algún tipo de maltrato sexista (Garcés, Santos y Castillo, 2020). Por tanto, según distintos indicadores, la violencia contra las mujeres está lejos de ser erradicada y persiste en diferentes espacios de la vida cotidiana.

Por estas y otras razones el 25 de noviembre distintas organizaciones e instituciones nos detenemos a reflexionar al respecto. Es un momento para denunciar un flagelo que atenta contra la democracia y la dignidad, junto con insistir en la falta de eficacia de las instituciones públicas y privadas para abordar y terminar con la violencia de género. Es una fecha en la que las vocerías suelen ser femeninas. En contadas ocasiones hemos escuchado en los 25N que los hombres reflexionen desde su posición y públicamente al respecto. ¿Qué piensan ellos sobre la violencia contra las mujeres ejercidas por, precisamente, hombres? ¿Por qué persisten los modelos de masculinidad violenta, tanto institucionales como culturales? ¿Cuáles son las nuevas prácticas de violencia hacia las mujeres en nuestra sociedad? Estas preguntas requieren que más hombres se involucren en la conversación pública, demostrando con ello que son temas que les resultan propios, urgentes y fundamentales de debatir en diferentes espacios sociales, para mejorar la convivencia democrática y habitar la vida de forma justa.

Al respecto, la Ley 21.369 que regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en el ámbito de la educación superior tiene como propósito promover políticas integrales para prevenir, investigar, sancionar y erradicar estas conductas. Las distintas universidades del país, así como institutos profesionales y centros de formación técnica, hemos realizado esfuerzos para impulsar cursos, talleres, seminarios y encuentros que aborden el tema de la violencia de género entre el cuerpo académico y estudiantil, incluyendo actividades que promueven la buena convivencia, la resolución de conflictos y la promoción de relaciones respetuosas entre hombres y mujeres. Sin embargo, tal como ocurre con el 25N, suelen ser las mujeres sensibilizadas con esta temática las que más asisten a estas convocatorias. Por tanto, ¿cómo podemos promover conductas transformadoras que cuestionen la violencia entre las personas si los hombres no asisten a estos espacios? 

Por una parte, las instituciones comprometidas con la erradicación de la violencia debemos preguntarnos cuáles son las barreras que desincentivan la participación de los hombres en estas instancias, por qué no se sienten convocados y por qué muchos de ellos consideran que no es un tema que les compete. Por otra, existe una brecha de reflexión en torno a la cuestión de las masculinidades y la producción de violencia que requiere más atención intelectual, política y educacional. Es imperativo que enfrentemos la violencia contra las mujeres entre todas las personas de forma compleja, no solo como un conflicto que atañe a personas puntuales, sino como un problema social y cultural. Se requiere producción de conocimiento sobre los modelos de masculinidades y feminidades que se construyen en la actualidad, sobre las prácticas de violencia en los espacios públicos, privados y en redes sociales y, al mismo tiempo, debemos diseñar experiencias educativas inclusivas que promuevan el diálogo y la deliberación en las aulas para que toda la sociedad nos involucremos con la temática.

La violencia de género y, en particular, la violencia contra las mujeres persiste, fractura el tejido social, fragiliza la democracia y profundiza el descrédito de los mecanismos institucionales que intentan regularla. Esta persistencia de la violencia necesita que el 25N se transforme en un día en el que todas las personas nos sintamos convocadas a reflexionar sobre el tema y a comprometernos con su erradicación.

Referencias:

Garcés Estrada, Carolina, Santos Pérez, Antonia, & Castillo Collado, Loreto. (2020). University and Gender Violence: Experience in University Social Work Students in the Tarapacá Region. Revista latinoamericana de educación inclusiva, 14(2), 59-77.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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