Universidad Católica derrotó hoy con contundencia a Universidad de Chile (3-0) en la reapertura del Estadio Nacional tras años de obras y hundió aún más a los azules, que coquetean con el descenso al tiempo que sufren una aguda crisis institucional.
La apertura del histórico estadio, que ha sido remodelado para poder acoger el próximo año los Juegos Panamericanos, sirvió, una vez más, para evidenciar los males que acongojan al fútbol chileno: aforos reduciros, estadios tristes y vacíos y violencia de las barras bravas, a pesar de que solo se admite la entrada de la afición local.
Aún así, al termino del encuentro se volvió a repetir una escena lamentable, esta vez una invasión de los hinchas de «la U», que se lanzaron al campo a arrancar las camisetas a los jugadores de su propio equipo.
Antes, la Católica -que también lleva una temporada muy crítica- hundida igualmente en la parte baja de la tabla, demostró que todavía tiene más fútbol y que le basta con la calidad del argentino Zampedri para superar a un rival deprimido.
Una simple presión arriba permitió que la defensa de «los laicos» errara en la salida de la pelota y dejara el balón franco para César Pinares, que con tranquilidad abrió la goleada en el minuto ocho de partido.
El error cayó como un jarro de agua fría tanto en los jugadores como en la hinchada local, que se volvió hacia la directiva, que se encuentra dividida, con fuertes críticas de la Universidad de Chile al grupo de empresarios al que han cedido la gestión y explotación.
Poco fútbol y menor capacidad de reacción, máxime cuando a los cinco minutos de la segunda parte Zampedri dobló el marcador con el oportunismo y la calidad marca de la casa argentina.
A partir de entonces, el resto del choque fue un sufrimiento para los azules, sin juego y con cerca de 25.000 gargantas en contra, y los cruzados dejaron el tiempo pasar, agradecidos ante un botín que les eleva en la clasificación y que les acerca a los puestos que dan acceso a la copa Sudaméricana, su objetivo tras una irregular temporada.
Ya con los noventa cumplidos, Clemente Montes redondeó el marcador y desató la ira de la hinchada azul, que en un nuevo acto de «vergüenza» se lanzó al césped para retar a sus propios jugadores y humillar aún más a una institución histórica del fútbol chileno víctima de una mala gestión directiva.