Cuándo le preguntan por su abuela, a Jumana se le iluminan los ojos.
No le ve desde hace 3 años, pero no se ha olvidado de ella. «Se llama Aziza», contesta mientras una sonrisa se le dibuja en el rostro.
Jumana es una de la veintena de niños que desde hace 2 años viven en un orfanato de Misrata, en Libia, gestionado por la Media Luna Roja.
Muchos de ellos son hijos de combatientes extranjeros de Estado Islámico que peleaban en el país norteafricano. Cuando Estado Islámico fue expulsado de su bastión libio en la ciudad de Sirte, estos niños -de entre 1 y 12 años de edad- se quedaron sin casa ni familia.
Algunos pudieron regresar a sus países de origen, pero más de 20 huérfanos, la mayoría de ellos originarios del vecino Egipto, siguen varados en el orfanato de Misrata.
Algunos incluso son tan pequeños que no conocen si quiera el nombre de sus padres.
«Cuando llegaron, sufrían de ataques de pánicos, insomnio e incontinencia», explica Faisal Jelwal, el médico de la institución.
Ahora estén físicamente mejor, pero se enfrentan a un problema tal vez más grave: el estigma social y la dificultad de regresar a casa.
La periodista de BBC Sally Nabil visitó el orfanato y allí encontró a Jumana.
Grabó su historia y, de regreso a Egipto, mostró las imágenes a sus abuelos. Y esta fue la reacción de Aziza…