El crimen organizado y la comercialización de armas están asociados a un aumento explosivo de los homicidios. Este se reinventa una y otra vez a un ritmo vertiginoso, mientras las instituciones del Estado en materia de seguridad cargan con un sistema anticuado y rígido que necesita actualizarse.
En Chile, el 2023 fueron 4.878 personas las que estuvieron a punto de haber sido víctimas de homicidio. Es importante entender de esa cifra el progresivo aumento de los homicidios relacionados con el crimen organizado.
¿Qué significa esto? Que ya no hablamos del homicidio tradicional, donde el victimario era una persona conocida y la muerte se daba en un contexto de riña o de pelea, por problemas interpersonales o domésticos, y entonces era fácil dar con el autor o los autores. No, lo que aumenta hoy son los homicidios donde no se conoce el autor, donde hay planificación y los fines son control de territorios o por ajustes de cuentas entre bandas que arrasan con lo que encuentran a su paso. Y esas son muchas veces víctimas inocentes.
Lo que sale a la vista en las cifras es el aumento de imputados de nacionalidad extranjera y que la principal nacionalidad asociada corresponde a la venezolana. Otro elemento es que el arma de fuego es hoy el principal medio para la ejecución de los homicidios en el 52% de los casos.
Nadie lo vio venir y por eso el crimen organizado –y, con ello, la comercialización de armas– aumenta, se profesionaliza y se reinventa una y otra vez a un ritmo vertiginoso, mientras las instituciones del Estado en materia de seguridad cargan con un sistema anticuado y rígido, que necesita con sentido de urgencia modernizarse y profesionalizarse.