Publicidad

Educación Técnico-Profesional: un camino de oportunidades para todos

Publicidad
Por: Sandro Solari y Lucas Palacios


Señor director: 

La educación técnico-profesional (TP) en Chile tiene un potencial inmenso para contribuir a la movilidad social y al desarrollo productivo del país. Sin embargo, su relevancia sigue siendo subestimada en muchas conversaciones sobre políticas públicas y desarrollo económico. Es momento de cambiar esta percepción y darle a esta modalidad educativa el protagonismo que merece.

Los liceos técnico-profesionales forman a 80.000 jóvenes cada año en áreas cruciales para la economía, como Logística, Programación, Mecánica Industrial y muchas más. A pesar de esto, enfrentan desafíos importantes: mallas curriculares que no siempre responden a las demandas del mercado, brechas en infraestructura y una limitada vinculación con las empresas. Si no abordamos estos problemas, estamos dejando pasar una oportunidad clave para fortalecer la competitividad del país y generar empleos de calidad.

Iniciativas como las que impulsan INACAP y la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) con su programa Cauce -donde participan 120 empresas- demuestran que es posible avanzar hacia una mayor articulación entre la educación TP y el mundo laboral. Este tipo de esfuerzos, que incluyen diagnósticos especializados, asesoría de expertos y la implementación de modelos de alternancia, son pasos concretos hacia una educación más conectada con la realidad de las industrias. Sin embargo, no basta con esfuerzos puntuales; es necesario establecer un marco sistémico que involucre a todos los actores relevantes.

Las empresas juegan un rol central en este desafío, más allá de ser receptoras de talentos formados en la educación técnico-profesional (TP). Su participación en la formación técnica debe ser vista como una inversión estratégica, al apostar por brindar más oportunidades para que las personas exploten al máximo su potencial y puedan realizarse, y también porque ello permite el desarrollo de su industria. Desde la colaboración en el diseño de currículos pertinentes hasta la apertura de espacios de práctica en entornos reales, su contribución es esencial para garantizar que los egresados estén preparados para enfrentar los retos del mercado laboral. Paralelamente, el Estado debe asumir un rol facilitador, promoviendo políticas públicas que modernicen los liceos TP y generen incentivos efectivos para que las empresas participen activamente en la formación de los estudiantes. Por su parte, las instituciones de educación superior también tienen el desafío de articularse con los liceos TP y las empresas, construyendo trayectorias educativas que ofrezcan continuidad y especialización a quienes eligen esta modalidad formativa.

El potencial está ahí. La educación TP puede ser un puente efectivo para reducir el desempleo juvenil, generando oportunidades para quienes más lo necesitan y aportando al crecimiento de cada una de las regiones. Pero, para que esto suceda, necesitamos una visión compartida y acciones coordinadas que trasciendan los esfuerzos individuales.

Chile tiene en la educación técnico-profesional una herramienta poderosa para su desarrollo. Ahora es tarea de todos los actores involucrados aprovecharla al máximo y transformarla en un verdadero motor de oportunidades. Porque al fortalecer la educación TP, estamos fortaleciendo no solo a nuestros jóvenes sino también al futuro del país.

 

Sandro Solari

Presidente de Cauce

Lucas Palacios

Rector de INACAP

Publicidad

Tendencias