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Mario Recordón, el héroe de un campeonato sudamericano

Mario Recordón, el héroe de un campeonato sudamericano

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Julio Salviat
Por : Julio Salviat Profesor de Redacción Periodística de la U. Andrés Bello y Premio Nacional de Periodismo deportivo.
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Al cumplirse un nuevo aniversario, vale la pena recordar una hazaña que conmovió a los chilenos en mayo de 1946, cuando nuestro país le disputaba palmo a palmo la supremacía atlética a Brasil y Argentina.


Con su corpulencia de lanzador, ubicado entre los espigados y esbeltos vallistas, parecía un hombre equivocado de prueba. Pero allí estaba, observado por ciento veinte mil ojos anhelantes.

Fueron incontables las emociones de ese campeonato continental realizado en nuestro país a fines abril y comienzos de mayo de 1946. Las mayores, las más agudas y vibrantes, las brindó en esta carrera (y en la de 1.500 metros inserta en el decatlón) un mocetón rubio venido del sur, al que pronto apodaron «El Tigre de Osorno».

Ese hombre era Mario Recordón.

Al lado suyo estaban el argentino Truilzi, el uruguayo Julio Ramírez, el brasileño Pinheiro Doria y el también chileno Jorge Undurraga, los grandes especialistas sudamericanos en los 110 metros con vallas. Y les estaba dando una ventaja inmensa: llegó al punto de partida inmediatamente después de lanzar la bala en la competencia del decatlón. Y mientras sus adversarios se habían relajado y preparado adecuadamente, él aún no regularizaba la respiración después del esfuerzo que había hecho al lanzar la bola de bronce.

No hubo antecedente ni dificultad que valiera. Recordón corrió por la pista y voló sobre los obstáculos. Partió primero, se mantuvo allí e hizo trizas el récord sudamericano, con una marca tan inesperada como sobresaliente para la época: 14 segundos y cuatro décimas.

Y de ahí volvió para seguir lanzando la bala, porque también quería ganar lo más difícil y extenuente del torneo: el decatlón.

Para competir en esta prueba se necesitan condiciones muy especiales: velocidad y resistencia para correr, elasticidad para saltar, destreza y fuerza para los lanzamientos. Todo eso exigía, además, un desgaste enorme, pues las diez pruebas se realizaban en dos días.

El osornino estaba bien preparado, bajo la dirección de Walter Fritsch, que ya se insinuaba como de uno de los entrenadores jóvenes más talentosos del país.

Y el atleta estaba muy consciente de su misión: tenía que ganar esa prueba porque era la que iba a definir la cerrada lucha que Chile libraba con Argentina por la supremacía sudamericana.

La primera jornada resultó muy favorable para Recordón: cumplidas las cinco pruebas, figuraba primero en cuatro y segundo en la restante.

En el segundo día, con la victoria muy cerca, pero con un músculo resentido, se esmeró en batir el récord sudamericano. Y lo consiguió cuando faltaban tres pruebas por disputarse. Se entusiasmó el país, incluso, con la posibilidad de que se acercara al registro mundial, con 7.000 puntos, pero el dolor de la lesión era intenso y finalmente sumó 6.886.

Confirmando su clase, Recordón mejoró en 500 puntos el rendimiento que había exhibido en el Sudamericano anterior, en Montevideo, y cumplió marcas a las que nunca había llegado. En los saltos, su superación había sido notable: 6,98 en largo, 1,80 en alto, 3,30 en garrocha. En los lanzamientos también batió sus récords personales: 13,22 en bala, 35,27 en disco, 41,66 en dardo. Marcó 52 segundos clavados en los 400 metros planos, y 15”2 en los 110 con vallas del decatlón. Sólo en dos pruebas tuvo registros ligeramente inferiores a los que había señalado antes: 11” 2 en los 100 metros y 4’48”7 en los 1.500, cuando ya estaba lesionado.

Pero esta prueba de los 1.500, que fue la última del decatlón, sirvió para que el público le brindara toda su admiración.

En medio del vocerío ensordecedor, el gran atleta olvidó los dolores y se adjudicó la prueba.

Hubo otros héroes en ese torneo: Alberto Labarthe, ganador de los cien metros planos; Miguel Castro, vencedor en los 3.000; Carlos Altamirano (después político), que se adjudicó el salto alto; Efraín Santibáñez, insuperable en el lanzamiento del dardo, y los integrantes de la posta de 4×400, los hermanos Ehlers, Rozas y Yokota. Todos ellos contribuyeron a Chile lograra el primer lugar por equipos con 109 puntos, 27 más que Argentina, 48 más que Brasil, 84 más que Uruguay y 101 más que Perú.

Pero desde ese día, nadie se acordó del Campeonato Sudamericano de Atletismo de 1946. La historia lo consignó, simplemente, como el «Sudamericano de Recordón”.

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