El serbio venció por doble 6-3 al español y es el primer finalista del Masters de Londres. Esta noche juegan los suizos Wawrinka y Federer para conocer a su rival.
Las buenas notas de las últimas semanas no fueron suficientes. Cuando enfrentó el examen final, la prueba coeficiente 2, Rafael Nadal volvió a encontrarse con el obstáculo invencible y sucumbió con mucha más pena que gloria ante el serbio Novak Djokovic, quien le ha ganado en siete de sus últimos ocho enfrentamientos.
Perder ante el número 1 del mundo está dentro de las posibilidades de todos en el circuito, pero esta vez Rafa llegaba aleonado por su clasificación invicta, con triunfos en un nivel sobresaliente, como ante Wawrinka y, en menor medida, Murray.
Y Djokovic había dado muestras de algunas debilidades que no mostró a lo largo de ésta, la que él considera su mejor temporada.
Esta vez, todo indicaba que al menos la lucha sería equilibrada.
Pero enfrente estaba el frío, calculador y bestial serbio, quien en mente tenía una visión muy distinta. Él quería más de lo mismo, más de lo que ha cosechado en los últimos años. Y lo puso muy pronto en marcha.
Y Djokovic aplastó al español por un claro 6-3 y 6-3, en apenas una hora y 19 minutos.
Sin que nadie se enterara, el serbio se puso 3-0 arriba y nunca sufrió con su servicio, mientras Nadal era incapaz de controlar a la bestia que tenía del otro lado de la malla. Las diferencias eran tan notables que Nadal parecía cada vez más pequeño, mientras la figura de Djokovic se agigantaba en el O2 londinense.
Es que el serbio volvió a su rutina habitual durante el año: saque poderoso y preciso, drives profundos y desconcertantes, y ese majestuoso revés a dos manos que lleva la bola a ángulos que sólo él parece conocer.
Fue demasiado para un Nadal que, también fiel a su costumbre, luchó hasta el final aunque no tenía las armas para hacer daño.
En el segundo set, luego de salvar una pelota de break, el español no pudo evitar el quiebre en el quinto juego, que todos sabían que era definitivo, porque Nadal nunca estuvo a la altura y no le bastó con “calentar el examen” ante el gran maestro.