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El cumpleaños de un goleador de raza

El cumpleaños de un goleador de raza

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Iván Bam Bam Zamorano cumple 48 años este 18 de enero. Hace más de diez que se retiró del fútbol, pero nadie olvidará nunca sus goles por el Real Madrid y, sobre todo, aquellos que anotó con la Roja.


Dicen que Manuel Pellegrini aceptó la oferta de transformarse en el director técnico de la U, en 1988, porque a su club de siempre, sumido en una profunda crisis deportiva, no podía decirle que no. Pero existe también otra versión para su anticipado retiro del fútbol, anecdótica explicación del propio Pellegrini: “En un partido frente a Cobresal, un muchacho veinteañero me ganó una pelota aérea que yo no ataqué como debía. Nos hizo el gol y con ese tanto perdimos el partido. Decidí que no jugaba más. Claro que si yo hubiera sabido que ese muchacho, de apellido Zamorano, iba a llegar donde llegó, habría seguido jugando”.

Iván Zamorano, que este 18 de enero cumple los 48 años, es sin lugar a dudas uno de los mejores delanteros que ha dado el fútbol chileno en toda su historia. Nunca destacó por una gran habilidad con el balón en los pies, aunque claramente sería una injusticia inmensa calificarlo de torpe. Lo suyo era velocidad, aprovechamiento de los espacios, instinto goleador y un juego aéreo que llegó a distinguirlo como uno de los mejores cabeceadores del fútbol mundial de todos los tiempos.

El Helicóptero, llegaron a bautizarlo, porque decían que se elevaba más que ninguno y que era capaz de suspenderse en el aire para empalmar en forma perfecta ese balón que casi siempre terminaba en las mallas. El mito, porque nadie puede desafiar la fuerza de gravedad, no hace sino agrandar su imagen de artillero implacable en canchas de Chile, Suiza, España, Italia y México.

Siempre dijo que aprendió a cabecear viendo entrenar a Nelson Pedetti, cuando el uruguayo estuvo en Cobresal y él luchaba por ganarse un lugar como jugador de Primera División. Y que, viviendo en un departamento, en Maipú, practicaba el rechazo tratando de cabecear una ampolleta que colgaba alta en un pasillo.

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La Copa Chile que obtuvo antes de su traspaso al Bologna de Italia.

Jugador de Cobresal, fue cedido a préstamo a Cobreandino, cuadro de Segunda División de Los Andes. Hizo tantos goles (27 en 29 partidos) que su club lo recuperó rápidamente y, tras ganar una Copa Chile, fue cedido al Bologna italiano, cuadro que a su vez lo envió a préstamo al Saint Gallen, de Suiza. Su capacidad goleadora llamó la atención del Sevilla, que lo llevó por expresa petición de su técnico, el chileno-argentino Vicente Cantatore. Al año siguiente (1992), entusiasmado con sus goles, lo contrata el Real Madrid en 6 millones de dólares, tornando casi insignificante la cifra de 350 mil dólares que había cancelado el Bologna en 1988 al club del mineral de El Salvador.

Tuvo una primera temporada de ensueño y luego una ostensible baja. Coincidió ésta con la llegada de Jorge Valdano a la banca del Real Madrid. El argentino, no más asumir su cargo, le advirtió a Zamorano que lo mejor era que se buscara club, porque para él sería el quinto extranjero y con muy pocas posibilidades de jugar. Bam Bam, apodado así por un viejo relator de fútbol, se negó a marcharse y optó por permanecer para luchar por un puesto en el equipo.

En la pretemporada que el cuadro merengue hizo en Suiza, previo al comienzo de la Liga española 1994-1995, se produjo una anécdota que contaría luego el propio Zamorano: “El plantel, dividido en dos equipos, comenzó su práctica de fútbol y en el cuadro contrario al mío estaba Valdano. Por ahí hay una pelota dividida y yo fui con todo, como siempre lo hacía. Dio la casualidad que quien fue a trabar conmigo era Valdano, a quien levanté por el aire. Desde el suelo, me preguntó: ‘¿Tú entrenas siempre así o sólo cuando odias a tu entrenador?’. Yo le respondí: ‘No, yo siempre entreno así”.

Zamorano, transformado en el Pichichi de la Liga y jugador clave junto con Michel Laudrup y José Emilio Amavisca en la consecución del título que ponía fin al dominio de Barcelona durante cuatro torneos seguidos, se ganó finalmente el respeto y el reconocimiento de Valdano, quien llegó a decir más tarde: “Reaccionó como uno espera que reaccione todo jugador de clase: con carácter. Iván me demostró con su juego y sus goles que yo estaba equivocado. Es ahora mi socio”.

Inter de Milan sería su nueva casa. Vistiendo esa camiseta continuó su racha goleadora y hasta ganó la Copa de la UEFA. Del fútbol italiano, Bam Bam pasó luego al América mexicano, donde ganando la Liga sumó otro título a su trayectoria antes de recalar, en 2003, en el club del cual siempre se declaró hincha: Colo Colo. De paso, cumplía la promesa hecha cuando niño a su padre, posteriormente fallecido. En la tienda alba, sin embargo, no hizo mayor historia: llegó mal de una rodilla, el Cacique perdió la final del Torneo de Clausura y en el encuentro jugado en Calama, Zamorano fue acusado de agredir con un pisotón al árbitro, Carlos Chandía. El castigo de 16 fechas apresuró su retiro del fútbol.

Imposible hacer una reseña de la trayectoria de Iván Zamorano sin referirse a lo que fue su actuación en la Selección Chilena. Integrante con 20 años del plantel que fue subcampeón en la Copa América de 1987, jugada en Argentina, Bam Bam clasificaría luego tercero en la Copa jugada en 1991, en Chile, y cuarto en el torneo jugado en 1999, en Paraguay. En 1998 disputó su único Mundial (Francia), formando una dupla letal con Marcelo Salas. Con la Roja alcanzó, además, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Se trataba de un equipo Sub 23 el que, por reglamento, podía incluir en el plantel tres jugadores mayores. Nelson Acosta, el técnico, designó al arquero Nelson Tapia, al zaguero central Pedro Reyes y al atacante Marcelo Salas, pero al estar éste lesionado optó por Zamorano en su reemplazo y fue todo un acierto, porque Bam Bam se transformó en el goleador del equipo y referente para jugadores que, como Reinaldo Navia, Sebastián González y Rodrigo Tello, hacían sus primeras armas en la Roja.

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La despedida del capitán a estadio lleno.

El 1 de septiembre de 2001, Zamorano se retiró como capitán de la Selección en un partido amistoso contra Francia, en ese momento campeón del mundo, disputado en el Estadio Nacional, y que concluyó con victoria por 2-1 para la Roja. El delantero, el segundo más goleador en la historia de la Selección Chilena, con 34 goles (el primero es Marcelo Salas, con 37), ponía fin de esa forma a 14 años vistiendo la camiseta nacional.

Retirado del fútbol, y ratificando que rara vez un jugador tiene éxito luego en emprendimientos empresariales, Zamorano acaba de solucionar los agudos problemas financieros con tres bancos que pudieron significarle perder la Ciudad Deportiva, ubicada en terrenos de la comuna de La Reina. Se dice que con el apoyo económico del ex presidente de Blanco y Negro, y ex Director de Deportes durante el gobierno de Sebastián Piñera, Gabriel Ruiz Tagle, el ex jugador llegó a un acuerdo con Itaú, Banco Santander y BCI para renegociar una deuda que alcanzaba aproximadamente los 2 mil millones de pesos.

Lío que vino a sumarse al deterioro que alcanzó su imagen luego de que, en 2007, se transformara en el “rostro” de la campaña publicitaria del Transantiago. La “revolución” en el transporte público metropolitano, impulsada durante el gobierno de Ricardo Lagos y aplicada en el primer mandato de Michelle Bachelet, sigue siendo un sonado fracaso y, lo que es peor, un barril sin fondo de gastos del fisco para que no pierdan dinero los particulares.

Siete años después, los dardos ya no eligen al ex goleador como parte del desastre. El acuerdo con los bancos, además, le da un margen de maniobra suficiente para que, con 48 años recién cumplidos, Iván Zamorano pueda seguir mirando la vida con el mismo optimismo de cuando su condición de goleador y de ídolo le permitía año a año firmar contratos millonarios.

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