
Un norte claro en políticas públicas
Debemos reformar el sistema político para facilitar los grandes acuerdos en el Congreso. ¿Pero cuál será el norte de estos acuerdos? ¿Cuál es el discurso que guiará las políticas de los próximos gobiernos?
Distintas voces del mundo académico y empresarial han declarado que es necesario reformar nuestro sistema político para reducir la fragmentación en el Congreso y facilitar la negociación política. Se argumenta que un Congreso con mayor capacidad de lograr grandes acuerdos es el primer paso para aprobar las políticas necesarias para que Chile avance.
Estando de acuerdo con ese diagnóstico, me gustaría instalar una pregunta: ¿grandes acuerdos para que Chile avance hacia dónde? ¿Cuál es el norte que deben tener las políticas que queremos aprobar?
En la década de los 90 y en los primeros años de los 2000, el norte de las políticas era claro. El lema de los gobiernos de la Concertación era “crecer con equidad”. El objetivo era vencer la pobreza y generar un sano crecimiento de la economía para mejorar las oportunidades de los chilenos y financiar programas sociales. Para esto, se mantuvieron varias de las instituciones consideradas neoliberales que facilitaron la acción del libre mercado instaladas en el periodo de Pinochet.
Entre estas instituciones se encuentra el sistema de capitalización individual en pensiones, que permitió a miles de chilenos acceder a la rentabilidad del mercado financiero y profundizar nuestro ahorro nacional; el régimen de concesiones en la minería, que puso fin al monopolio estatal y que ha permitido atraer inversión de privados junto con cuantiosas rentas tributarias; y se siguió profundizando la apertura de Chile al comercio internacional, a través de la firma de más de 70 tratados de libre comercio.
Además, en el año 2002 se instaló la regla del balance estructural con el objetivo de tener un gasto público responsable, amarrado a los ingresos fiscales de largo plazo. Esta regla nos permitió ahorrar en tiempos de altos ingresos, para usar los ahorros en tiempos de crisis, y así tener un gasto estable que garantice servicios públicos permanentes a los chilenos y cuentas fiscales sanas.
Estas y otras políticas nos llevaron a experimentar una alta tasa de crecimiento económico en los 90 y en los primeros años del 2000 (con una tasa promedio anual sobre el 5%), la inversión y el ahorro nacional se profundizaron, la deuda pública disminuyó desde un 42,9% del PIB en 1990 hasta un 3,9% en el 2007 y la tasa de desempleo descendió desde un 10% en el año 2000 a un 5,6% en el 2013.
Gracias a estos mejores índices económicos y fiscales, se logró financiar distintos programas sociales: Plan Auge en salud, subsidios focalizados, mayor subvención escolar, Pilar Solidario en pensiones, entre otros. Todo esto permitió una reducción de la pobreza inédita en la historia de Chile: desde un 68,5% en 1990 a un 22,2% en el 2011.
A fines de la primera década del 2000, el norte de las políticas inició un cambió de rumbo. Comenzamos a dar por garantizado el crecimiento y comenzó a sonar con más fuerza la necesidad de gastar y distribuir más. Se solía escuchar con más fuerza frases del estilo “nuestra deuda pública es muy baja en comparación con los países europeos. Hay espacio para aumentar el gasto”. O frases del estilo “la carga tributaria es muy baja, se puede recaudar más vía más impuestos”.
Y las políticas comenzaron a focalizarse en estos nuevos objetivos. El gasto público creció más rápido que la economía, desde un 19,3% del PIB en el 2007 a un 27,4% en el 2023, y la tasa de impuesto corporativo aumentó desde un 17% en el 2010 hasta la actual tasa de 27%.
Sin embargo, esta relevante alza impositiva no tuvo un gran impacto en la recaudación tributaria y al parecer sí tuvo un impacto negativo en el nivel de inversión del país, estancado desde el año 2013.
Como resultado, el Estado de Chile comenzó a gastar más de lo que recaudaba, la deuda pública creció hasta llegar a un 42,3% del PIB, el crecimiento económico se deterioró y hoy celebramos si logramos un mediocre crecimiento anual de 2,6%.
Debemos reformar el sistema político para facilitar los grandes acuerdos en el Congreso. ¿Pero cuál será el norte de estos acuerdos? ¿Cuál es el discurso que guiará las políticas de los próximos gobiernos? Soy optimista. En el último tiempo, en el debate se ha retomado la importancia del crecimiento económico, la importancia de recuperar la responsabilidad fiscal recortando gastos ineficientes, y se ha instalado como máxima prioridad combatir la delincuencia.
Con estos objetivos en el horizonte, es más probable que Chile pueda retomar la vía del desarrollo económico que tanto anhelamos.
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