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Lo que revela el debate sobre trabajar el Viernes Santo en el retail chileno Opinión

Lo que revela el debate sobre trabajar el Viernes Santo en el retail chileno

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El desafío que instala este tema es cultural, económico y estructural: pasar de ver al trabajador como recurso productivo a reconocerlo como sujeto integral, con necesidades de pertenencia, autorrealización y también espirituales.


La propuesta del retail de eliminar el descanso obligatorio en Viernes Santo, junto con la presión por suprimir feriados irrenunciables, ha reactivado una discusión que trasciende lo religioso. Como señala el cardenal Fernando Chomali, no se trata solo de una tradición, sino de una práctica social que protege el descanso, la cohesión y la dignidad del trabajo.

Este debate revela tensiones estructurales del modelo laboral chileno y sus formas desgastantes de organización del trabajo, que ocultan inequidades no solo en la distribución de utilidades, sino también en el acceso al ocio y al bienestar. Además, puede ofrecernos claves para entender el aumento de enfermedades mentales de origen laboral, subrayando la necesidad de incorporar la salud y el bienestar como elementos centrales del trabajo.

El debate sobre el feriado irrenunciable evidencia cómo se invisibiliza el derecho al descanso en modelos productivistas que premian la hiperdisponibilidad y la autogestión en desmedro de la vida personal. No es casual que esto surja en el retail, ícono de la “modernización empresarial” impulsada desde los 80 bajo la lógica neoliberal, que, como decía la socióloga Cecilia Montero, parece tener más de precarización que de modernización.

Esta industria ha sido pionera en la adopción de modelos de gestión flexible de última línea, como Lean Management, que si bien prometen eficiencia, innovación y mejora continua, han significado en la práctica una reorganización profunda del trabajo, orientada a la reducción de costos laborales, la intensificación de las tareas y la desarticulación de los colectivos laborales, cuyos efectos, han impactado de manera más dura a los estamentos más bajos.

Aun cuando estos modelos promueven discursos de meritocracia e innovación, en la realidad esto se ha traducido en la implementación de prácticas como la polifuncionalidad, flexibilidad e inseguridad laboral y altos niveles de carga de trabajo que terminan afectando la salud física y mental de quienes trabajan. 

Según la OIT, la salud y seguridad laboral constituyen un derecho fundamental. Sin embargo, la eliminación de feriados irrenunciables ignora que el derecho al descanso no es un beneficio negociable.

Como advierte Chomali, esta medida no afectará a gerentes o cargos altos, sino a quienes están en posiciones vulnerables, sin capacidad real de decisión. A pesar del discurso de participación y horizontalidad, muchas empresas siguen funcionando jerárquicamente. Se invita a los trabajadores a sugerir mejoras, pero sin control real sobre metas, ritmos o decisiones laborales.

Este debate también muestra que no solo los ingresos se distribuyen de forma desigual, sino también los tiempos de descanso y esparcimiento. Estudios psicosociales revelan que los mayores riesgos laborales afectan a quienes están en los niveles más bajos o en la informalidad.

Argumentar que eliminar feriados mejora la productividad, ignora que personas agotadas o bajo estrés crónico rinden menos. Por el contrario, se ha demostrado que el bienestar y la organización sindical impactan no solo en la salud mental, sino también en el PIB.

Como recuerda Chomali, una empresa no es una isla: forma parte de una sociedad que necesita descanso, espiritualidad y vida familiar, valores que también sostienen la economía. Por eso, pensar el crecimiento desde una lógica taylorista –que ve al trabajador como fuerza de trabajo o pieza de máquina– impide reconocer su condición humana y espiritual.

El desafío que instala este tema es cultural, económico y estructural: pasar de ver al trabajador como recurso productivo a reconocerlo como sujeto integral, con necesidades de pertenencia, autorrealización y también espirituales. Si queremos empresas más productivas, debemos construir trabajos más sanos, seguros y justos, que fortalezcan nuestro tejido social y contribuyan a un país más equitativo.

El debate sobre el feriado de Viernes Santo es, en realidad, un síntoma: muestra que seguimos pensando el trabajo desde paradigmas del siglo XX, centrados en la producción per cápita, sin considerar las condiciones humanas y la centralidad que tiene el trabajo en la salud mental, el vínculo social, las posibilidades de aprendizaje e incluso la democracia de un país.

En este sentido, es importante comprender el alcance que tiene el trabajo en nuestra vida y el modo en que a través de este, construimos país. Finalmente, un desarrollo sostenible requiere una visión que incorpore el bienestar físico, mental, social y espiritual del ser humano en el trabajo.

  • Magdalena Garcés, académica Escuela de Psicología UC y directora del Diplomado en Salud Mental y Bienestar Psicosocial en el Trabajo
  • Rodrigo Finkelstein, Investigador postdoctoral Escuela de Trabajo Social UC
  • Alejandra Inostroza, académica Escuela de Trabajo Social UC e Investigadora Micare
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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