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Mirko Jozic: un gringo jodido y exitoso

Mirko Jozic: un gringo jodido y exitoso

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Julio Salviat
Por : Julio Salviat Profesor de Redacción Periodística de la U. Andrés Bello y Premio Nacional de Periodismo deportivo.
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El reciente cumpleaños del entrenador croata da margen a recuerdos y anécdotas. Tal como lo hizo medio siglo antes el húngaro Francisco Platko, a comienzos de los años 90 cambió los hábitos de los jugadores y los sistemas de juego de Colo Colo.


La primera vez que se escuchó la voz y se vio el rostro de Mirko Jozic en Chile fue un día primaveral de 1987. Estaba por comenzar el campeonato mundial juvenil y, aunque Yugoslavia no aparecía entre los favoritos, su entrenador era el invitado estelar en el canal de la Universidad de Chile, hoy Chilevisión.

Ahí hacíamos con Tito Awad un programa deportivo que dirigía Patricio Stark, cuyo productor era Miroslav Mimica. Y este, como buen descendiente de croata, no halló mejor cosa que invitar a un compatriota. Como ocurría muy frecuentemente, el encargado de entrevistarlo (que era yo) se enteró a última hora de quién era el personaje. A pesar del desconocimiento absoluto de quién era él, y de las dificultades propias de entenderse en un idioma neutral, en inglés, resultó un diálogo pasable.

Hasta de tácticas hablamos, y sorprendió a todos cuando dijo que el mejor sistema defensivo era el que ocupaba solamente a tres jugadores. Cuando vimos jugar a sus dirigidos, entre los que sobresalían algunos que llegarían a ser figuras mundiales (Robert Prosinecki, Zvonimir Boban, Davor Zuker, Robert Jarni y Pedrag Mijatovic), lo entendimos mejor. Costaba un mundo hacerle goles a ese equipo y, a cambio, anotaba con enorme facilidad. Y, contra todos los pronósticos, fue un brillante campeón.

Más de cuatro años pasaron hasta reencontrarnos. Pero él y yo recordábamos esa entrevista cuando nos estrechamos la mano en el camarín del estadio Monumental en plena Copa Libertadores de 1991.

“GRINGO JODIDO”

En ese campeonato mundial sub 20, Yugoslavia ocupó las dependencias del estadio de esa colonia, en Avenida Vitacura. El presidente de la entidad era Peter Dragicevic, un joven ingeniero que el año anterior había llegado a la presidencia de Colo Colo y que ya tenía entre ceja y ceja darle un vuelco al fútbol chileno a través de ese club.

Hicieron buenas migas y el dirigente convenció al entrenador para que viniera a hacerse cargo del fútbol formativo colocolino. La llegada de Jozic se concretó en diciembre de ese mismo año.

No duró mucho: antes de que finalizara el año siguiente, y después de formular un ambicioso plan de búsqueda y formación de infantiles, renunció. Quería volver a su país y reencontrarse con su familia.

Desde acá lo llamaban todos los días. Colo Colo había formado un gran equipo y un poderoso plantel bajo la dirección técnica de Arturo Salah, pero estaba en duda la continuidad porque también lo querían en la selección chilena. Y así fue como el primer día de septiembre de 1990 Mirko Jozic descendió de un avión en Pudahuel, esta vez acompañado de su mujer y su hija.

Venía para quedarse. Y para asumir como director técnico en el equipo superior albo. Primera declaración: “Mis objetivos son muy simples: sacar a Colo Colo campeón y llevarlo al título de la Copa Libertadores”.

Después del primer entrenamiento, los jugadores de Colo Colo no sabían qué pensar: Mirko no hablaba español, le entendían muy poco, y los estaba haciendo trabajar muy duramente. Cuando terminó la temporada 1990 y los albos dieron su segunda vuelta olímpica consecutiva, esos mismos jugadores ya lo miraban con respeto, pero mascullaban frente a los más cercanos “¡P’tas el gringo jodido!”.

Y eso que faltaba lo mejor: la Copa que el fútbol chileno miraba sin poder tocar: la Libertadores de América.

OTRA MENTALIDAD

Los que estuvieron bajo el mando de Mirko Jozic reconocen que imprimió un sello distinto a la relación técnico-jugadores (“era muy distante”) y a la forma de trabajar (“como no entendía el castellano, no escuchaba las chivas, así es que no servían”). Impuso una disciplina estricta y cambió el sistema de juego.

En una exposición a sus compañeros de curso en el INAF, cuando hacía el curso de entrenadores, José Letelier (tercer arquero de Colo Colo ’91) sostuvo que Jozic impuso una mentalidad ganadora que contagió a todos. Pero que también encontró muy buena disposición en el plantel para cambiar sus hábitos y adaptarse al nuevo sistema.

“Al principio no entendíamos bien a qué se refería cuando nos hablaba de rombos. A través de infinitas repeticiones pudimos darnos cuenta de cómo era el asunto de lo que después se llamó ‘el diamante’. Insistió mucho en la obligación de jugar a mayor velocidad y a imponer un ritmo que desconcertara al adversario. Y la verdad es que los demás equipos, incluyendo a los extranjeros en la Copa, se demoraron harto en pillar la maña”.

Hoy se puede asegurar que el éxito del equipo que ganó la Libertadores se basaba en el sistema, más que en los jugadores. La prueba está en que hizo participar a futbolistas muy jóvenes (Miguel Ramírez, Javier Margas, Juan Carlos Peralta, Leonel Herrera, Leonardo Soto) sin que sintieran el peso de la responsabilidad. Y cuando faltaron jugadores aparentemente insustituibles (Patricio Yáñez, Gabriel Mendoza, Ricardo Dabrowski), el equipo tampoco bajó su rendimiento.

Como había ocurrido medio siglo antes, con Colo Colo ’41, un gringo había llegado a darle un nuevo aire a Colo Colo: el húngaro Francisco Platko, con quien los albos ganaron el título en calidad de invictos.

A comienzos de los 90, el yugoslavo Jozic lo llevaba a la cima de América con victorias resonantes sobre Liga Deportiva y Barcelona, de Ecuador, Universitario, de Perú; Nacional, de Uruguay; Boca Juniors, de Argentina, y Olimpia, de Paraguay.

ADIÓS SILENCIOSO

Parece normal que la historia se repita. A fines del siglo pasado, Jozic ganó un título sudamericano y encontró lugar en la Selección chilena. A comienzo del actual, Sampaoli le dio un galardón internacional a la U y se instaló en la Roja.

Fue en 1994, en vísperas del Mundial de Estados Unidos, con Chile pagando los pecados del Maracanazo y castigado sin poder participar, cuando se forjó el plan Francia ’98 con Jozic a la cabeza.

Dicen los que lo conocen, que el Gringo ya no era el mismo: hablaba español y se había chilenizado. No aplicaba el mismo rigor en los entrenamientos y tenía favoritos indisimulados.

No le fue bien. Comenzó con un empate a 3 con Argentina, después perdió con Francia en Lyon, y ganó y empató frente a Arabia Saudita en Riyad en su única gira internacional; posteriormente perdió con Bolivia en Santiago y cayó por goleada ante Argentina también la capital.

La guerra que desembocaría en la desintegración de Yugoslavia lo llevó nueva y definitivamente a su país. Lo hizo en forma silenciosa, sin que causara mucha pena.

Pero lo hecho, hecho estaba. Y hoy sigue ahí, en la historia de Colo Colo, como uno de los más grande personajes que han dejado huella en ese club. Mal que mal, no sólo ganó la Libertadores: bajo su dirección, el Cacique también logró el tricampeonato nacional y se quedó en 1992 con la Copa Interamericana y la Recopa Sudamericana.

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