
Marcelo Ríos y Australia ‘98: sólo un campeón moral
Quizás lo que más duele es la tardanza del requerimiento del tenista chileno. Tal vez porque si lo hubiese hecho inmediatamente tras el positivo de Korda, muchos habrían mirado con cara de asombro al chileno. Es que perder 6-2, 6-2 y 6-2 es demasiada diferencia.
A diferencia del fútbol, del ciclismo y especialmente del atletismo, el dopaje sigue siendo tabú para la Federación Internacional de Tenis. A estos señores de Londres no les gusta el tema, les incomoda, tratan de hacerle el quite.
De los deportes más populares del mundo, es quizás el tenis donde menos se controla el dopaje, y tiene la menor cantidad de casos. Declarados y castigados, se entiende. Sin embargo, resulta difícil de imaginar que cualquiera pueda ser capaz de jugar partidos de cuatro, cinco o seis horas “sólo con lo puesto”.
Hace ya más de 20 años, un atleta de élite a nivel sudamericano me explicaba de la siguiente manera por qué él no era capaz de estar dentro de los 10 ó 12 mejores en los Juegos Olímpicos: “Porque yo no me dopo”, me dijo sin pensarlo dos veces. Y añadió: “Todos los corredores se dopan, de una u otra forma. La diferencia está en que si te sorprenden, te descalifican y castigan; si no lo hacen, te llevas la medalla de oro a casa”.
El atletismo y el ciclismo han tenido una lucha constante contra el dopaje, desde los tiempos en que los deportistas tomaban sustancias tan peligrosas como la estricnina o la cocaína para aumentar o potenciar su rendimiento.
Lamentablemente para el deporte, los malos siempre han ido un paso delante de los buenos, y cuando se descubre un nuevo método químico para rendir más, los expertos del “lado oscuro” ya desarrollaron otro, mejorado y más difícil de detectar.
El checo Petr Korda fue el primer gran tenista sancionado por dopaje. Tras perder en semifinales de Wimbledon en 1998, el zurdo de Praga fue sorprendido con un anabolizante similar a la nandrolona, la misma sustancia usada antes o después por el argentino Guillermo Coria, el atleta británico Linford Christie, el beisbolista estadounidense Roger Clemens y el tenista de origen canadiense Greg Rusedski, finalmente absuelto por la ITF (¿no le dije que a estos muchachos no les gusta el tema?).
Korda, en ese entonces de 30 años, alegó inocencia, y dijo que seguramente el positivo se dio porque consumía mucha carne. Pero los análisis demostraron que el checo presentaba niveles de nandrolona tan altos que eran imposibles de asimilar de manera natural.
El especialista que revisó su apelación concluyó que para tener esa cantidad de nandrolona en su organismo, el bueno de Petr tendría que haberse comido 40 terneros diarios durante 20 años. Ni tiempo habría tenido.
El hecho es que mientras se veía su caso, siguió compitiendo entre julio y noviembre -sin buenos resultados- hasta que fue inhabilitado por un año. Nunca volvió al circuito.
Amparado en ese hecho, Marcelo Ríos siempre consideró que era el vencedor moral de esa final. La suspicacia se apoderó de él, pero guardó silencio. Y ya cuando castigaron a Korda, pensó que había pasado demasiado tiempo para alegar.
Como ahora la ITF reabrió el caso de Guillermo Vilas y su reclamo por ser número uno del mundo en 1977, el Chino solicitó formalmente a la Federación de Tenis que interceda ante el organismo para que pidan “por secretaría” el título de Australia 1998.
Pero hay demasiados argumentos para considerar que el reclamo de Ríos no tendrá buen final.
Primero, porque la ITF ha castigado a otros tenistas (Mats Wilander, Martina Hingis, Richard Gasquet, entre los más connotados) y siempre el procedimiento ha sido el mismo: les quitan los puntos, los obligan a devolver el dinero ganado solamente en el torneo en que fue descubierto el dopaje y los sancionan por un máximo de un año fuera del circuito.
Nunca, hasta ahora, la ITF ha declarado vencedor al rival del dopado. Tal vez porque lo mismo podrían alegar -y con justa razón- todos sus rivales en ese torneo. ¿O acaso el eslovaco Karol Kucera, quien perdió en semifinales ante Korda, no tendría derecho a reclamar jugar la final contra Ríos 17 años después?
Quizás lo que más duele es la tardanza del requerimiento. Tal vez porque si lo hubiese hecho inmediatamente tras el positivo de Korda, muchos habrían mirado con cara de asombro al chileno. Es que perder 6-2, 6-2 y 6-2 es demasiada diferencia. Como me comentó un joven tenista chileno hace unos años, con extrema insolencia: “Ese día me levanté a ver al Chino campeón. Había jugado un gran torneo y la expectativa era grande. Yo tenía 10 años, eran las tres de la mañana y tenía mucho sueño, pero el único que realmente parecía dormido era Ríos. El dopado era él, y con opio”.