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[FOTOS] Pisagua, memoria y sueños de una flor marchita en la arena

[FOTOS] Pisagua, memoria y sueños de una flor marchita en la arena

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Patricio Rivera Olguín
Por : Patricio Rivera Olguín Profesor de Historia e historiador. Académico Facultad de Ciencias Humanas Universidad Arturo Prat.
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El puerto añora su gloria salitrera pasada, mas el registro de la memoria fue más fuerte. Desde la década de los 80 hasta ahora que familiares, amigos y los partidos de la otrora Unidad Popular, concurren a una romería a Pisagua para luchar contra el olvido. Cada año reviven la vida dolorosa, la muerte, la tragedia con la esperanza en que los ideales que inspiraron a los que murieron sean realidad. (Fotos: Hernán Pereira)


Su mención para muchos es de dolor y tristeza; para otros es aguas turquesa, historia y proyección. En tanto, para sus habitantes es abandono y esperanza. En sí, es la geografía la que conspira a favor y en contra. Siendo adolescente escuché a Joaquín Naranjo (QEPD), ex preso político del campo de prisioneros de Pisagua, que esta localidad era una cárcel natural.

Por un lado mar y por el otro hay cerros y luego desierto o pampa, como decimos los nortinos. La actual Pisagua data del siglo XIX. Fue el puerto salitrero peruano que alcanzó gran prosperidad y que tuvo una alta población y que sobrevivió a los terremotos y maremotos de 1868 y 1877. Además, fue escenario del primer desembarco anfibio de la escuadra chilena el 2 de noviembre de 1879, que dio comienzo a la invasión del departamento de Tarapacá.

Hubo también otro Pisagua, llamado Pisagua Viejo que data de la época colonial y que se sitúa en antiguos asentamientos prehispánicos. Está ubicado en el borde costero sur de una ensenada que entrega la vista un bello paisaje de la desembocadura de la quebrada de Camiña, conocida también como quebrada de Tiliviche. Conformado sólo por algunas decenas de caseríos, el poblado quedó en el abandono durante la primera mitad del siglo XXI, porque su embarcadero es muy filoso en piedras y rocas marinas, haciendo difícil el embarque del nitrato de sodio o salitre; pero algunos pisaguinos dicen que el abandono fue por epidemias, y otros por los terremotos y maremotos.

El Pisagua Nuevo o Huayna Pisagua debe su esplendor al ciclo salitrero (1860-1930). Hacia 1835 hay registros de este puerto, donde se embarcaba el salitre de las oficinas de paradas, ubicadas en su alto y en las cercanías. Hoy aún se aprecian los restos de la estación de ferrocarriles que recibía pasajeros y carga desde y hacia las oficinas salitreras. Un hospital, la torre de reloj, un bello teatro y casonas de estilo neoclásico son mudos testigos de su pasado, entre la erosión del mar y del viento.

Los antiguos fuertes del norte y del sur guardan la presencia de cañones Parrot de defensa ante la invasión chilena y luego otros cañones cuidaron la Pisagua chilena de futuras agresiones. Por tanto, la localidad vivió un siglo XIX violento, entre terremotos, maremotos y una guerra invasiva. Luego, hacia 1910, su cárcel edificada en los antiguos restos de la escuela peruana del lugar, da paso a la referencia del siglo XX, que es de eclusión y exterminio.

Entre 1908 y1927 vivió la violencia plebiscitaria y la acción de las Ligas Patrióticas. La obra «El Dios Cautivo: las Ligas Patrióticas en la Chilenización Compulsiva de Tarapacá (1910-1922)» de Sergio González, relata muchos hechos de grupos xenófobos que actuaron contra peruanos y bolivianos residentes en la región. También fue escenario de huelgas, como la de los obreros ferroviarios en marzo de 1925, antesala de la matanza obrera de La Coruña en junio de ese año.

Pisagua es colonia penal desde 1910 y luego centro de reclusión para japoneses y alemanes sospechosos de ser simpatizantes del Eje (1945). Y hacia 1948 es lugar de concentración de militantes comunistas perseguidos por la Ley de Defensa de la Democracia o Ley Maldita. En esa época surge “La Semilla en la Arena” de Volodia Teitelboim, una época en que los recluidos llegaban en tren desde Iquique y la pampa salitrera. Uno de los conductores de esas locomotoras fue mi abuelo Patricio Rivera, quien relataba a mi padre, Guillermo Rivera, también obrero ferroviario, que “los dirigentes comunistas daban discursos en la estación, parados sobre los carros animando a los compañeros”. La brutalidad aún no era desatada como en 1973 y registro de esa persecución es la obra “La Última pasión del sastre. Pisagua 1947″, de Iván Vera Pinto.

En sí, es el siglo XX el marco de la infamia que se otorga al puerto de Pisagua, hoy caleta con no más de 300 habitantes. Contiene el pasado trágico de la intolerancia que reflejó a Chile en junio de 1990, la realidad de los fusilamientos, fosas comunes de los campos de concentración de la dictadura militar entre 1973 y 1974, donde permanecían centenares de hombres y decenas de mujeres. La cárcel de Pisagua y barracas ubicadas en campos de concentración al estilo de los usados por el Tercer Reich, mostraron la eficacia represiva de los golpistas de 1973.

Los fusilamientos y desapariciones mostraron la eficacia de exterminio físico y fueron la base del mecanismo de olvido que se instauró en el silencio de los cuerpos de los ejecutados y desaparecidos. Esto, hasta que la constancia del juez Nelson Muñoz, del arqueológo Olaff Olmos, del médico Eduardo Olguín, del tornero y ex preso político Víctor Troncoso, de las agrupaciones de familiares de ejecutados y presos políticos y de muchos otros que no cejaron hasta ubicar el sitio del osario enterrado en las cercanías del cementerio, a pesar del manto de desmemoria que tejían los acuerdos de 1989 entre la Concertación y la dictadura militar. En este sentido, algo rescata Mauricio Santander con su cortometraje “El palero”. La obra de Bernardo Guerrero Jiménez “Vida, Pasión y Muerte en Pisagua” de 1990 que señala la sincronía de un lugar llamado, una cárcel natural.

El puerto de Pisagua, añora su gloria salitrera pasada, mas el registro de la memoria fue más fuerte. Desde la década de los 80 hasta ahora, familiares, amigos y los partidos de la otrora Unidad Popular, concurren a una romería para luchar contra el olvido. Cada año reviven la vida dolorosa, la muerte y la tragedia, con la esperanza que los ideales que inspiraron a los que murieron sean realidad.

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