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Liu Jiakun: construcción de una narrativa propia Opinión

Liu Jiakun: construcción de una narrativa propia

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Gonzalo Schmeisser Nieto
Por : Gonzalo Schmeisser Nieto Arquitecto. Académico Escuela de Arquitectura Universidad Diego Portales
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Construir la monumentalidad a partir de piezas pequeñas y honrar el estilo oriental contemporáneo de fluir con los tiempos sin desprenderse del pasado, son el sello del ganador del Premio Pritzker 2025: el arquitecto chino Liu Jiakun.


Posiblemente, el de Lui Jiakun (1956) es un nombre que va a empezar a sonar desde ahora en la conversación de los arquitectos chilenos. Antes, la inconfundible fonética oriental de su nombre en algún medio podía ser asociada a algún un chef, un piloto de F1, un presidente. Salvo para los peritos, este arquitecto chino, oriundo de Chengdu, que acaba de ganar el ‘Nobel’ de la arquitectura –en rigor, el Premio Pritzker 2025– no era un nombre conocido.

De todos modos, es un premio esperable si uno revisa su catálogo de obras, que se mueve entre lo monumental y lo leve. Piezas de carácter urbano en su mayoría, con un lenguaje que, contrario a la escala con que trabaja, posee una fijación por los detalles muy propia del estilo chino.

Se descubre ahí la identidad de un pueblo, arraigada en lo local y con una tradición artesana de siglos. Hay elementos rígidos que parecen estar tejidos a mano y que en su multiplicación componen una sola gran pieza que no se distingue si no se vuelve sobre el detalle. Ya solo eso lo haría merecedor de un reconocimiento como este.

Antes, una disquisición: tanto el Pritzker como el Nobel son premios que están cruzados por factores políticos, donde el pertenecer es un requisito sine qua non. En ambos casos es un premio que no se lo gana nadie que no haya sabido moverse en ciertos espacios donde se generan los contactos y la visibilidad requerida. Ciertos eventos, ciertas universidades, ciertas revistas.

Ser respetado implica respetar esos márgenes, aspirar a ellos con fervor y no tener vergüenza del reconocimiento público, sino que por el contrario, buscarlo. Qué decir de quienes se salen del esquema de lo socialmente aceptable; si hablamos del Nobel, pensemos en Borges y Parra. 

Ahora, nobleza obliga, a esos altos espacios de poco acceso la mayoría llega porque lo merece, y el chino Jiakun está sobrecalificado. Tiene una trayectoria de más de 40 años, un apego especial por el pensamiento previo a la acción, que lo hace salirse de los límites del oficio para cruzarse con la filosofía y las artes; y obras en todas las escalas. Para comparar estas dos dimensiones de trabajo se sugiere ver el ‘West Village’ en Sichuán de 2015 y el ‘Wu Huichan Memorial Hall’ en Anren Town de 2009.

Sin buscarlo, tuve la suerte de visitar una de sus obras en Shanghái hace casi 10 años, el ‘Buddhist Statue Art Museum’, construido en 2008. Una antigua fábrica recuperada, cuya principal característica es el trabajo de la luz sobre el material a menudo rugoso del ladrillo y los estucos. Luz tan bien proyectada desde lo cenital que la sensación no tan agradable de imaginar las barbaridades del trabajo forzado que ocurrieron ahí se disuelve en la belleza y sencillez de su ocupación actual.

Un pabellón de estatuas budistas una al lado de la otra. Es esta obra, quizás no de las más conocidas, una condensación entre pasado no tan lejano y presente, y su principal valor –además de su composición sencilla, desprovista de gestos innecesarios– es que se hace cargo de un problema no menor en China: la progresiva desindustrialización, que ha dejado vacantes grandes edificios.

Otra cualidad de Jiakun es que solo ha construido en China, cosa rara para la tendencia de los grandes arquitectos contemporáneos, cuya obra se reparte por el mundo. Todo su catálogo está entre sus fronteras, dando cátedra de una tendencia localista (que en Jiakun se ve también en cómo compone y mezcla los materiales locales) que exige el mundo del futuro. Quiero pensar que ese hecho es un statement y que ha rechazado cientos de encargos en otros países en pro de la construcción de una narrativa propia, unívoca, sin distracciones. 

No sería extraño, en todo caso, porque la construcción de relatos también es su aporte (ya que hablamos de escritores), parte de la obra de Jiakun es escrita. No solo ha publicado textos sobre arquitectura y pensamiento en los que despliega la filosofía de la calma y la observación como metodología de trabajo, así como una libertad para cambiar de estilo según el entorno y su historia se lo exija; también ha publicado novelas que aún no son publicadas en español, pero que seguramente pronto lo serán. 

El jurado del Pritzker dice que Jiakun “celebra las vidas de los ciudadanos comunes” y quiero creer que él también lo es. Él dice que espera que el premio no le robe la calma, pero siendo el tercer arquitecto chino en conseguirlo (antes IM Pei en 1983 y Wang Shu en 2012), mal que le pese, su nombre ya le pertenece a la historia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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