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El opio del pueblo y la cajita idiota: fútbol, oficialismo e “imaginación”

El opio del pueblo y la cajita idiota: fútbol, oficialismo e “imaginación”

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El boom de la televisión futbolera en nuestro país no sólo olvidó al público como factor vital para la actividad en los estadios, sino que también generó otros vicios que se reflejan en los modos y la dinámica del medio oficial.


El entrevistador se perfila para la cámara, maquetea una sonrisa de cartón y lanza la pregunta como si Bob Woodward recién descubriera la hebra más fina del emblemático caso Watergate que liberó de Richard Nixon a Estados Unidos.
“Me imagino que están muy contentos por este 5-0 sobre O’Higgins y esperanzados de que sea el comienzo de todo lo positivo que esperan en este torneo…”

La consulta no logra conmover al jugador, que con una tarjeta de multitienda en una mano, y la otra secándose el sudor en el rostro, empalma de inmediato una respuesta más previsible que un caso de indisciplina en Juan Pinto Durán.

“Estamos muy contentos con este resultado y muy ilusionados de que esto nos permita seguir avanzando en el torneo”, contesta mientras el reportero alista lo más sesudo de su artillería intelectual para seguir con el diálogo futbolero.

En otro momento, partido y personaje, el preguntador del canal oficial se encuentra con el técnico perdedor, que se instala cariacontecido delante la cámara. Y acá va de nuevo al ataque.

“Me imagino, profesor, que no esperaba llevarse esta derrota por 3-0, a pesar de toda la entrega que tuvo su equipo en la cancha…”.
El entrenador toma la muletilla -perdón, la pregunta- al vuelo y se despacha con una reacción automática y bastante fiel al libreto original: “Si, la verdad es que no esperábamos llevarnos esta derrota, aunque el equipo tuvo mucha entrega en la cancha. Habrá que seguir trabajando en la semana, porque esto no termina acá”, recita el Míster.

Ambas entrevistas son casos reales que no requieren nombres propios, aunque identifican el curioso fenómeno de la televisión oficial que transmite los partidos, poblada de incontables reporteros radiales que adscriben a la misma escuela de la imaginación periodística. Majaderamente todos plantean sus notas a partir de lo que “imaginan” o suponen en medio del marasmo de lugares comunes que inundan y asfixian el ejercicio profesional en los medios audiovisuales.

La superficialidad y ramplonería de la entrevista como género periodístico en el canal del torneo no responde, por cierto, sólo a la comodidad que representa para sus exponentes la repetición de frases hechas y sin mucho contenido, sino también a aquellos lineamientos editoriales que impiden ir más allá de lo que está a la vista.

Sin espacio a la controversia ni a la denuncia, sin cuestionamientos argumentales ni libertad de discernir lo que espera de modo crítico el televidente, resulta complejo lograr un diálogo de mayor nivel técnico -sobre juego, táctica, rendimiento físico, estrategia, motivación- para mejorar los estándares vigentes sin dejarse atrapar por el facilismo de la anécdota.

La pertenencia de la señal televisiva al organismo rector del fútbol ha generado un “oficialismo” tan alarmante como acaso comparable al canal nacional respecto a los gobiernos de turno en nuestro país. Incluso, con sesgos y vetos ostensibles denunciados por los propios administradores de ciertos clubes disidentes en el micromundo de Quilín.

Y casi treinta años después de que los entrevistadores del fútbol en TV armaban sus notas en vivo con frases tarzanescas y sin verbo ni pudores (¿el gol? ¿la expulsión?), asoma una fórmula de construcción similar, que nos remite a los estudiantes franceses que en las revueltas de los 60’ promovían “la imaginación al poder”. Otra imaginación, claro, y no se referían al cuarto poder.

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