
Historias de Copa: el formidable destape de “Cuá-Cuá” Hormazábal el ’55
En ese torneo, el por entonces puntero de Santiago Morning se consagró definitivamente como un crack digno de figurar entre los valores más destacados que ha producido el fútbol nacional en toda su historia.
Llevaba tiempo Enrique Hormazábal haciendo noticia en el fútbol chileno. Y no sólo en el plano local: ya había mostrado sus credenciales de buen jugador en el campeonato Panamericano de 1952, en el que Chile remató segundo, escoltando a Brasil; en el Sudamericano de Lima, en 1953, donde la Roja terminó cuarta, con Francisco “Paco” Molina como estrella deslumbrante, y en las clasificatorias para el Mundial de Suiza, en 1954, donde finalizó sin puntos después de enfrentar a Paraguay y Brasil.
Pero fue en el Campeonato Sudamericano de 1955 cuando “Cuá-Cuá” se consagró definitivamente como un crack digno de figurar entre los valores más destacados que ha producido el fútbol nacional en toda su historia. A esas alturas tenía 24 partidos internacionales en el cuerpo, acababa de cumplir 24 años de edad y defendía a Santiago Morning, el club en que se formó.
La aventura comenzó con un entusiasmante 7-1 sobre Ecuador, con 45 mil personas en las tribunas del Estadio Nacional y sol abrasador en la capital. Tres de esos goles los anotó Hormazábal. El primero, a los 28’, justo cuando el equipo comenzaba a ponerse nervioso porque no podía vulnerar el compacto bloque defensivo rival: dos ecuatorianos trabaron a Sergio Espinoza a la entrada del área, y “Cuá-Cuá” empalmó el rebote con un derechazo alto e imparable para el gran arquero Bonnard; el segundo (quinto del equipo nacional), a los 49’; y el tercero (sexto), a los 54’. Los restantes los anotaron Guillermo Díaz Zambrano (2), René Meléndez y Jorge Robledo.
De todas maneras, se consideraba una victoria lógica: cuando Bolivia y Venezuela aún no aparecían en el concierto sudamericano, Ecuador era el más débil. Y así lo atestiguaban las confrontaciones anteriores en Santiago: 5-0 en 1941 y 6-3 en 1945.
El siguiente rival era Perú. Y la guerra de goles terminó con victoria para la Roja con 5-4. Fue una confrontación dramática, en la que Perú remontó un marcador de 1-4 para ponerse 4-4 y amagar la victoria chilena. Jaime Ramírez Banda desequilibró el duelo en los minutos finales y fue el héroe del partido. Pero Hormazábal de nuevo estuvo entre los protagonistas al anotar el tercer gol chileno, a los 52’. Tanto así, que la revista le dedicó un párrafo revelador: “Figura descollante de estas jornadas iniciales, ha despertado la codicia de algunos clubes extranjeros. Boca Juniors, al menos, está dispuesto a llevárselo”.
A Uruguay, en el tercer partido, también le anotó. Fue un encuentro de gran nivel, en el que Chile mostró sus cartas de candidato al título, estableciendo notoria superioridad sobre los «charrúas», pero sólo consiguió igualar a dos. Y el autor del empate fue Enrique Hormazábal, a los 72’, cuando el arquero Roque Máspoli parecía imbatible y sólo había visto vulnerada su valla con un cañonazo de Manuel Muñoz.
El rival siguiente era Paraguay. Y parecía accesible. Y así fue, sólo que con cifras impensadas: 5-0. Hormazábal no podía estar ausente; anotó el quinto, de penal, a los 82’.
Con 19 goles anotados en cuatro partidos, Chile asomaba como un potencia capaz de coronarse campeón sudamericano por primera vez. Le bastaba empatar con Argentina para ponerse la corona. Pero ese partido, ganado 1-0 por los transandinos, da para otra historia por lo que sucedió en la cancha y por la tragedia que causó una estampida que terminó con siete muertos.
En todo caso, nada podía borrar la buena actuación del equipo y el excepcional trabajo de Hormazábal.
Don Pampa, seudónimo de Carlos Guerrero, fue el encargado de entrevistarlo en la víspera del duelo con Argentina,. Y aunque la revista Estadio era poco amiga de los elogios, el periodista no pudo evitarlos. Esto fue lo que escribió como presentación:
“Desde aquella tarde con Ecuador hasta la última que le hemos visto, con Paraguay, Enrique Hormazábal ha sido un señor que ha desbordado calidad por todos los poros (…) Insider hábil, técnico, aplomado, desenfadado. Sin miedo a nada, no se achica ante los pergaminos de los adversarios ni ante la reciedumbre de los que quieren imponer la detestable ley de los fuertes. En todos los momentos, aun en aquellos de emergencia y bandera roja, se muestra sereno para afrontar las dificultades. Domina y controla las dos piernas, como si las dos fueran derechas. Diestro, tenaz y tranquilo. Y, además, en el momento oportuno sabe irse adelante, aprovechar la oportunidad de rebasar a la defensa o para disparar si ve el blanco en las redes. Dos goles de él sonaron como salvas estrepitosas en este campeonato. Ambos, de distancia. Uno que le hizo a Ecuador, y otro a Uruguay. En las dos ocasiones los arqueros se quedaron en la luna, porque no pensaron que el chico iba a dispararles desde tanta distancia. El de Ecuador, con la derecha; a Uruguay, con la zurda”.
“Es un jugador con esto y con esto”, le dijo ese día el entrenador Luis Tirado a Don Pampa, señalándose el corazón y la sien.
La carrera del gran “Cuá-Cuá” se prolongaría hasta mediados de los ’60. De la Selección se despidió en 1963; de Colo Colo, al que llegó al año siguiente de este Sudamericano, en 1966.